Olga Harmony
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En este país (que es los dos países que vivimos, el entrañable y digno de su gente y el que nuestros gobernantes insisten en hacer una mala copia, casi parodia, de cualquier abyecta república bananera que en el continente ha habido) es siempre motivo de regocijo el nacimiento de una nueva revista teatral. Paso de gato, al frente de la cual se hallan Jaime Chabaud, como director, e Illya Cazés como subdirector, se presentó de manera tentativa en un número cero que pese a las fallas percibidas por muchos de sus lectores e incluso por no pocos de sus colaboradores, ya mostraba una vocación de impulso al teatro nacional -o al teatro extranjero que se hace en México, lo que incluyó el texto de Devastados, de Sarah Kane, que entre nosotros dirigió con gran éxito Ignacio Ortiz- que se conjunta con la reflexión de muchas y autorizadas voces en los ensayos, y un dossier acerca de la guerra, a la que Flavio González Mello, en su intervención en la mesa de presentadores, añadió muchos posibles faltantes de textos acerca del tema, rematado por Luis de Tavira con la mención a la poca conocida obra de Karl Kraus, Los últimos días de la humanidad.
De cualquier manera, la aspiración de no marginar al teatro de la realidad social ya estaba subrayada, como lo demuestra la inclusión del texto de Klein.
En el número uno que acaba de salir a la venta, y que esperamos tenga muy buena distribución y mejor acogida, se incorpora como editor Carlos Nóphal -el inquieto editor de los cuadernillos de Anónimo drama editores, que recoge los textos que se están escenificando en el momento- y se cambió el consejo editorial. Esto es también un acierto, porque el que ostentaba el número cero estaba compuesto por funcionarios de varias instituciones, lo que se abría a todas las suspicacias posibles en una revista que se ostenta como independiente.
En esta ocasión el dossier se dedica al problema de los teatros del IMSS que, como el lector recordará, estuvieron en grave peligro de desaparecer (Santiago Levy, el director del instituto, declaró que hacían falta más estacionamientos en lugar de edificios teatrales) y que ahora son el centro de una disputa entre el CNCA y el propio IMSS para su manejo. En este dossier hay una entrevista a Germán Castillo en su calidad de presidente de la Academia de Arte Teatral, AC; una virulenta y divertida diatriba contra Santiago Levy escrita por el autor y director bajacaliforniano Angel Norzagaray, uno de los comodatarios en peligro; las lúcidas reflexiones de Luz Emilia Aguilar acerca del problema y de la seguridad social como antaño se concebía (ƑEs que ahora se concibe de alguna manera la seguridad social?, pregunto yo); una breve historia de los teatros en México, por la especialista Giovanna Recchia, entre otros. Ojalá la decidida interrelación entre teatro y realidad social que muestra la revista, y que la hace diferente a todas las que alguna vez han sido, se mantenga.
Habría que señalar que la selección de colaboradores es muy dispareja, pues al lado de nombres de bien ganado prestigio y de jóvenes que ya destacan, se encuentran los de algunas medianías que nunca han logrado una buena aceptación. En lo personal, me gustaría que en la sección de crítica se cruzaran opiniones divergentes y polémicas acerca de una misma escenificación, porque hasta este número los colaboradores han elegido el tema a tratar, lo que hace que escriban -y yo me incluyo, dado que colaboré en el número cero- de las escenificaciones que les han gustado. Por otra parte, la obra elegida para su publicación es del poco conocido Alejandro Domán, After shave, lo que parece prometer que se nos darán a conocer a diversos autores. Hay ya algún texto acerca del teatro infantil y de lo que se hace en los estados. Describir todo el número es ocioso. Cabe invitar a los lectores a que lo busquen o se suscriban.
Agrego que el dossier se cierra con las entrevistas que Rubén Ortiz hace a Edgar Ceballos, de Escenología, AC, y a David Olguín responsable de Ediciones El Milagro, acerca de publicar teatro. Esto me lleva a escribir sobre el más reciente libro que esta editorial ha sacado a la luz con tres textos del dramaturgo quebequense Michel Marc Bouchard, los tres ya representados en nuestros escenarios: Las musas huérfanas, dirigida en 1998 por Mauricio Jiménez, y dos que bajo la dirección de Boris Schoemann, Los endebles (que da título al volumen y también a la compañía formada por Schoemann) y El camino de los pasos peligrosos, que están todavía en cartelera. De las tres, Los endebles es la que en lo personal más me gusta, pero de cualquier modo es importante que se hayan publicado juntas, porque permite encontrar ciertas constancias del autor, que bien señala Carlos Bonfil, en su breve pero sustanciosa introducción.