Autor de Diatriba de la vida cotidiana, libro publicado por Cal y Arena
Rafael Pérez Gay cuestiona mitos y ofrece un ''contrapunteo entre el humor y la melancolía''
La funcionalidad es un proceso posterior; la literatura debe ser una necesidad, expresa
RENATO RAVELO
Desde la exhibición de su propia experiencia en ''crónicas personales'', Rafael Pérez Gay cuestiona algunos mitos de las personas con las que ha convivido, y acierta porque no busca la revelación sino ''un contrapunteo entre el humor y la melancolía''.
Diatriba de la vida cotidiana (Cal y Arena) es un proyecto acariciado hace tiempo por Pérez Gay, pero no con ese rigor del pendiente que tiene con la literatura del siglo XIX, o el de cuentos ''de gente muy metida en los cuarenta'' que prepara.
Cuando se le pregunta, a una observación suya sobre la funcionalidad en la literatura, ya que Me perderé contigo y Llamadas nocturnas, dos de sus libros, corresponden a gente rumbo a los 30 y a los 40 años, sólo responde: ''Creo que la funcionalidad es un proceso posterior; la literatura debe ser una necesidad''.
Retrato de familia
De cómo irse deshaciendo de los poetas que aciertan a describir lo gris que a veces es la existencia, a la fobia a los amores o la filia al alcohol, sin caer nunca en la tentación de la sentencia, el libro de Rafael Pérez Gay es a la vez un retrato de familia en el que el lector se entera de la propensión de su hermano José María a disertar sobre filosofía alemana a muchos metros de altura, o bien de esa afición de los Pérez Gay a comprar cosas usadas o el secreto vínculo con La momia azteca. Pero en la exhibición, sin embargo, de alguna manera no se huele traición, delación o ajuste de cuentas.
-ƑCómo surge este proyecto?
-Desde hace tiempo tenía la intención de hacer un libro en el que pudiera poner algunas de las mitologías de la vida cotidiana en una especie de recuento de mediados de los años setenta para acá, de ahí que venga el sicoanálisis, la militancia política, Pedro Infante, el futbol, el matrimonio. Todos aquellos temas que para el medio en que he crecido han sido importantes. La idea general del libro es que estén en forma de diatriba, esa vieja forma literaria que se transformó después en texto difamatorio, pero que luego se convirtió en una conversación. Los textos son crónicas interiores o ensayos personales sobre asuntos internos, a caballo entre el chispazo narrativo, la evocación autobiográfica y la aventura ensayística.
-ƑCon cuál comienzas?
-En los años 80 eran raros la amiga o el amigo que no se habían analizado. Personalmente tengo una relación de amor-odio con el sicoanálisis. Esa fue la primera. Donde yo pensé que ya estaba más o menos redondo es con una Diatriba de los sueños; es curioso, porque hay como un ciclo. Vuelvo a tocar a Freud, porque creo que buena parte del siglo XX se la robó. Las más recientes investigaciones neurofisiológicas han demostrado que los sueños, ese teatro del absurdo, ese teatro de la memoria con el que estamos en contacto cada noche, no necesariamente pueden ser interpretados. Quedaron fuera las que sentía desentonadas o fuera de foco: de la cocaína, una droga de consumo casi masivo en nuestros días. También quedó fuera una diatriba de Michael Foucault.
El rayo del ridículo, un riesgo
-ƑApuestas por el humor?
-Creo que en muchas ocasiones la vida pública mexicana es más seria que una cabeza olmeca, y esa seriedad le quita profundidad, su aspecto lúdico, de modo que he tratado de acercarme a estos temas no con la pretensión de revelar una gran verdad, ni de poner en esas páginas una deslumbrante y nueva interpretación de los temas que toco, sino más bien de dar un tono contrapunteado entre el humor y cierta melancolía. De un tono de cierta tristeza sobre todos estos temas contrapunteado con la comicidad. Recuerdo que Schopenhauer decía que las vidas vistas completas, de lejos, son siempre trágicas; si uno se acerca a esas vidas siempre son tragicómicas, incluso la comicidad termina por devorar la parte melodramática. Hay un tono humorístico, a veces un tanto cínico, otras desesperanzado sobre los grandes temas de la generación que en los setenta cumplía veintitantos años.
-Pero se corre el riesgo de exhibirse...
-Es una buena palabra la que usas. Creo que no puede haber ningún tipo de literatura si no hay un gran momento de exhibición por parte del autor. Por exhibición entiendo la seriedad, si me permites ahora la palabra, y el compromiso con el que te acercas a tus temas: siempre estás corriendo el riesgo de que el rayo del ridículo caiga, pero creo que la literatura a la que soy afín debe tener una parte de exhibición. Al final escribir es un acto solitario, pero publicar es un acto en el que el conjunto de textos ya no son tuyos sino de otros. Por lo menos en los libros que a mí me dicen cosas, la exhibición puede llegar a conmover.
-ƑEn qué trabajas literariamente?
-Preparo un libro de cuentos desde hace tiempo, un conjunto de diez relatos, pero los temas son en ocasiones similares. Hay personajes de 30 años en Me perderé contigo, luego en Llamadas nocturnas los personajes van rumbo a los cuarenta, y ahora revisando este libro advierto que son personajes que van rumbo a los cincuenta. Además, tengo un libro de literatura del siglo XIX que me debo a mí mismo.