MAR DE HISTORIAS
Regreso a la oscuridad
CRISTINA PACHECO
Demetrio aparece en la estancia con una escalera plegable echada al hombro. Al verlo, Nieves deja de ordenar el trinchador y va al encuentro de su marido:
-ƑY eso?
Demetrio no le responde ni la mira. Jadea mientras planta la escalera a mitad de la sala, bajo el candil en forma de estrella. Sus prismas tintinean al mínimo soplo de aire y a los primeros movimientos sísmicos. Ante el silencio de su marido, Nieves insiste:
-ƑQué haces?
-Voy a arreglar esto-. Demetrio observa el candil.
-No te apures: ya le cambié los focos fundidos-. Nieves suspira satisfecha: -Probé los nuevos y funcionan bien.
Desde lo alto de la escalera Demetrio fulmina a Nieves con la mirada. Enseguida, con movimientos precisos, el hombre afloja el primer foco. Antes de metérselo en el bolsillo posterior del pantalón comprueba su potencia:
-Ya me lo imaginaba: cien watts, ni más ni menos.
-No lo quites. Ya te dije que está nuevo-. Nieves se ensombrece cuando ve a Demetrio repetir el procedimiento con el segundo foco. -ƑQué, no me oíste? Todos prenden bien.
-šCáchala! -grita Demetrio al tiempo que arroja la bombilla. Cuando sólo quedan dos focos en el candil, Demetrio baja, dobla la escalera, se la echa al hombro y se dirige a la azotehuela.
Desconcertada, Nieves va tras su marido.
-ƑPor qué hiciste eso?
-Porque con dos focos es suficiente-. Demetrio arrincona la escalera y vuelve a la estancia sin prestar atención a la inquietud de su mujer: -Guarda los demás. Siempre hacen falta.
Nieves se detiene bajo el candil tuerto:
-Se ve horrible, así no luce.
-Ni modo.
-ƑQuién te entiende? -Nieves parpadea: -ƑNo te acuerdas de que lo elegiste porque iluminaba bonito?
-Pero entonces no sabía que iban a subirnos la luz al doble.
-Ah, es por eso-. Nieves oprime el apagador: -Así ni alumbra. Al menos yo, no veo nada.
-Pues compra unas velas.
-Ni que estuviéramos en el rancho.
-Antes decías que te encantaban, que eran muy románticas.
-Sí, muy románticas en ratitos, pero no cuando me siento en la sala a tejer mis colchas. Trabajo acá precisamente porque la luz es muy buena. ƑQuieres que me quede ciega? -Nieves interpreta el silencio de su marido: -Con tal de ahorrar, no te importaría.
-ƑQué es ese ruido?
-La lavadora. ƑQué más va a ser?
-Por cierto, Ƒcuántos días a la semana la pones?
-De cajón, lunes y jueves. Sale muchísima ropa.
-Pues de ahora en adelante procura lavarla toda el lunes.
-Ni sabes lo que estás diciendo-. Nieves habla con suficiencia: -Nomás con tus overoles, los uniformes y los pantalones de tus hijos me llevo una lavada completa. La ropa chica va aparte.
-ƑNo podrías tallarla en el lavadero? -Demetrio rehúye la mirada rencorosa de su mujer: -No me veas así: yo no aumenté las tarifas.
-Yo tampoco, pero voy a ser la amolada.
-Pues reclámale al gobierno y no a mí.
-De seguro me va a hacer mucho caso.
-No discutamos. Tenemos que racionalizar el gasto. Si ya me pesan los seiscientos que estoy pagando, Ƒte imaginas el doble?
-Cómo no voy a imaginármelo, si te la pasas quejándote por lo mismo. Todo lo que compro para la casa te parece carísimo. Pero Ƒqué tal cuando se trata de cambiarle los rines a tu coche? Hasta parece que te estoy oyendo-. Nieves imita la voz de su esposo: -"Mi vida, los conseguí regalados y además están preciosos".
