Sami David
Indiferencia y militancia
Los saldos que arrojan los comicios recientes para elegir a las dirigencias de los principales partidos políticos son, indudablemente, negativos. Aparte de los números manejados para expresar la afluencia de votantes, se percibe cierto grado de incredulidad en el grueso de la sociedad, y más ante las acusaciones de desaseo entre las fórmulas participantes, lo que contraviene el sentido democrático que impulsaron los procesos. En términos de práctica política esta percepción tiene un claro significado: los partidos ya no consiguen llenar los espacios de participación, o bien no han sido capaces de atraer a la gente, simplemente porque no ofrecen alternativas reales para determinar un proyecto de país acorde con el desarrollo actual.
Para la sociedad mexicana, los actores políticos han rehuido sus responsabilidades. O las escudan atrás del marketing y la simulación. Según esta óptica, los principios éticos que caracterizan el trabajo político quedaron atrás. Hay, en apariencia, una visión de corto plazo; una simple disputa burocrática por cargos de dirigencia que revela la búsqueda del poder, sin ánimos de concretar el proyecto de país que anhelamos. El saldo, reitero, es inusual, aunque de los tres partidos mayoritarios el mejor librado fue el PRI, puesto que su proceder involucró no sólo a la militancia, sino a sus simpatizantes. La apuesta fue, definitivamente, por la democracia.
Esta misma visión sostiene que los acomodos y posicionamientos reflejan no la voluntad de servir, sino el deseo de obtener privilegios y prebendas. En este orden de ideas, aun el tan señalado cambio democrático esgrimido por el gobierno federal fue un simple eslogan de campaña. Y el desencanto ha hecho presa de la mayoría. El poder de las encuestas, tan apreciado por la actual administración, también es indicativo de esta percepción de la realidad política: el gobierno que busca la estricta aprobación, el puro brillo de los reflectores, pero descuida lo esencial, el trabajo político de fondo, las acciones gubernamentales a favor del pueblo, de los más necesitados. El cambio, entonces, se advierte más distante. Y las expectativas de crecimiento se desvanecen. Sin rumbo, extraviado en discursos y declaraciones, el gobierno foxista empieza a resquebrajarse en el ánimo de la gente. Y eso es grave para el futuro del país.
El elector ha olvidado que la verdadera transición inició al menos hace tres décadas, cuando se dio paso a la reforma política. La férrea determinación para fortalecer el sistema de partidos, de acuerdo con el sentido jurídico-electoral gestado por don Jesús Reyes Heroles, se ha debilitado en la actualidad, tal vez porque no se ha conseguido conciliar la teoría con la praxis. Es obvio que la respuesta estriba en perseverar, empeñarse y caminar a fin de encontrar mecanismos más efectivos de carácter político para trascender la visión de corto plazo. Enfrentar los retos y reconciliar a la sociedad, hacerle un reconocimiento, sobre todo a las iniciativas de los núcleos sociales, es lo que ahora corresponde realizar.
De alguna manera se percibe desinterés de la sociedad y de los militantes de los diversos partidos, quienes advierten que sus dirigentes han olvidado la pasión y entrega por la camiseta y por los programas y documentos base. Sin fundamentos ideológicos, quedan atrás la sensibilidad y el sentido de justicia social. Y, sobre todo, la vocación y voluntad de servicio. Los brincoteos de los cuadros militantes minan la credibilidad tanto en el electorado como en las instituciones políticas.
Hoy da lo mismo ser verde que variopinto. Y la ciudadanía tampoco tiene límpido el sentido del voto. Con la aparente utilidad del sufragio se puede sufragar por Dios y por Satán. Lo mismo da. Como los futbolistas, cuando cambian de camiseta. En política es lo mismo. En apariencia, la cancha es amplia para 2003 y el péndulo de las "contrataciones" comenzará en breve. Los cuadros directivos ya se preparan. Quien mejor imagen presente obtendrá más privilegios. Y sin sudar la camiseta. Los partidos políticos deben recordar que México está de por medio y los sufragantes observan con detenimiento.
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