Gregorio Walerstein, a un mes de su fallecimiento
Francisco Peredo Castro
A un mes del deceso de Gregorio Walerstein, productor de cine mexicano, conviene recordar que es la obra de los hombres lo más útil para perpetuar su memoria. Y simultáneamente, en relación con los artículos publicados sobre su persona, cabe hacer algunas precisiones. Walerstein fue uno de los productores que lo eran en una acepción amplia, más allá de la búsqueda y aportación de recursos financieros. El término mogul, aplicado a los productores hollywoodenses, aludía al productor también como creador del filme, en tanto proponía su concepto, su estilo, con gran cuidado de lo que ahora denominamos calidad total, un seguimiento minucioso y la adecuada selección de los participantes hasta su lanzamiento final. Quizá en el cine mexicano lo fueron, junto con Walerstein, Agustín J. Fink, Salvador Elizondo, Mauricio de la Serna, Francisco de P. Cabrera y Jesús Grovas, entre varios más de notables méritos.
Pero es indudable que Gregorio Walerstein fue un caso destacable. Luego de su fracasada primera producción, en l941 produjo casi simultáneamente El conde de Montecristo, Alejandra, un vals y un amor inolvidables y El baisano Jalil, con Joaquín Pardavé. La trilogía, más otros filmes de la época, abrieron para México la era del cine de gran espectáculo, con dignidad y decoro en la presentación e historias importantes o interesantes desde el punto de vista de la cultura nacional y universal.
Las audiencias latinoamericanas, apabulladas por melodramas rancheros mexicanos, tango films argentinos, españoladas ibéricas y chanchadas brasileñas, experimentaron la grata experiencia de ver en pantalla, en su propio idioma, la obra de Alejandro Dumas, y las que seguirían a partir del éxito de las producciones de Walerstein, Agustín J. Fink o Jesús Grovas. Decidido a hacer un cine comercial decoroso, Walerstein concibió filmes como México de mis recuerdos, con éxito continental paralelo al de Lo que el viento se llevó, y acabó por consolidarse como productor.
Zar pese a las insidias
Una trayectoria destacada llega a concitar simpatía, respeto y reconocimiento, pero también recelo, envidia e insidia. Walerstein no fue ajeno a esto pero tampoco entró nunca en dimes y diretes. Desde su posición de zar del cine mexicano (mote debido al ingenio de su amigo Efraín Huerta y proclamado luego por sus colegas en la industria) procuró mantener su impulso productivo.
De ahí entonces que no valga tanto la pena poner atención a los recelos que haya podido suscitar su relación con personas o entidades cuyos yerros o deficiencias no tendrían por qué influir en la imagen y en el juicio sobre la trayectoria de Walerstein en particular. Me refiero en este caso a la desafortunada cita del libelo El libro negro del cine mexicano, de Miguel Contreras Torres, en uno de los textos publicados luego del deceso de Walerstein.
Si de juicios particulares se trata, Contreras Torres y su libro no son referencia confiable sobre la intrincada historia del cine nacional y de quienes la constituyeron. Menos prudente que sus colegas, Contreras Torres enjuició y condenó a muchos cineastas. Pero no menciona que para el afianzamiento de sus firmas productoras ejerció como pocos el tráfico de influencias, las presiones y el chantaje para obtener, durante el cardenismo y el avilacamachismo, pingües beneficios económicos y recursos para la producción, distribución y exhibición de su cine "patriótico". A eso se debió que el 3 de diciembre de 1943, la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica lo acusara por utilizar el nombre del presidente y de otros altos funcionarios para imponer la explotación de sus películas en condiciones desfavorables para los exhibidores del interior de la República.
Contreras Torres no tenía ninguna autoridad moral para juzgar a nadie. Y si llegó a escribir que Walerstein se había "dedicado a la adoración del becerro de oro, entregando su alma al diablo, que es lo mismo que asociarse con Jenkins, Alarcón y Espinosa", para Contreras el verdadero problema fue que él eligió mal a los becerros objeto de su adoración, y equivocó la elección de los diablos a los cuales entregó su alma. En la mutable política sexenal y hastiados de sus excesos e imprudencias, los áureos bueyes de la burocracia política le negaron su protección y terminó aislado, cuestionado y con una imagen personal muy seriamente afectada
Gregorio Walerstein y Miguel Contreras Torres son las dos caras de la moneda en cuanto a lo que fueron los productores del cine mexicano. Y de sobra se sabe ya quién fue Walerstein y cuántos reconocimientos públicos e institucionales recibió. Por cierto, el último un mes antes de su deceso, cuando, al entregar su filmografía completa en custodia a la UNAM, su alma mater, ésta le confirió la medalla conmemorativa de los 450 años de su fundación, y el honor de crear, en la Filmoteca de la UNAM, el Fondo Cinematográfico que a partir de ahora lleva su nombre, honrando así a un universitario cuya contribución a la cultura cinematográfica de México es indiscutible.