Destacó en el género de la comedia;
ganó 6 Oscares
Una pulmonía acabó con la vida del director
de cine Billy Wilder
DPA'
Madrid, 28 de marzo. "Me gustaría morir
a los 104 años, completamente sano, asesinado por un marido que
me acabara de pillar in fraganti con su joven esposa". Estas palabras
podría haberlas dicho alguno de los personajes de las comedias de
Billy Wilder, pero no, eran del propio director, que sin embargo falleció
a los 95 años por las consecuencias de una pulmonía.
Destilan ese ingenio y ese toque mordaz con que Wilder
miraba la vida, sobre todo la suya, que comenzó en 1906 en una pequeña
localidad del entonces imperio austro-húngaro que hoy pertenece
a Polonia y gran parte de la cual vivió en el olimpo cinematográfico
de Hollywood.
Ese
muchacho inquieto, que dejó los estudios de derecho para dedicarse
al periodismo en Viena, llegó a los 21 años a Berlín,
donde dio sus primeros pasos en el mundo del cine escribiendo guiones para
películas de cine mudo (Emil un die Detektive).
Sin dejar del todo el periodismo, trabajó en 14
películas, pero por sus orígenes judíos se vio obligado
a huir, primero a Francia y luego a Estados Unidos, donde finalmente conocería
el éxito.
Un amigo alemán le consiguió su primer trabajo
como guionista en un estudio y acabó trabajando con el que luego
sería su mentor y maestro, Ernst Lubitsch. El perfeccionismo de
este último junto a la acidez de Wilder dio excelentes resultados
como la magistral Ninotchka, en la que hicieron reír a la
gélida diva sueca Greta Garbo.
En 1945 tuvo que regresar a Alemania, enviado por el gobierno
estadunidense, y allí se enteró de que su madre y otros familiares
habían muerto en el campo de concentración de Auschwitz.
Un año antes Wilder ya había cosechado numerosos aplausos
con una película de cine negro Double Indemity, que protagoniza
Barbara Stanwyck, y en la que trabajo en el guión con el reconocido
escritor de novela negra Raymond Chandler.
En The Lost Weekend (1945), largometraje que ganó
en total cinco Oscar, Wilder relató la amarga historia de un escritor
que se hunde en el alcoholismo y cinco años más tarde, cuando
él ya era toda una estrella de Hollywood, retrató la miseria
del mundo que le rodeaba en aquel glamoroso rincón de Estados Unidos
con Sunset Boulevard.
Pero el género en el que realmente Wilder brilló
fue en la comedia. Sacó partido como casi nadie de ese don que Marilyn
Monroe tenía de actriz cómica y aunque era desesperante su
impuntualidad creó momentos inolvidables como aquella escena en
que a la sensual Marilyn se le levanta la falda en The Seven Year Itch
(1955).
Volvió a trabajar con ella en Some Like it Hot
y The Apartment, pero Wilder también dirigió a otras
grandes estrellas. Regaló al espectador una glamorosa Audrey Hepburn
en Sabrina, película en la que también trabajó
con Humphrey Bogart, con quien no hizo tan buenas migas.
Asimismo descubrió la química de un tándem
irrepetible: Jack Lemmon y Walter Matthau, que desde aquella mítica
Front Page volvieron a protagonizar varias películas juntos.
En 1981 rodó su última película Buddy,
Buddy, y desde entonces permanecía alejado de las cámaras,
ya que las compañías de seguro no se atrevían a respaldarlo.
Pero el maestro no había caído en el olvido.
Así cuando el director español Fernando Trueba recogió
su Oscar en 1992 y dijo: "Me gustaría creer en Dios para poder agradecerle
este Oscar. Por desgracia sólo creo en Billy Wilder, así
que gracias, Mr. Wilder", el auditorio aplaudió corroborando estas
palabras.