Angel Guerra Cabrera
Fundamentalismo hindú
India ha dejado de ser el proyecto de Estado secular y no alineado inspirado por Gandhi e impulsado por Nehru. La globalización neoliberal unipolar y la errática conducta del Partido del Congreso en su largo reinado llevaron a un pronunciado giro a la derecha en la enorme nación asiática, enfatizado ahora por la alianza de Delhi con la aventura bélica de Bush y el Israel de Sharon. Al llegar al gobierno el partido Bharatiya Janata (BJ), del primer ministro Atal Bihari Vajpayee, entronizó el ultranacionalismo religioso que ve como extranjeros a los no hindúes. No sorprenden, pues, los incidentes interconfesionales de días recientes, que con la complicidad de las autoridades locales y la débil reacción de las centrales han causado la muerte en el estado de Gujarat a más de 500 personas, en su mayoría musulmanes. El detonador fue otra vez la agitación promovida por las dos formaciones extremistas hindúes -el Vishnu Hindu Parishad (VHP) y el Rashtriya Swansewak Sangh (RSS)- en favor de construir un templo al dios Ram en la localidad de Ayodhya, donde antes hubo una mezquita. La mezquita de Ayodhya, emplazada desde el siglo XVI en el sitio donde supuestamente nació Ram, uno de los integrantes de la trinidad hindú, fue demolida en 1992 por una muchedumbre movilizada por las citadas agrupaciones. Siguieron choques interreligiosos que costaron la vida de más de 3 mil personas. Ayodhya es considerado lugar sagrado por musulmanes e hindúes. El ataque, al parecer premeditado, de activistas islámicos a un tren de fieles hindúes que regresaban de Ayodhya a Gujarat la semana pasada, provocó la muerte por quemaduras de 58 pasajeros y dio el pretexto para la nueva masacre de musulmanes.
Antes de la destrucción de la mezquita, el actual ministro del Interior, L. K. Advani -entonces en la oposición y hoy segundo en la línea de sucesión del septuagenario Vajpayee-, encabezó una peregrinación al lugar para protestar por la existencia del santuario islámico, esgrimida por los extremistas como símbolo del "abuso de los musulmanes contra los hindúes". Advani ha abogado desde entonces por la construcción del templo a Ram. Fundado en 1925, el RSS -que como el VHP es una organización minoritaria, basada en el fanatismo religioso y sin registro de partido político- fue calificado de fascista por Mahatma Gandhi, quien cayó asesinado por uno de sus miembros poco después de la independencia de India. Adeptos del RSS y el VHP ocupan cargos clave en el gobierno del BJ, partidario declarado de la hinduización del país, por lo que círculos seculares indios conceptúan a los tres como caras distintas de un mismo triángulo fascista.
El aliento a la ola de odio antimusulmán de 1992, la destrucción de la mezquita y la promesa de construir en su lugar el templo a Ram abrieron el camino del BJ al gobierno, en un país donde la mayor parte de la población profesa el hinduismo. No obstante, el BJ nunca ha conseguido mayoría parlamentaria y se ha visto obligado a gobernar en coalición con una gama de pequeños partidos que no necesariamente comulgan con sus posiciones extremistas, lo que explica que no se haya edificado el templo hindú.
Bajo la gestión del BJ han crecido en forma alarmante la corrupción, el desempleo y el déficit fiscal, se ha estancado la agricultura, el país entró en recesión desde 2001 y se ha generalizado la ingobernabilidad. A ello se debe que el partido en el poder haya perdido las últimas cuatro elecciones en los estados. Por eso levantar de nuevo el asunto del templo en Ayodhya se ha asociado con una estratagema electoral del BJ, de cara a las próximas elecciones en el estado de Uttar Pradesh. Muchos de sus militantes y activistas alentaron y participaron en los recientes linchamientos. La realidad parece ser más compleja y haber unido intereses electoreros de los más moderados del BJ, con actitudes más radicales de otros que aprovechan la coyuntura para avanzar su agenda fundamentalista. Uno de ellos, el ministro de Defensa, George Fernandez, quien no tardó en culpar a Pakistán del ataque al tren de peregrinos, contradiciendo la opinión de fuentes de inteligencia indias.
El fundamentalismo de Delhi estimula conductas semejantes en la generalmente moderada comunidad musulmana -tercera del mundo, con más de 100 millones de integrantes-, dinámica que de escalarse podría desintegrar India. A la vez que atiza las ya agudas tensiones con Pakistán.
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