Algunas mesas receptoras tardaron hasta tres horas en ser instaladas
Confusión y tardanza para expedir el voto, signos recurrentes en la elección perredista
Enojo de militantes que peregrinaron de un lado a otro por no aparecer en las listas
ALONSO URRUTIA
Angeles Herrera recibió un cúmulo de boletas. Las miró con recelo y se dirigió a la soledad de la mampara a meditar. Sus tres años de militante no le daban para alcanzar a descifrar el acertijo que tenía enfrente. Decenas y decenas de candidatos enlistados frente a ella.
Observa una y otra vez las ocho boletas que el presidente de la casilla le acaba de dar. Sólo tiene una certeza: Rosario Robles a la presidencia nacional. Y de ahí para abajo... difícil, no queda más que adivinar. A saber quién es el bueno entre José Luis, Bulmaro, Yolanda, Hortensia o Christian, por enumerar sólo la mitad de los aspirantes a la dirección municipal del PRD.
Según la observadora electoral Marisol Rosales, estudiante de Cosmetología del Cetis 165, los más avanzados en esto de entender la elección perredista tardaban cinco minutos en terminar de votar, pero Angeles ya supera ese tiempo. La ruidosa música de Los Cadetes de Linares que se escucha del tianguis contiguo, allá en la colonia Ampliación Ricardo Flores Magón, lleva ya casi cuatro rolas; el velorio de un recién nacido acompañado de música de banda ya terminó de cruzar la calle y ella apenas lleva poco más de la mitad de ese laberítinco trámite que debe realizar.
Elección de presidente nacional; de presidente estatal; de dirigente municipal; de consejeros nacionales; de consejeros estatales; de miembros del congreso nacional, y elección de comités de base.
Casi 15 minutos después, y con la ayuda de su hija adolescente, logra salir de la primera mitad de nombres. Ahora viene la segunda fase: introducir el bonche de papeles en las cuatro urnas que están en la casilla electoral.
Y en esas anda, de averiguar la urna que corresponde a cada una de las boletas, cuando otro sexagenario perredista comienza su trámite y anticipa lo que le espera con una pregunta al presidente de la mesa: ''ƑNo me iré a hacer bolas con tanto papel?''
Es Roberto Calvillo, burócrata jubilado que acude, dice, por seguir el cambio. Seguro está, como su esposa Gloria, de que Rosario Robles es la indicada para dirigir al partido.
-ƑY en el resto de las boletas cómo le hizo? -se le pregunta una vez que sufragó.
-No m'ijo, pues ahí como salió. Qué va a andar uno viendo eso...
Su esposa tercia: ''Pues al fin y al cabo todos son perredistas, así... ahí quedarán''. Con quien si están agradecidos ambos es con el jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador, por quien reciben 600 pesos cada uno. Doña Gloria da por terminada la charla: ''Si para la próxima elección vivimos, pues para él será el voto''.
Y es que para votar con razonamiento en esta elección del fin del mundo para el PRD, del no hay mañana para elegir todo lo elegible en el sol azteca, se requiere ser perredista y perredólogo para dirimir, en conciencia, quién para cada puesto de entre las decenas de listas, para hacer coincidir que en la tercera boleta hay que ir por la planilla cinco, o que en la papeleta siete es menester optar por el candidato dos, o en la octava y última es preciso decidir por la seis.
La citada casilla, enclavada en el corazón de Iztapalapa, abrió a las 12 del día, tres horas después del horario oficial. La tardanza en la instalación es el común denominador en los comicios perredistas. Por lo menos hora y media se retrasó cada una en abrirse en esa zona.
''Es que nos entregaron tarde la papelería'', justifica Janet García, presidenta de la sección 4312. Pequeño detalle que dejó sin votar a decenas de sus correligionarios, a quienes con tanto tiempo para la instalación se les agotó la paciencia. Causal de nulidad, alegaría el PRD en cuaquier comicio federal.
-ƑY tú sí le entiendes a quién hay que elegir en cada boleta y para qué cargo? -se pregunta a la funcionaria de casilla.
Medita la respuesta y busca la salida.
-ƑTe digo la verdad? Estoy aquí por mi papá, que quiere ser del comité de base, pero así decirte bien qué es en cada cargo... la verdad no.
Josefina Alcalde, suplente de la mesa, aventura una respuesta en el caso de la elección para el congreso nacional del PRD: ''Es para que nos representen bien y luchen por el pueblo por las necesidades que tenemos aquí en Iztapalapa''. Un vistazo a la lista permite identificar en la cabeza de una de las planillas a René Arce, precisamente el delegado en Iztapalapa.
-ƑPero qué no les ayuda más como delegado que como congresista del PRD?
-Es que hay cosas que él no puede hacer como delegado, pero sí como congresista.
No es lo único. Presentes en los comicios perredistas están aquellas prácticas de cuño priísta: el ratón loco o el rasurado del padrón. Los electores van y vienen por las diversas casillas aledañas al Cerro de la Estrella en su víacrucis electoral. ''Váyase a la iglesia del Perpetuo Socorro, ahí sí le debe de tocar'', dice el funcionario a otro irritado militante perredista. Y es que este último ya fue a la parroquia de María Auxiliadora y nada más no aparece en la lista de electores. Sólo sus deseos de votar lo mantienen en su afán por dar, por fin, con el paradero de su mesa.
La práctica es recurrente. Una joven militante, presidenta de la casilla del mercado de la colonia Santuario, admite sin mucho pesar: ''Mire, aquí llevamos 29 votos efectivos y más de 60 militantes que no han podido votar, aunque quieran. ƑQué le hacemos?'' Nueva causal de nulidad, dirían los clásicos perredistas en aquello de impugnar comicios.
Hacia el mediodía, Carmen García Gonzez, aspirante al comité de base y simpatizante de Rosario Robles, dice que de la bodega del Centro de Desarrollo Social Villa Estrella no han cesado de salir despensas desde muy temprano para apoyar al hermano del delegado Víctor Hugo Círigo. Unas despensas que, dice la perredista, debieron ser entregadas el 8 de marzo en ocasión del Día Internacional de la Mujer.
Así transcurre la jornada en los comicios del PRD. Pasarán al menos tres años para que los perredistas vuelvan a encontrarse en el dilema de elegir todo lo elegible, en un solo día en que el mundo se va a acabar.