El mapa de sal, el mundo después
del muro de Berlín
La globalización permite plantear un nuevo humanismo:
De la Nuez
ERICKA MONTAÑO GARFIAS
La globalización significa enfrentar movimientos
sociales, revoluciones tecnológicas, desplazamientos desesperados
de inmigrantes, pero también la posibilidad de plantear un nuevo
humanismo, ''sin las coartadas que el marxismo, el liberalismo o el existencialismo
propusieron", afirma el ensayista cubano Iván de la Nuez, autor
de El mapa de sal (Mondadori), en el que hace una reflexión
sobre los cambios ocurridos tras la caída del muro de Berlín,
en 1989, en una especie de charla interna que parte de la tesis de que
esa pared cayó hacia ambos lados permitiendo la occidentalización
de los países del este y la poscomunización de las
naciones de occidente.
Cuando
cae el muro de Berlín junto con las dictaduras de los países
comunistas "se dio un gran paso en esas sociedades que buscaban ampliar
la dignidad de la persona, sus libertades democráticas y de horizonte,
que no tenían", pero fueron engañados por sus supuestos salvadores,
porque "si occidente entró en los países del este no fue
para dar prioridad a la ampliación de la dignidad humana ni de la
democracia, sino para ampliar el mercado, con el objetivo muy claro de
convertir en consumidores a aquellos que habían luchado por ser
ciudadanos durante décadas", señala el escritor exiliado
desde 1991.
De la Nuez, radicado en Barcelona, advierte que muchas
sociedades occidentales están adquiriendo visos hiperautoritarios,
aun dentro de los postulados democráticos, y cita como ejemplo los
casos del primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, y del líder
de la ultraderecha austriaca, Joerg Haider, quienes ''existen dentro de
un mecanismo al que llamamos democracia y que la harán peligrar
enormemente''.
Ante esta situación existen dos caminos: dejar
a los amos todo su autoritarismo dentro de la democracia o entender la
democracia como algo que tiene que buscar más en la sociedad, construirse
en ella y ampliarla. En esta última alternativa la derecha tiene
poco que aportar, mientras la izquierda ''es quizá la única
posibilidad que puede crearse como una ampliación de la democracia''.
Para esto la izquierda debe ser "posBerlín;
ya no tiene que pedir perdón por el gulag (la administración
estatal de los campos de reeducación soviéticos), y no debe
estar comprometida con las dictaduras anteriores. La democracia occidental
sólo puede ser resguardada, pero sobre todo ampliada, por la izquierda,
porque la derecha hace una política que está totalmente colonizada
por la economía".
Reconoce, sin embargo, que en los últimos años
la derecha ha ganado terreno y explica: "esto se debe a que la izquierda
sufrió un colapso descomunal, porque su referente, que eran los
países comunistas, fueron un fracaso y desaparecieron. Debe haber
una nueva izquierda, pero tiene que despojarse de todas las letanías
del 68 y de la nostalgia comunista".
Estos cambios provocados por la globalización también
convirtieron a Cuba, país del que salió en 1991, en un país
poscomunista, "al que también se le cayó el muro;
la diferencia es que en los países del este primero se cayó
el aparato político y después comenzó la transición
en otras esferas. En la isla hay una transición importante en la
cultura y medianamente importante en la economía, pero se mantiene
la estructura política".
En el aspecto de la Cuba posCastro, De la Nuez
indica que existirá una democracia formal consecuencia de las negociaciones
entre los herederos del poder del presidente cubano, pero también
habrá "una tensión muy fuerte entre quienes quieren la democracia
y quienes no. Será un país con un conflicto a flor de piel".
Así como cayó o derribaron el muro de Berlín,
así tienen que desaparecer otros muros: "el que divide la opulencia
de la precariedad, el que da absoluta libertad a los capitales pero no
a los hombres, y los muros internos que tenemos todos, que nos pueden llevar
a añorar figuras autoritarias".
Comenta que estamos en una época en la que vivimos
demasiado rápido, y esto lleva a los adultos a un proceso de infantilización,
porque "estamos necesitados de aprendizaje continuo debido a todos estos
cambios. Se trata de una cuestión peligrosa, porque esto trae consigo
también la necesidad de todo aquello que representa autoridad".
En esta época de globalización hay que entender
primero que las posiciones primitivistas, retrógradas, no tienen
mucho sentido, porque no se pueden construir ya países comunistas
ni nacionalismos extremos desconectados del mundo; después hay que
comprender que "estamos en medio y sobre la mundialización, y aprender
a navegar en ella".