Paracaidistas británicos de la ISAF fueron tiroteados; no reportan heridos
ONU, por mantener fuerzas de seguridad en Afganistán
Alemania y Francia se oponen a que actúe fuera de Kabul En panfletos llaman a la jihad
DPA, AFP Y REUTERS
Kabul, 28 de febrero. Paracaidistas británicos de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) fueron atacados hoy a disparos en esta capital, al tiempo que circulaban panfletos anónimos para que esa agrupación abandone cuanto antes Afganistán y en repudio a la presencia estadunidense.
"Hay gente descontenta con la presencia de la ISAF en algunos sectores de la ciudad. En esas áreas hay tensiones", señaló el portavoz de la fuerza multinacional, capitán Graham Dunlop, al informar sobre el tercer incidente en menos de dos semanas en que se ven involucradas las tropas británicas.
Los paracaidistas respondieron a los disparos hechos por un hombre, que huyó del lugar sin que se produjeran heridos. Apenas la semana anterior se registró un incidente similar, sin embargo, el pasado día 16, por temor, los británicos atacaron un auto y mataron a un civil e hirieron a otras cuatro personas de una misma familia.
En cuanto a los volantes, la agencia Aip citó que en ellos se afirma que "si Dios quiere, está muy cerca el día en que Afganistán se convierta en un cementerio mayor de lo que fueron para los estadunidenses Vietnam y Somalia". Además, se exige la retirada inmediata de la fuerza multinacional.
En los anónimos, escritos en pashtún, el idioma del mayor grupo étnico en el país, se insiste en la "jihad (guerra santa)" contra la "cruzada" de Estados Unidos y sus aliados, y se advierte que una potencia mundial como la antigua Unión Soviética "fue reducida a cero por su invasión en Afganistán y la resistencia ofrecida por los mujaidines".
Pero en Berlín, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, se declaró en favor de prolongar la presencia de las tropas de la ISAF en el país centroasiático más allá de su actual mandato, que vence en junio. Subrayó que no se debe repetir la negligencia en torno de Afganistán, cuando se le abandonó después del retiro de los soviéticos.
Ante el Parlamento alemán, Annan hizo un paralelismo con lo ocurrido al término de la Segunda Guerra Mundial en relación con Alemania, al señalar que ésta contó con la ayuda del exterior para su reconstrucción. Aseveró que la historia hubiera sido muy diferente si los aliados se hubiera retirado dos o tres años después de 1945.
El canciller federal alemán, Gerhard Schroeder, se declaró dispuesto a discutir la extensión del mandato de la ISAF, pero se mostró reticente a la ampliación de esas fuerzas más allá de Kabul. Respecto a la cuestión de Irak, el líder parlamentario alemán, Wolfang Thiers, advirtió a Estados Unidos sobre un ataque unilateral contra Bagdad.
The Washington Post comentó que Estados Unidos está dispuesto a apoyar una ampliación "moderada" de la fuerza de paz en Afganistán, y posiblemente respaldaría un despliegue en la estratégica ciudad norteña de Mazar-e-Sharif.
En cambio, el presidente francés, Jacques Chirac, se sumó a lo dicho por Schroeder de que "no es buena solución" llevar fuerzas internacionales fuera de Kabul. Dijo que los franceses no estaban convencidos de desplegar fuerzas al resto de Afganistán porque "interferiría en los asuntos internos de la nación".
El primer ministro británico, Tony Blair, expresó su respaldo a la posición del estadunidense George W. Bush de calificar a Irán, Irak y Corea del Norte como "ejes del mal", y sostuvo que Bagdad constituye "un peligro" para "el mundo entero". Incluso, Blair habló por teléfono con Bush, mientras se informaba que éste aprobó un nuevo plan encubierto de la CIA para derrocar a Saddam Hussein.
Bagdad rechazó de inmediato lo dicho por Blair, al señalar que suele hacer "declaraciones tendenciosas y hostiles a Irak, siguiendo a Estados Unidos, sin ninguna verificación". Aseveró que si Gran Bretaña puede decir al mundo entero cómo y dónde produce Irak armas de destrucción masiva, entonces recibirán de inmediato una misión británica para que "nos señale".
En Tbilisi, el presidente de Georgia, Eduard Shevardnadze, lamentó la "auténtica histeria" de la reacción rusa a la llegada a su país de un grupo de expertos militares estadunidenses, y afirmó que el arribo de esas tropas era parte de un plan diseñado desde hace varios años para fortalecer la independencia de su país.