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Argentina: bancos asediados por la ira
Incendios y saqueo de mercado, en la primera gran protesta contra Duhalde
JAIME AVILES ENVIADO
Buenos Aires, 11 de enero. A las cuatro de la mañana, el potente reflector de un helicóptero policiaco empezó a iluminar cuadra a cuadra la avenida Callao, donde en esos momentos ardía una sucursal del banco BBVA Francés. Por esa arteria corrían miles de jóvenes desde la Plaza del Congreso, perseguidos por nubes de gas.
A varias manzanas de ahí se estaba quemando el banco Provincia sobre avenida de Mayo y, a lo largo de Rivadavia, las sucursales de Bansud, Banco Galicia, Boston Bank y otra del BBVA acababan de ser destrozadas -vidrios rotos, sillas y mesas patas arriba, cajeros automáticos reducidos a chatarra- al igual que los aparadores de una tienda de ropa, un videocentro, decenas de cabinas públicas de la Telefónica española y un McDonnald's.
El helicóptero se desplazó al oriente, barriendo las avenidas Córdoba y Santa Fe, por las que otros jóvenes trotaban ya sin aliento, y describió un amplio círculo sobre el área alumbrando la avenida Puerreydon, paralela a Callao, orientando a las patrullas y camiones de granaderos que avanzaban disparando más gases y balas de goma. Por aire y por tierra, los de azul despejaban el centro "arreando" a los manifestantes lo más lejos posible de los símbolos del verdadero poder, esto es, de los bancos asediados por la ira.
Al salir del ancho trazo de Córdoba, donde eran más visibles, muchos jóvenes se dispersaron por el barrio de Once y en pocos minutos saquearon un pequeño supermercado. Ante el desplazamiento de la multitud por esos rumbos, el haz del helicóptero bañó de luz blanca la calle Pasteur y el edificio de la Asociación Mutual Israelita-Argentina, y el aparato se mantuvo en suspenso hasta que, dos minutos más tarde, no más, un camión de granaderos y una patrulla coparon el punto. Pero al ver a cinco muchachos que transitaban sobre Pasteur hacia Córdoba, los dos policías bajaron de su unidad, pintada de azul celeste y con las torretas encendidas, y comenzaron a disparar balas de goma y cartuchos de gas. Una de las granadas de gas, lanzada en elipsis, cayó en el balcón de un cuarto piso, frente al edificio donde escribe el reportero esta nota.
-šCerrá la ventana, loco, que se meten los gases! -gritó mi anfitrión.
Así, entre nuevas corretizas, pero ya muy pocas, terminó la primera protesta multitudinaria contra el gobierno de Eduardo Duhalde, que la mañana del jueves había anunciado finalmente un calendario, en plazos de dos a cuatro años, para desarmar el famoso corralito bancario en que permanecen congelados los ahorros y sueldos de millones de depositantes.
El presidente y su cuenta regresiva
"Why he has not any chance?" (ƑPor qué él no tiene ninguna oportunidad?), preguntaba ayer jueves la portada de la revista Newsweek sobre la foto de un solemne Duhalde cruzado con la banda presidencial. La imagen, reproducida hoy en páginas interiores por el diario La Nación, suscitaba los más diversos comentarios esta tarde en el comedor de la Cámara de Diputados. A lo largo y ancho del deprimente salón, pintado de verde como el refectorio de una cárcel, entre los legisladores que masticaban trocitos de lengua a la portuguesa o entrecot de res al verdeo -viandas, le consta al enviado, intragables por duras y malas-, una especie condimentaba casi toda charla: Duhalde está obligado a convocar a elecciones en 60 días.
Entre el bloque peronista, según trascendió en ese ámbito, se menciona ya el nombre de Carlos Reutemann, gobernador de la provincia de Santa Fe, como el más probable sucesor de Duhalde. Reutemann sería entonces el sexto presidente de Argentina desde la renuncia de Fernando de la Rúa el 19 de diciembre. Pero al mismo tiempo, fuentes conectadas con el gobierno filtraron que Jorge Remes Lenicov, ministro de Economía, estudiaba hoy la posibilidad de convertir en pesos, a una paridad de 1.40, los depósitos hasta de 10 mil dólares.
Un jardín de niños asaltado por un ladrón solitario, una heladería atracada por tres menores de edad, más gases lacrimógenos y balas de goma; civiles heridos en un mitin frente a la casa del gobierno de la provincia de Córdoba, incesante desabasto de medicinas, precios de la canasta familiar a la alza, y declaraciones a la televisión formuladas entre ataques de histeria y llanto por parte de miles de ancianos que volvieron a formar largas colas ante los bancos de la Citi marcaron la tónica de este viernes en que después de tres semanas de interrupción se reanudó la compraventa de dólares en Buenos Aires, donde habita la mitad de la población argentina, y presumiblemente en el resto del país, aunque de eso no se habla.
Los economistas del gobierno calculan que debajo del colchón y en las cajas fuertes de las empresas medianas, mayores y gigantescas hay un total de 23 mil millones de dólares, cifra siete veces superior a los 3 mil millones de dólares que aún quedan, según se dice, en las reservas del Estado. Los "genios" de la Casa Rosada confiaban hoy en que la reactivación del mercado cambiario pondría a circular de nuevo el dinero verde de los particulares, rezando para que esto no causara una corrida especulativa que ocasionara una segunda e inmediata devaluación, lo que por lo visto no ha ocurrido... aún.
ƑEl ejército puede salir a las calles?, pregunté este mediodía a un politólogo experto en temas militares. Su respuesta fue concisa: "Duhalde no tiene lo que le pedirían los militares por un servicio de esa envergadura". Esta opinión contrasta con la que emitió ayer, en entrevista con este diario, la diputada Elisa Carrió, jefa de ARI (Argentinos por una República de Iguales), tercera fuerza electoral del país, para quien las fuerzas armadas "podrían ponerse al servicio de un proyecto represivo". En el colmo de los colmos, aquejada de problemas de sobrepeso, la legisladora de 45 años fue hospitalizada esta mañana debido a una crisis de hipertensión.