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LA INJUSTICIA EN GUANTANAMO
La
decisión de Estados Unidos de trasladar al enclave militar de Guantánamo
--porción del territorio de Cuba retenida ilegalmente por Washington
desde hace medio siglo-- a los prisioneros de guerra que hizo en Afganistán
constituyó, desde un inicio, una provocación peligrosa.
Habida cuenta de que Guantánamo es un permanente
foco de tensión entre los gobiernos estadunidense y cubano, rodeado
de zonas minadas y nidos de ametralladoras, cualquier paso en falso o cualquier
atentado que se produjera allí a raíz de la presencia de
tales prisioneros podría involucrar a las autoridades de la isla
en un conflicto tan difuso, nebuloso e impreciso como la guerra de George
W. Bush contra el "terrorismo internacional".
Más allá de este desafío al sentido
común, la circunstancia misma de los detenidos en Guantánamo
resulta una afrenta a la legalidad internacional y a los instrumentos multilaterales
en materia de reglas mínimas de los conflictos bélicos, empezando
por la Convención de Ginebra.
De hecho, ninguna regulación y ninguna norma nacional
o internacional justifica que los afganos --y los combatientes musulmanes
de otras nacionalidades-- retenidos por Estados Unidos hayan sido enviados
a Guantánamo ni que vayan a enfrentar remedos de juicios irregulares,
amañados y excepcionales que contradicen incluso los preceptos constitucionales
estadunidenses.
Washington aduce que no está obligado a respetar
las normas de la Convención de Ginebra relativas al trato digno
que debe darse a los prisioneros de guerra, porque lo ocurrido en Afganistán
--es decir, la destrucción de lo que quedaba de esa nación
centroasiática por la fuerza militar estadunidense y británica--
no fue antecedido por una declaración formal de guerra. El argumento
es falaz, habida cuenta de que, en el virtual secuestro de esas personas,
no se ha respetado tampoco ninguna suerte de legalidad civil.
Ante esta circunstancia, diversos organismos humanitarios
estadunidenses e internacionales han señalado los abusos del gobierno
de Washington para con los detenidos durante la operación de arrasamiento
de Afganistán y han llamado a poner fin a las violaciones regulares
de los derechos humanos que los soldados de Estados Unidos perpetran en
la base de Guantánamo.
Cabe preguntarse si ante esta ilegalidad flagrante el
secretario general de la ONU, Kofi Annan, recién laureado con el
Premio Nobel de la Paz, será capaz de adoptar, así sea por
una vez, una actitud digna y apegada al derecho internacional o si proseguirá
la actitud de avestruz que asume cada ocasión que Washington infringe
las reglas básicas de la convivencia internacional.