Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 7 de marzo de 2002
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Política

Octavio Rodríguez Araujo

Universidades, ultras y provocadores

Rosalío Wences, ex rector de la Universidad Autónoma de Guerrero, dijo a La Jornada (5/03/02) que la universidad-pueblo, como le llamaron a su experimento de hacerla popular y desde sus aulas impulsar una revolución social, fue un modelo que "correspondió a los tiempos en que la izquierda soñaba con el socialismo real". Esto no es exacto. Justamente lo que en esos años se planteaba la izquierda, en realidad el izquierdismo posterior a los movimientos del 68, era, sí, la revolución social a partir de los centros educativos, pero no con referencia a lo que se llamó "socialismo real". Esos izquierdistas, que también fueron llamados ultraizquierdistas, formaron parte de la nueva izquierda de aquellos años.

Esa nueva izquierda no se planteó la toma del poder, como se lo propusieran los marxistas en sus diversas corrientes, sino terminar con el poder existente, en unos casos, o influir en ese poder existente para cambiar sus formas de manifestación en relación con "el pueblo" y en la orientación de la economía, en otros casos. Hubo intenciones de abolir el "poder", por ejemplo en escuelas medias y superiores, como ocurrió en Estados Unidos ("estudiantes sin profesores") o, como más tarde se intentó en México bajo las formas de "cogobierno" y "autogobierno" en varias universidades públicas; pero también, a partir de la toma de universidades como "bases rojas", para de ahí influir en otros sectores de población y en organizaciones de izquierda hacia la toma del poder nacional y no sólo universitario; fue el caso de algunos grupos ultraizquierdistas en Inglaterra, Francia y Alemania y por lo menos en tres universidades públicas en México (Sinaloa, Guerrero y Puebla). Pero tanto los abolicionistas como los que intentaban la toma del poder fueron grupúsculos ultraizquierdistas (unos anarquistas y otros maoístas) que partían de bases irreales sobre su propia condición y la que les rodeaba, de donde no extrañó a nadie que fracasaran en muy poco tiempo logrando, triste y lamentablemente, que sus "bases rojas" entraran en crisis como centros educativos. Da la impresión de que pensaban que estaban haciendo su Revolución Cultural, sin las condiciones de China, o formando su Comuna de París sin haber tomado en cuenta las razones de su fracaso un siglo antes.

El izquierdismo de los años sesenta y setenta del siglo pasado fue una reacción a la izquierda tradicional, es decir, a los partidos comunistas y socialdemócratas y, por supuesto, a la política de la Unión Soviética en el ámbito de la guerra fría.

Los anarquistas simplemente estaban en contra del autoritarismo, dentro y fuera de las universidades, en los países capitalistas y en los llamados socialistas. Los maoístas, en cambio, además de haber estado en contra del autoritarismo en las universidades, donde los profesores reproducían -según ellos- el pensamiento burgués, intentaron usar sus escuelas como centros de operación y difusión revolucionarias. Nunca lograron influir en los sectores proletarios, pero sí destruir las universidades "tomadas".

Contra lo que dice Wences, no sólo se desprestigiaron, sino que disminuyeron considerablemente su nivel académico y, peor aún, cambiaron un "pensamiento único" (que en realidad no era tal), por otro, el del sector marxista más ignorante, dogmático y elemental que se haya conocido. En no pocas escuelas llegaron a expulsar a profesores incluso marxistas por el simple expediente de que no comulgaban con las ideas de los "revolucionarios" estudiantiles -mejor conocidos como "activistas" porque en realidad nunca pasaron de ahí (el estudio, obviamente, no se les daba, los libros eran muy difíciles y, además, qué flojera: lo importante era el activismo).

De lo anterior no debe pensarse que repruebo a los izquierdistas o ultraizquierdistas. Pienso que, para los casos comentados, estaban en un error, que se aislaron de la realidad y que eran, como dijera Lenin, "desesperados pequeñoburgueses", pero nada más.

La izquierda en general les debe mucho a los izquierdistas, con errores y aciertos (que también los han tenido), pues, por lo menos, han servido como presión para empujar hacia posiciones más imaginativas. Pero, como descubrí en un libro que recientemente terminé de escribir sobre el tema, hay ultraizquierdistas intransigentes y otros necios. Los necios lo son por ignorancia, por dogmatismo o porque juegan el papel de provocadores y, por lo mismo, suelen ser sectarios y como tales terminan quedándose solos, sin que nadie los siga o los respete y, por lo tanto, son vistos con desconfianza.

Como escribieran González Casanova, Flores Olea, Villoro, Concha y otros colegas universitarios: "ni siquiera pueden ser explicados como producto de una posición de ultraizquierda". No lo son y desde hace rato ni siquiera parecen serlo. Son provocadores, necios y violentos y, con lenguaje ultraizquierdista, lo único que han querido hacer es destruir la universidad pública, autónoma y gratuita. Pero no lo lograrán.

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