Ť El fotoperiodista, discípulo del homenajeado
El artista insistía en el cultivo de la sensibilidad:
Héctor García
Ť ''Nos enseñó que la fotografía
es medio de comunicación por excelencia; no requiere de traducción
ni lectoescritura''
ANGEL VARGAS
La principal enseñanza que Héctor García
recibió de Manuel Alvarez Bravo es concebir la imagen fotográfica
como herramienta creativa, documental y testimonial.
"Comprender que en la fotografía tiene el hombre
un lenguaje ultramoderno con el poder para traspasar las fronteras de las
diversas culturas. Que es un código que no necesita de traducción,
ni siquiera de saber leer o escribir. En síntesis, que la fotografía
es el medio universal por excelencia para la comunicación".
Considerado uno de los principales exponentes del fotoperiodismo
mexicano, Héctor García fue uno de los primeros alumnos del
maestro de la luz en la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas,
donde recibió de Gabriel Figueroa la enseñanza del lenguaje
cinematográfico.
"Es
un alto honor y una oportunidad memorable haber tenido de mentores a tales
personalidades. Los discípulos de estos maestros salimos al mundo
a mostrar la capacidad de la fotografía para plasmar el acontecer
de la humanidad", señala.
"Las clases de Manuel Alvarez Bravo, como sus fotografías,
fueron magistrales, diáfanas, transparentes. También llenas
de humor e inteligencia. Fue tan previsor que supo que su obra podría
conformar probablemente imitadores. Por eso hablaba de que en cada ser
humano existe la capacidad de la creación, siempre y cuando se cultive
la sensibilidad, la visión y, por supuesto, la personalidad y el
estilo. Sólo así, afirmaba, se podría crear una obra
original".
Entrevistado en su condición de alumno y amigo
de don Manuel, recuerda que éste "nos inició en la historia
de la imagen, desde que el hombre plasmó sus sueños, necesidades
y emociones en cuevas y cavernas hasta que, a través de la experimentación
científica, llegó a la fotografía. Nos enseñó
todo lo ocurrido en ese tránsito, de los grabados sobre las rocas
a los elementos y las herramientas que hacen posible la fotografía:
la luz, la química, la mecánica, la óptica y, desde
luego, el papel.
''Con sencillez y transparencia nos instruía y
hacía conscientes de que con las herramientas de los tiempos pioneros
y las de ahora el hombre sigue escribiendo sus historias y la historia,
con ética y estética. Ese es, creo, el prólogo de
una constante lección que el maestro da a todos los que se interesan
en ser fotógrafos. Lo que sigue son años de madurez y de
cosecha, y en todo ello él es un guía".
Héctor García se declara admirador de la
visión que Alvarez Bravo plasma en sus fotografías: "la de
un hombre que lleva a cuestas la terrible derrota de una cultura que vio
frustradas sus posibilidades por una conquista inhumana y que lo convirtió
en una sombra doliente que no ha podido expresar el caudal de las maravillas
de su civilización. Sus fotos son el trascendental testimonio de
un ser dividido y maltratado".
Considera que el legado de su maestro es su obra entera,
apreciada en el mundo precisamente por esas cualidades trascendentales:
"Evidentemente es el artista vivo de este país
y posiblemente del continente con uno de los trabajos más importantes
de la fotografía mundial. Esa es su herencia que, aunada a su faceta
en la enseñanza, han hecho de México y de América
entera un maravilloso árbol de imágenes de mil frutos.
"Pero la maravilla presente con Manuel es que cumple su
primer centenario. Esto no es algo que deba sorprender, pues como hombre
de luz y de tiempo que es, vivirá los centenarios que desee, siempre
realizando su obra y realizándose a sí mismo".
De 75 años, para el fotógrafo resulta incomprensible
que la colección creada por Alvarez Bravo se encuentre sin exhibir,
más aun que, cuando lo estuvo, "realizó una tarea maravillosa:
la de enseñarnos a ver".
Abunda: "Manuel atendió personalmente en cada minuto
a quienes nos acercamos a ese panal de riquísima miel que ponía
al alcance de nuestros ojos. Sin embargo, es una lástima que el
dueño de esa colección y de ese museo, una televisora, lo
hayan cerrado.
"Es tiempo de que esas mil 800 imágenes que el
maestro coleccionó a través del mundo por cuenta de esa empresa
vuelvan a su sitio, que es el del un museo que evidentemente deberá
llamarse Museo Bravo de la Fotografía Mundial, y dejar las catacumbas
en que ahora las tienen presas. Cierto que están con temperatura
y humedad controladas, pero sin dar el mensaje de la creación que
el hombre ha realizado con la herramienta de la fotografía".