VIENTOS DE LOCURA BELICA
Si
fueran ciertas las informaciones publicadas por uno de los principales
diarios estadunidenses, que dice disponer de documentos secretos, se confirmarían
las peores sospechas de muchos analistas internacionales sobre los planes
del presidente George W. Bush. Este, según el diario, habría
dado órdenes de estudiar ataques atómicos contra Irak, Irán,
Libia, Siria, Corea del Norte, Rusia y China. Entre estos países
figuran dos potencias nucleares que además forman parte del Consejo
de Seguridad de Naciones Unidas. Los otros países son potencias
regionales que podrían disponer en cualquier momento de armamento
nuclear para su defensa o para acciones de represalia si fueran atacados.
Ya en los documentos del Consejo de Seguridad estadunidense
que formulan previsiones hasta el 2015 estaba contenida, para quien supiera
leer entre líneas, esta amenaza macabra para toda la humanidad,
que podría verse envuelta en una guerra nuclear generalizada.
La guerra en Yugoslavia (en realidad para sacar a Rusia
del juego en el Mediterráneo), la guerra fomentada en Chechenia
y las maniobras militares estadunidenses en Georgia, en el Cáucaso
petrolero, así como la guerra en Afganistán para controlar
el petróleo del Caspio, reducir el papel de Rusia en la zona y cercar
a China son algo más que inquietantes coincidencias. Asimismo, el
bombardeo a la embajada china en Belgrado, la incursión en territorio
chino de aviones espías de Estados Unidos, el regalo al Presidente
chino de un avión repleto de micrófonos espías para
que los servicios de seguridad de Pekín los encontraran, a modo
de amenaza (y de paso medir la magnitud de la reacción china ante
las provocaciones), tampoco son accidentes.
El presidente Bush, en su ignorancia y aventurerismo,
se inclina siempre a jugar con fuego y a apretar el pedal de los preparativos
bélicos (con presupuesto récord para tal fin y con la construcción
del escudo estelar, denunciado como aventura armamentista por China, Rusia
y la Unión Europea) con lo que pasa por encima de sus aliados y
de las Naciones Unidas, decidiendo por sí mismo la suerte del mundo
y cuáles son, según él, los "Estados canallas" o los
próximos blancos de su guerra. Eso es sumamente inquietante y permite
creer en cualquier locura.
Es de desear, pues, que una investigación seria
dé luz de inmediato sobre la veracidad de la información
publicada por el cotidiano estadunidense. Sean cuales fueren los resultados
de la misma, de todos modos el daño ya está hecho, dado que
la brutalidad de la diplomacia de Estados Unidos da verosimilitud a las
peores hipótesis y siembra la peor suspicacia en el ámbito
internacional.