Sami David

Madrazo: partido compartido, no dividido

El Partido Revolucionario Institucional llegó el pasado 4 de marzo a un nuevo aniversario con una dirigencia nacional respaldada por el mandato democrático de militantes y simpatizantes. Un proceso que indudablemente atrajo la atención de quienes advierten que los espacios de participación ciudadana deben fortalecerse. De esta manera, el PRI dio muestras de su larga experiencia y de su instrucción política, pero también de coherencia y fortaleza. La voz de la militancia asumió su responsabilidad y amplios sectores de la sociedad pudieron confirmar que el PRI ofrece alternativas viables para asumir su tarea política con el propósito de establecer puentes necesarios en la conducción del país, tan importantes para la gobernabilidad.

Ahora, sin traicionar sus raíces populares, este instituto político buscará reivindicar los liderazgos auténticos y la democratización real de los métodos para elegir a dirigentes y candidatos a puestos de elección popular. Con ello no se pretende recuperar el pasado, sino construir el futuro con un nuevo desempeño político y las prácticas congruentes necesarias para encabezar la transición política y establecer la nueva cultura democrática que el país requiere.

La democracia social afirma la voluntad y la participación ciudadana. Por ende, el Revolucionario Institucional, como señaló la nueva dirigencia en voz de Roberto Madrazo Pintado, rechazará las imposiciones verticales y centralistas, así como los intereses de grupos para ofrecer verdaderas alternativas de gobernabilidad.

Conciliar intereses comunes, aceptar las diferentes ideologías y programas, debatir con argumentos para alcanzar acuerdos para funcionar con responsabilidad y madurez es la tarea primordial de este partido que aspira a la reconciliación y al compromiso a fin de encabezar la transición política.

Los nuevos tiempos exigen un proyecto de desarrollo nacional con un signo demócrata social. Y éste es el desafío que ahora emprende el PRI para cumplirle al país. Por lo mismo, quienes apostaron por el derrumbe de las estructuras partidistas, quienes se regocijaron ante la supuesta fractura de los cuadros más significativos del priísmo nacional, nuevamente se equivocaron.

Y es que un partido con largos años en el poder provoca encono, resentimientos y termina por despertar polémicas. Pero desgasta más no tener el poder.

En el presente, el PRI debe empujar saldos positivos partiendo de la gran convocatoria abierta en que descansó el proceso de selección interna. El posicionamiento de este partido es sintomático, demostrativo de que valió la pena la contienda, independientemente de las declaraciones infortunadas y controvertidas de algunos militantes, producto más del apasionamiento que de la reflexión. Cierto: la democracia como voluntad política conlleva riesgos, y el PRI los supo asumir con entereza. Al tiempo, el desafío está vigente, transforma al partido en una organización fuerte, moderna y eficaz. Un cambio fresco, un cambio sincero.

Es evidente que más allá de ver la paja en el ojo ajeno, conviene renovar todas las fuerzas y corrientes partidistas y estimular y asumir todos los cuadros activos a fin de continuar el cambio. El reposicionamiento del PRI requiere de esta tarea conciliadora. También es prudente remontar las inercias para que la sociedad recobre la credibilidad en el PRI y acepte su transformación, puesto que es obvio que la militancia y los simpatizantes optaron por un partido compartido, no dividido. Un partido fuerte, moderno, capaz de generar acuerdos políticos para abordar los grandes temas de la realidad política nacional.

[email protected]