JAZZ
Juan Ramos
Antonio Malacara
A
PESAR DE su corta edad, el currículum de Juan Ramos es abundante:
fechas y contactos; ha colaborado con infinidad de cantantes, entre los
que figura Francisco Céspedes, y ha formado parte de proyectos jazzísticos
como Casa de Agua, la Big Band Jazz de México, Densidad Seis y el
Cuarteto de Agustín Bernal. Su evidente buen oficio en los saxofones
lo llevó incluso a tocar al lado de Abraham Laboriel y Justo Almario.
PERO, NO OBSTANTE todas las tablas del mundo, estar
al frente de tu propio proyecto musical te adentra en nuevas dimensiones.
Los retos son otros. Y así estaba anunciado para el segundo concierto
del ciclo de jazz en el II Festival del Viento, el 9 de febrero: El Quinteto
de Juan Ramos. Qué bien. El espectro del jazz local se ampliaba.
CUANDO NOS ENTERAMOS de quiénes complementaban
el quinteto de Juan, la sorpresa y las expectativas se multiplicaron. Ahí
iban a estar Miguel Villicaña, Tony Cárdenas y Aarón
Cruz; por mucho, tres de los mejores músicos de la escena nacional.
A Juan no lo acabábamos de ubicar; lo habíamos visto el año
pasado, en medio de otros seis metales, en el teatro Benito Juárez,
pero seguramente era un portento al lograr convocar tales acompañantes
para esa tarde. El quinto elemento era el joven trompetista Gabriel Solares,
al que recordábamos en la Big Band Jazz de México.
Aparecen en escena
A LAS CINCO en punto aparecieron Villicaña,
que de inmediato se sentó ante el piano eléctrico, Cárdenas
se fue a su batería y Aarón Cruz empezó a hurgar entre
las cuerdas de un contrabajo eléctrico que no le conocíamos,
parecía que lo estaba probando, pero no, el maestro estaba ya en
las primeras notas de Bite your grandmother; el piano y las percusiones
lo seguían rápidamente en la frágil alegría
del tema. A los pocos compases se integró Solares con trompeta y
sordina.
EL GRUPO SE oyó bien. Desde ya, Tony Cárdenas
entrelazó todo un arsenal de ritmos y colores en tambores y platillos.
Juan Ramos salió entonces a escena pulsando el sax alto; su evidente
nerviosismo contrastó con el aplomo de "sus" músicos. A una
señal de Cárdenas, trompeta y saxofón iniciaron la
línea del tema central. Villicaña hizo verdaderos derroches
armónicos, mientras el pequeño contrabajo se creció
entre el infinito ir y venir de los dedos de Aarón.
LOS PRIMEROS SOLOS de trompeta fueron aplaudidos
a medias por el público que abarrotó la Plaza de las Artes
en su totalidad; la técnica de Solares es firme, de una frialdad
aparentemente calculada, el chavo no se inmutó para pasear el viento
y lograr buenos trazos que por momentos sonaban exageradamente asequibles.
Los solos y los fraseos del sax pasaban sin pena ni gloria; Juan Ramos
no se hallaba, y no lo lograría sino hasta bien entrada la tarde,
con No pierdas tu alma, una balada de Silvia Kleiff llena de belleza
en la que el sax encontró al fin rumbo y equilibrio.
AUNQUE NI EL sistema nervioso ni la falta de madurez
del saxofonista hicieron de éste un mal concierto. Los grandes momentos
abundaron, sobre todo cuando Tony y Aarón se enfrascaban en fugaces
diálogos de antología, trascendiendo, como siempre, el simple
hecho de la base rítmica y llevándonos entre los dedos a
enormes microcosmos (doble sic) de poder absoluto; sin embargo, en lo general,
el papel de Aarón fue deliberadamente administrado. No así
el de Villicaña, cuya maestría arrancó fuertes ovaciones
a lo largo de hora y media.
TODOS SALIMOS CON un buen sabor de boca. Pero en
el coche seguíamos pensando que, como se dieron las cosas, éste
debió haberse anunciado como el Quinteto de Tony Cárdenas,
pero era un Festival del Viento, y no de las percusiones. Ni modo.