Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 11 de marzo de 2002
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TOROS

43 orejas y un rabo en 19 tardes, pueblerino saldo de la temporada 2001-2002

Consolidar la dependencia taurina, principal logro de la Plaza México

Prevalecieron la mansedumbre, los carteles desequilibrados y las medias entradas

LEONARDO PAEZ

Al margen de la compulsión orejera que invadió a jueces y público de la Plaza México en la temporada 2001-2002, lo que redujo el otrora coso más importante del continente a grotesca pasarela de cachondeos taurinos, las 19 corridas permitieron corroborar algunos de los rasgos que caracterizan hoy en día a lo que va quedando del espectáculo:

toro_clavellero_mm61. La comodina reiteración de la empresa de que al no haber toreros atractivos en el país, gracias a la pobre visión de los empresarios, debe armar la temporada en función de las exigencias y caprichos de los diestros que se ve obligada a importar, sean estos buenos, regulares o malos. Esa deliberada dependencia taurina en beneficio de unos cuantos de aquí y de allá, será la puntilla de un espectáculo que, con criterios menos colonizados, hace tiempo habría recuperado su grandeza.

2. El amiguismo como política empresarial, al grado de que algunas ganaderías enviaron hasta tres encierros -De Santiago- o dos -Reyes Huerta y Xajay-, independientemente de su juego e integridad de sus astas, aprovechando la anuencia de la delegación Benito Juárez de no efectuar exámenes post-mortem ni a aquellas reses sospechosas de manipulación.

Igualmente la necedad de repetir o de incluir a toreros nacionales e importados sin merecimientos ni atractivo (Paco Ojeda, Javier Conde, Alberto Rodríguez y Pepín Liria, y las desalmadas contrataciones de rejoneadores como Martín González Porras y Luis Carredano) en perjuicio de otros con más cualidades y verdadero potencial o que ni siquiera comparecieron no obstante estar en el derecho de apartado (El Conde, Jorge Mora y Alejandro Anaya).

Y por último, el voluntarismo de la empresa para sacarse de la manga seis infames carteles de ocho o más toros, siendo que la gente sólo llenó el coso en el festejo de aniversario de la plaza, el 5 de febrero.

3. La frivolidad ganadera empeñada en buscar el buen estilo en los astados a costa de su bravura, o si se prefiere: Ante la tempestad de la creciente mansedumbre, la renuencia de los criadores para hincarse a recuperar la casta. El kilismo como sustituto del celo y los cinqueños en lugar de la codicia. Si a esa falta de espectacularidad en las reses se añade la falta de hambre en los toreros, se explica el poco interés que las combinaciones despertaron en el público, que no hizo más de dos llenos y sí numerosas medias y cuartos de entrada.

4. La escasa sensibilidad e imaginación del promotor tanto para combinar nombres y animales -las reses de la ilusión, mansas pero repetidoras, a los coletas consagrados y los toros con verdaderos problemas o franco mal estilo, para los diestros menos fogueados- como para repetir, con oportunidad y criterio taurino, a aquellos matadores que dejaron buen ambiente (Fermín Espínola, Antonio Barrera y Mariano Ramos, entre otros).

5. La por todos conceptos lamentable actuación de los jueces de plaza Manuel Gameros ?aquel bochornoso indulto involuntario era causal de destitución, pero los gobiernos del cambio también prefieren llevar la fiesta en paz?, Heriberto Lanfranchi y Ricardo Balderas, este último con más criterio taurino que sus colegas pero todos aquejados de una mortal apendicitis ante la menor presión del público e incluso de motu proprio, por no hablar de su benevolencia para aprobar novillotes mochos para los ases nacionales e importados.

6. El condicionamiento consumista de un público mitotero y desinformado que bastante hace con acudir ?y pagar reventa? cuando anuncian a productos como Hermoso o El Juli, mientras el promotor tiene cara para quejarse de que el público rechace pagar lo mismo por ternas modestas.

Lo memorable

Poco se puede rescatar del errático serial, habida cuenta de que el toro bravo es la condición sine qua non para una tauromaquia trascendente, por lo que más que del talento valdría hablar del talante de algunos matadores, sin tomar en cuenta las orejas cortadas dado el nivel festivalero que prevalece en la plazota.

Encabeza la lista Eulalio López El Zotoluco, triunfador en España, quien en cuatro actuaciones corroboró su nivel tauromáquico y su celo torero, realizando faenas inteligentes y pundonorosas, sin que faltara la inspiración, a toros de muy diversos estilos. Le sigue Rafael Ortega, que en tres tardes -nunca con El Juli, al que le resulta muy incómodo-desplegó su afición y dominio cabal de los tres tercios. Si cambiara de administración...

Con novillotes de la ilusión se despidió por segunda vez Eloy Cavazos, en tarde en que Jorge Gutiérrez aprovechaba la docilidad de su lote y se permitía ordenar al pasmado juez Gameros el indulto de Fenómeno, su segundo. Tras ese chou, buen cuidado tuvo Jorge de no regresar. En tres tardes Miguel Espinosa exhibió el nivel detallista de siempre y en una sola Mariano Ramos realizó dos magistrales trasteos con inválidos de Celia Barbabosa. En lugar de repetirlo, la empresa optó por las importaciones absurdas de Ojedas y demás aventureros.

Entre los diestros mexicanos jóvenes sobresalió por su decisión y carisma Leopoldo Casasola en tres actuaciones, si bien utilizado en dos por la empresa para presionar al Juli. Otros jóvenes que apuntaron ?cuando ya debían haber disparado? fueron Jerónimo, Fernando Ochoa, Ignacio Garibay y Alfredo Gutiérrez ?quizá las mejores verónicas de la temporada?, en tanto que Antonio Urrutia y Manolo Mejía parecen haber dado lo que tenían que dar.

Los ases españoles preferidos de la empresa hicieron evidentes sus avances luego de torear en su país cien corridas o más. El Juli hasta un rabo se llevó por completa lidia a Rey de Oro, de Reyes Huerta, y Enrique Ponce, con el noble Quinito de Teófilo Gómez, realizó en la decimocuarta corrida su mejor faena, luego de nueve temporadas consecutivas. Espectacular pero predecible y mecánico se vio a Hermoso de Mendoza en dos tardes. Por nota toreó Finito de Córdoba en su primera tarde y devolvió las orejas en la segunda.

Otros jóvenes españoles que mostraron torerismo fueron Morante de la Puebla, con una calidad fuera de serie; Juan José Padilla, interesante y temerario, y Antonio Barrera, con una quietud excepcional. Todos volvieron ya a su país a seguir toreando; nuestros empresarios los esperarán.

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