-Deja de fregar. Ya cállate.
-No me callo y no me parece justo ser la única que salga raspada para que ahorremos en la luz.
-La cosa va a ser pareja-. Demetrio se vuelve hacia el cuarto de su hija. -Dile a Moraima que cuando estudie apague su música, porque se duerme y la casetera se queda prendida toda la noche.
-ƑY qué me ganaría con decírselo? Parece que no la conoces. Salió igual de terca que tu hermano Andrés. Por cierto: se invitó a comer el domingo. Ya sabes que le encantan mis salsas.
-A mí también. Sobre todo las molcajeteadas-. Con el pretexto de enderezar la foto de bodas, Demetrio se pone de espaldas a su mujer: -Hace añísimos que no preparas una de ésas.
-Mi tía Luisa me pidió prestado el molcajete y no me lo ha devuelto. Dice que no lo encuentra-. Nieves regresa al trinchador y sigue ordenando el altero de servilletas.
-Ni que fuera un alfiler. Mañana vas a su casa y se lo pides. Piensa que también la licuadora gasta electricidad-. Demetrio se sobresalta al ver que su esposa, llorando, arroja las servilletas al suelo: -ƑQué te picó?
-Me da mucha tristeza que en vez de progresar vayamos para atrás, como los cangrejos-. Nieves mira al techo: -Cuando nos casamos no teníamos nada. Trabajamos durante años y con muchos sacrificios logramos hacernos de una que otra cosita: lavadora, tele, refrigerador, casetera, licuadora y mi candil. Sabes que era mi sueño tener uno de diez luces. Lo compramos en abonos. Ahora que terminamos de pagarlo, me sales conque nada más puedo ponerle dos focos.
-ƑQuieres que te diga la verdad? Nunca estuve de acuerdo en que compráramos esa madre. No sé por qué te entercaste con ese candil.
-Pues porque es bonito. Además, cuando tiembla, se mueven los cristales y nos avisa.
-Seguirá haciéndolo, aunque le queden dos focos.
-Siempre quieres tener la razón.
-ƑY tú no?
-Nomás cuando la tengo. ƑNo es cierto que vamos para atrás?- Nieves recoge las servilletas y las sacude.
-Imagínate: ahora que estoy más vieja y más cansada quieres que vuelva al molcajete, que lave a mano, que me ilumine con velas.
-No es que quiera, entiéndelo. Te repito que yo no subí la luz. Aunque no lo creas, todo esto tampoco es agradable para mí.
-Pero tú Ƒqué? Ni lavas, ni cocinas, ni estás mucho tiempo en la casa.
-Porque estoy en la chamba. Y te consta que en cuanto salgo de la fábrica me vengo para acá. Nunca voy a un cine. Mi única distracción es ver la tele-. Demetrio inclina la cabeza: -Antes de que se me olvide, a esto también sería bueno que le bajaras.
-Mejor bájale tú. Desde que te quitaron las horas extras no me has dejado ver completo ni un capítulo de mis telenovelas. En cuanto llegas, te apoderas del control y te la pasas viendo tus programas de encueradas o el futbol.
-ƑPreferirías que me fuera a la cantina?
-Tú sabrás lo que haces. Tira el dinero, al fin que aquí tienes a tu mensa que te ahorra los centavos.
-También voy a cooperar para que ahorremos luz. En la noche ya no voy a ver tanta televisión-. Demetrio guiña el ojo: -Te va a convenir.
-Ni tanto. En la nochecita, después de tallar la ropa en el lavadero y de moler en el molcajete sólo van a quedarme fuerzas para dormir.
-Y entonces, Ƒcómo le vamos a hacer con aquello?
-Ay, mi vida, pues ahora sí que cuando se pueda.
-No m'hija, perdóname: no me casé para esto.
-Ni yo compré mi candil para tenerlo apagado, pero ni modo: la cosa es ahorrar en luz-. Nieves se quita el delantal: -Antes de que se haga más noche voy a la tienda por velas.