Teresa del Conde

El diario de Pontormo

No es frecuente que un historiador o crítico de arte se encuentre con diarios escritos por artistas. El caso de los diarios de Delacroix, como las cartas consuetudinarias de Van Gogh a su hermano Theo y a otras personas, son verdaderos tesoros. Por eso me parece prudente dar a conocer algunos datos sobre el diario que escribió Jacopo da Pontormo (Jacopo Carrucci) como seguimiento de mi artículo anterior, que versa sobre una afirmación del joven escultor Javier Marín a propósito de los rostros que ostentan algunas figuras de aquel artista (1494-1556). Estuvo atacado de una hipocondria severísima (pensaba que iba a morir de apoplejía) motivo por el cual decidió escribir un diario que trata, sobre todo, de sus costumbres alimentarias y de sus temores. La verdad sea dicha, es uno de los documentos de artista más aburridos que me ha sido dado examinar, pero la circunstancia de que -hasta donde sé- no se encuentra traducido al castellano, me conmina siquiera sea a informar al lector respecto de su existencia.

Al comienzo de 1554 Pontormo, que tenía 60 años, empezó a registrar entradas en unas hojas alargadas de papel grueso y lo siguió haciendo hasta el 23 de octubre de 1556, algo más de dos meses antes de su muerte. El placer de la escritura, tan patente, por ejemplo, en las memorias de Benvenuto Cellini, brilla aquí por su ausencia; los párrafos parecen un parte médico y su valía estriba en que en realidad Pontormo se adelantó a las circunstancias (murió de hidropesía, al parecer) y a que el tipo de maniera derivada de Miguel Angel que cultivó a lo largo del tiempo bajo diferentes enfoques, sí denota, más en los dibujos que en las pinturas, algunos de los síntomas que le aquejaban en la realidad, aunque tal vez él no quisiera que los malestares se tradujeran a sus dibujos a la sanguina, cuidadosamente realizados. Hay una excelente colección de los apuntes para las pinturas de Santa Felicita en los Ufizzi de Florencia.

Pontormo era guapo, cosa que Vasari admite y que el autorretrato atribuido al Bronzino transmite. Era tan guapo como misántropo y loco y, en efecto, algunos de sus rostros dibujados parecen corresponder a fisonomías de enfermos mentales; cito como ejemplo el precioso dibujo del joven con turbante (ca. 1523) con los ojos demasiado juntos o el estudio para los ''trabajos de Adán y Eva'' (los frescos de la Cartuja) con globos oculares en forma de esfera y orejas totalmente despegadas del cráneo. Gustaba de repetir este tipo de rasgos, más en los dibujos que en las pinturas.

Seguiré con una entrada típica del documento manuscrito que menciono, publicado por macula como dossier Pontormo en 1984 (edición bilingüe italiano-francés). ''El 11 de marzo cené con Bronzino, pollo y carne de res y me sentí bien (pero es cierto que cuando él vino a buscarme a mi casa, yo estaba en cama, era ya muy tarde, me levanté, me sentí hinchado y sobrado, el tiempo era muy bello). Y sigue añadiendo a la bitácora que el martes en la noche había cenado la mitad de una cabeza de cabrito, además de la sopa.

Más adelante nos enteramos (siquiera eso) de que fue a la taberna porque era sábado y consumió allí una ensalada y fritura de huevo, y que al día siguiente fue a dibujar y después a cenar a la casa de Bronzino, que -además de haber sido discípulo suyo- era el único amigo verdadero que tenía y por lo que se ve estaba dotado de una paciencia casi infinita. En otro momento va a San Miniato y se alimenta con una salchicha y 10 onzas de pan. En 1556 deja una anotación que seguramente le significó como advertencia: ...''Paolo di Terra Rossa murió la víspera de Navidad'', pero no dice qué relación tenía con esa persona (Vasari no se ocupa de ella ), si era un pintor o sólo un conocido.

La caligrafía del Pontormo es muy regular y ofrece bastantes rasgos estilizados, como la prolongación de las letras iniciales o finales, sobre todo como la ''b'' o la ''g'' en forma de gancho o de acento circunflejo.

El lector de esa nota se preguntará: ƑPor qué hablar de lo que este pintor, de fama póstuma establecida, escribió? Pues bien, porque sus dibujos son también, en cierto modo, escritura, y no son tan conocidos como sería deseable. Además, los hay espléndidos, en tanto que otros parecen embrujados.

La última monografía, muy bien ilustrada, sobre Pontormo que he podido conocer se debe a Salvatore Nigro y fue publicada en 1994 por Harry N. Abrams, Inc. La contraportada está ilustrada con el precioso retrato (supuestamente de Cosme de Medici) que adquirió el Museo Getty en los años ochenta en una subasta de Sotheby's en la que esta pieza fue la joya de la puja. El joven que allí aparece con el gorro rojo y la casaca amarillo dorado, bien puede ser un autorretrato retrospectivo del pintor.