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LA SOLEDAD PRESIDENCIAL
En
una alocución emitida ayer ante empresarios de Baja California,
el presidente Vicente Fox reiteró sus reservas a la Ley de Ingresos
y al Presupuesto de Egresos para 2002 recientemente aprobados por el Poder
Legislativo, y aprovechó la oportunidad para recordar las grandes
diferencias entre su iniciativa de reforma fiscal y las leyes finalmente
adoptadas por el Congreso.
Un aspecto positivo del discurso presidencial es el reconocimiento
de las facultades del Legislativo para "disponer" y de la disposición
del propio Fox a "proponer" y, se entiende, a acatar las determinaciones
últimas de diputados y senadores.
El mandatario destacó, asimismo, diversos aspectos
positivos en el desempeño económico del país durante
el año pasado: la inflación más baja en tres décadas,
tasas de interés realmente moderadas y la colocación de México
como novena economía en el mundo.
La contención inflacionaria y la reducción
de los intereses son hechos reales, sin duda, y positivos, pero el mérito
por estos indicadores no corresponde por entero a la disciplina fiscal
practicada por el Ejecutivo federal, sino a la política restrictiva
de la Reserva Federal de Estados Unidos, adoptadas a su vez, casi en forma
literal, por el Banco de México.
La modesta inflación es expresión de una
pronunciada baja en la demanda, originada a su vez por el hecho simple
de que, en estos tiempos, la mayor parte de la gente no tiene dinero.
En cuanto al brinco de la economía nacional del
lugar 13 al nueve en la tabla mundial, cabe señalar que no se trata
de un logro de la actual administración y que acaso ni siquiera
sea digno de presumir: el tamaño de la economía no es, por
sí mismo, un indicador de bienestar nacional.
En tanto la abrumadora mayoría de los dólares
que se mueven en las finanzas, la industria, el campo y los servicios siga
acaparada por una ínfima minoría de mexicanos, como ocurre
actualmente, a la mayoría le daría igual que ocupemos el
lugar noveno, el tercero o el vigésimo cuarto en el rango de dimensiones
económicas nacionales.
Para finalizar, la mención del sentimiento de soledad
por parte del Ejecutivo federal no deja de resultar extraña. "A
veces --dijo Fox ayer en Mexicali en referencia al rechazo de su iniciativa
de reforma fiscal por la Cámara de Diputados y el Senado de la República--
nos sentimos un poco solos, impulsando nuestras propuestas de cambio y
transformación del país."
Por principio de cuentas, la soledad presidencial, si
existe, debe atribuirse a las propias actitudes del actual equipo gobernante,
el cual inició su gestión con un respaldo masivo y un consenso
envidiable que ha dilapidado, en buena medida, durante el primer año
de su mandato.
En otro sentido, la frase de Fox pareciera indicar que
se siente único promotor y abanderado de las "propuestas de cambio
y transformación del país". Si ese fuera el caso, sería
una apreciación errónea e injusta: el grupo en el poder no
es propietario ni único impulsor de la transición política
de la nación, sino depositario temporal de la determinación
social de construir una democracia estable, equitativa y justa, y un pleno
estado de derecho.
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