José Blanco
Reforma universitaria
El Poder Ejecutivo, el Legislativo, las Instituciones de Educación Superior (IES) y la sociedad civil no hallan aún el camino por el que deberá arribarse a una reforma y a un reordenamiento del nivel terciario (la educación impartida después del bachillerato). Esto mismo ocurre con los niveles primario y secundario (ahí está el caso vergonzoso de la imposibilidad de crear el Instituto Nacional de Evaluación de la educación primaria, por la oposición del SNTE), pero por ahora me referiré al nivel terciario.
El pasado miércoles 13 de marzo el senador Natividad González Parás, presidente de la Comisión de Educación Superior de la Cámara de Senadores, expresó que México carece de una política de Estado integral para la educación superior; que este problema está agudizándose; que las actuales políticas públicas "ni siquiera atienden a un modelo" y que es necesaria una reforma a fondo en los niveles educativos medio superior y superior, "porque están en crisis". Lo que existe hoy en día, argumentó, "es un sistema irracional" que presenta una "desigualdad persistente" en la distribución de los recursos, evidentemente insuficientes. "Hemos planteado que este mismo año se realice una gran consulta nacional sobre la reforma educativa y de la Ley de Educación Superior", dijo. Por todo ello consideró necesaria la creación de un Consejo Nacional de Educación Superior, que participe en la evaluación de la calidad educativa y busque, entre otras cosas, la equidad en la distribución de los recursos públicos (José Galán, La Jornada, 14/03/02).
En el pasado reciente, el senador González Parás ha insistido algunas veces en esas tesis. Coincido con casi todas ellas y, concediendo el beneficio de la duda, admitamos que es verdad que el Senado está de veras preocupado con lo que ocurre en el nivel terciario, y que se propone realizar una consulta nacional con vistas al establecimiento de una nueva Ley de Educación Superior (LES) -cuestión que ha venido ocurriendo en muchos países del mundo-, que reordene ese nivel y le dé cauce a su desarrollo. Es altamente preocupante, sin embargo, que las IES, y la UNAM en particular, no parezcan haberse dado por enteradas. ƑCuántas personas, miembros de la comunidad universitaria, especialmente los académicos, se han enterado de esa iniciativa?
La UNAM, pese a que sólo representa un escaso 9 por ciento de la matrícula nacional de licenciatura, continúa poseyendo un peso específico considerablemente significativo en el conjunto de las IES. No es éste el momento de intentar explicar por qué ello es así.
Ciertamente estamos en una encrucijada compleja que tendría salidas institucionales racionales si los actores se proponen la reforma. El martes pasado en este espacio di mi punto de vista sobre los dilemas que enfrenta hoy la UNAM y las razones por las que los universitarios están imposibilitados -ellos solos- de procesar la reforma que la institución requiere. De otra parte, es claro que es impensable una nueva LES -a la altura que el país precisa-, sin tener procesada, en lo fundamental, la reforma de la UNAM. Difícilmente puede haber una LES que pueda entrar en colisión con la reforma de la mayor casa de estudios. Al mismo tiempo, también es impensable una nueva LES, al margen del conjunto de las IES, al menos de las que están organizadas en la ANUIES.
Otro hecho en paralelo es la estrechez acentuada en México de la educación terciaria no universitaria, asunto que tiene que atender también una nueva LES. Adicionalmente, es obvio que el reordenamiento del nivel terciario obliga a tomar decisiones de fondo sobre la llamada en México educación "media superior", que en los países que tienen ordenado su sistema educativo constituye una parte sustantiva del nivel secundario. Esta reforma es necesaria en México, al mismo tiempo que ha llegado el momento de volver obligatorio todo el nivel secundario (esto es, incluyendo al bachillerato). El bachillerato, en particular, requiere una redefinición clara de sus objetivos, una revisión drástica de su multiplicidad de programas y una actualización urgente de sus contenidos. En México enseñamos -Rafael Pérez Pascual dixit-, en el mejor de los casos, en la escuela secundaria, la matemática del siglo viii de los árabes (álgebra y geometría) y en el bachillerato -y aún en muchas licenciaturas-, la matemática del siglo antepasado (el cálculo diferencial e integral), sólo para poner un ejemplo. Del vasto avance del siglo xx aún no tomamos nota.
La reforma universitaria, parece claro, demanda una operación política de alta complejidad y responsabilidad. El concurso ordenado de la sociedad política y de la sociedad civil es indispensable. Los universitarios de la UNAM tienen frente a sí una oportunidad única para hacer un aporte nacional de primer orden y de máxima urgencia a la reforma de su casa de estudios y al ordenamiento del conjunto del nivel terciario.