04an2cul
Ť Formar investigadores, entre lo mejor de su
legado
Ruggiero Romano innovó los modos de abordar
la historia mundial
ARTURO JIMENEZ
El pasado viernes 4 falleció en París el
historiador italiano Ruggiero Romano, reconocido como innovador de los
modos de abordar la historia, decano de los estudios latinoamericanistas
en Europa y formador de investigadores de elevado nivel.
Según
una semblanza conformada a partir del texto Ruggiero Romano. Homenaje,
publicado por el Instituto José María Luis Mora; del libro
Ruggiero Romano. L'Italia, l'Europa, l'America, editado por la Université
degli studi di Camerino, así como de datos personales proporcionados
por el historiador Enrique Florescano, quien fue su alumno, Romano (Fermo,
1923) creó una obra fértil, imaginativa y polémica.
Ante todo fue, se apunta, un historiador de Italia y de
Europa, formado en la gran tradición de Benedetto Croce y de Federico
Chabod en su país de origen, y más tarde en la tradición
francesa de Lucien Febvre, Ernest Labrousse y Fernand Braudel.
Historiador de la economía y el comercio mediterráneo
en los siglos XVI al XVIII, estudioso de la gran crisis de Europa en el
XVII e historiador de los precios del trigo, Romano fue también
analista de la historiografía europea y miembro destacado de la
escuela de los Annales, la corriente que cambió la historiografía
mundial en el siglo pasado.
Desde que llegó a París en los años
cuarenta, convirtió su cátedra en la Sorbona en un centro
de discusión y revisión de los paradigmas que dirigían
la investigación histórica. De su seminario brotaron cada
año nuevas tesis y libros, y adquirió fama como semillero
de historiadores.
Desde los inicios de su carrera, Romano combinó
sus tareas de historiador con las de asesor de diversas casas editoriales
de Europa. En Italia colaboró con la Editorial Einaudi, en la que
dirigió su famosa Historia de Italia y la innovadora Enciclopedia
Einaudi, que rompió con el canon tradicional de las enciclopedias
académicas y se convirtió en una de las obras más
apreciadas en los recintos académicos. En esa obra participaron
decenas de jóvenes académicos y científicos de diversas
partes del mundo, algunos de los cuales recibirían más tarde
el Premio Nobel.
Vocación latinoamericana
Como decano de los estudios latinoamericanistas en Europa,
en 1956 Romano desarrolló ?en Chile? una investigación acerca
de la economía colonial y el comercio entre el Pacífico y
el Atlántico, cuyos resultados fueron publicados en Buenos Aires,
en 1965, en el libro Una economía colonial: Chile en el siglo
XVIII (1734-1806).
Siguieron los trabajos Cuestiones de historia económica
latinoamericana (Caracas, 1966), Les mécanismes de la conquête
coloniale: les conquistadores (París, Flammarion, 1972) y varios
libros y artículos publicados de manera posterior.
Destaca su obra como formador de historiadores latinoamericanos.
En Chile, Argentina, Perú, Colombia y México emprendió
múltiples investigaciones, se relacionó con la generación
joven de historiadores y convirtió su cátedra de la Sorbona
en un semillero de nuevas tesis y propuestas historiográficas.
Su relación con México fue constante y prolífica.
Trabajó en el Archivo General de la Nación, en varios archivos
del interior del país y fue un maestro muy apreciado en El Colegio
de México, El Colegio de Zamora, el Instituto Mora, la UNAM y la
UAM.
En El Colegio de México participó de manera
activa en el Fideicomiso Historia de las Américas, presidido por
Alicia Hernández Chávez. En la colección patrocinada
por el fideicomiso publicó el libro Coyunturas opuestas: la crisis
del siglo XVII en Europa e Hispanoamérica (1993), al que siguió
Moneda, seudomonedas y circulación monetaria en las economías
de México (1998).
Romano fue además uno de los coordinadores de otra
innovadora empresa editorial: Para una historia de América Latina
(1999), de tres volúmenes, que propone una nueva interpretación
de los procesos históricos del continente.
Los alumnos de Ruggiero Romano lo recuerdan como un investigador
prolífico, un profesor siempre asequible y generoso, un señalador
de nuevos caminos y guía cuidadoso que hacía fácil
el tránsito por rutas ignoradas. Y sobre todo, lo recuerdan como
hombre cálido y sensible capaz de convertir la clase, la charla,
el viaje, la comida, el recorrido por la ciudad o el pueblo en una inolvidable
experiencia humana.