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Jenaro Villamil
Televisión, recuento de un año
Lo que resiste, apoya, solía decir como máxima
Jesús Reyes Heroles en la era de la hegemonía priísta.
Bajo esta misma lógica, muy similar a la del Gatopardo de
Lampedusa, los dos grandes consorcios privados de la televisión
mexicana culminan un año incorporando a sus filas a antiguas "resistencias"
o voces críticas, con la intención de resolver así
los dos ejes principales de la crisis de 2001: el déficit de credibilidad
y la lucha feroz por el rating que, en términos publicitarios,
también se ha traducido en mayor concentración de la competencia
y en la necesidad de un nuevo pacto con el gobierno federal, el cual destina
más de 80 por ciento de su presupuesto publicitario a la pantalla
televisiva.
Bajo esta dinámica, en un año Tv Azteca
cambió el mando de sus noticieros, sin lograr el éxito periodístico
deseado y acrecentando los rumores de modificaciones tras la salida de
Rosa María de Castro como compañera de Javier Alatorre en
Hechos, y el retorno de José Ramón Fernández
a lo suyo: la cobertura de los deportes. El golpe espectacular fue
la contratación de Ricardo Rocha, el otrora crítico desde
la competencia de Televisa, cuyo nombre pretende resolver el enorme rezago
de la televisora del Ajusco en materia de periodismo de investigación.
A su vez, José Cárdenas se unió a mediados de año
a Tv Azteca, marcando una tendencia que continuó en Televisa con
el ingreso de Carmen Aristegui y Javier Solórzano: la incorporación
de figuras de la radio a la pantalla chica.
La operación más difícil para Tv
Azteca será limpiarse el sello de televisión sensacionalista
que le dio altos réditos en materia de rating, pero que le
restó en términos de credibilidad y pluralidad, y la orilló
a una competencia en contenidos y enfoques con su ex socio, CNI-Canal 40.
Paradójicamente, Televisa capitalizó el
pleito entre Tv Azteca y CNI, incorporando a sus filas cuadros que fueron
el orgullo de Canal 40. Primero, contrató a los creadores de la
Operítica, mucho más ligeros ahora con Joaquín
López Dóriga, y cerró el año con el anuncio
espectacular, pero poco cálido, de la incorporación de Víctor
Trujillo a la empresa. El creador de Brozo logró lo que pocos
habían conseguido desde una pantalla ajena a los dos grandes consorcios:
un auténtico fenómeno de rating -los 4.1 puntos en
promedio de El Mañanero pusieron en jaque a la fallida barra
matutina de 4Tv- y generó un público cautivo y cautivado,
que difícilmente podrá recrearse ahora bajo el sello de Televisa.
No por nada, Brozo ha insistido, casi a la defensiva, que su programa
no se "descafeinará" con la empresa de Azcárraga Jean. Otros
observadores, y no pocos fans, son escépticos. El encanto
de Brozo radicaba en su condición de outsider del
duopolio televisivo.
El otro punto medular que marcó el derrotero de
la televisión privada -como el de la mayoría de los medios-
fue la reconstrucción de un modus vivendi con el poder presidencial.
En un año, las dos grandes cadenas pasaron de la inicial "luna de
miel" -sobre todo Tv Azteca-, a la cobertura informativa con tintes críticos,
para finalmente establecer un pacto informal de no agresión y de
jugosos contratos publicitarios. No por nada, se ha especulado con insistencia
que la llegada de José Luis González, el creador del fenómeno
Fox, a un alto cargo directivo en Televisa, constituye una medida más
en la tónica de pacto político que necesidad empresarial.
En el camino, las dos grandes cadenas han presionado para
favorecer su agenda en materia de concesiones, autorregulación y
apertura comercial. Lograron que se pospusiera la creación del Consejo
Nacional de Radio y Televisión, organismo que legalmente está
establecido para regular esta actividad; vetaron varios puntos de la agenda
de reforma a la Ley Federal de Radio y Televisión; frenaron la posible
creación de una tercera cadena televisiva, presuntamente dirigida
por Alfonso Romo, y la posibilidad de darle parte del pastel televisivo
a Alejandro Burillo, el "primo incómodo" del principal accionista
de Televisa. De refilón, los concesionarios consiguieron que la
SCT renovara, por 12 años, 82 concesiones de radio y televisión.
Si bien no lograron que se refrendaran por un periodo de 30 años
-como era su petición original-, sí consiguieron que se favoreciera
su demanda de renovación sin reforma legal y sin órgano regulador
externo.
En un año, el cambio empresarial más dinámico,
pero también más contradictorio, ha sido el de Televisa.
La máxima de "somos soldados del PRI" se transformó para
que todo siguiera igual, con no pocos momentos que anunciaron un distanciamiento
con el foxismo. En esta lógica, Televisa incorporó cuadros
periodísticos provenientes de la radio; desapareció Eco-noticias,
el ambicioso proyecto trasnacional del Tigre Azcárraga Milmo;
restructuró sin mucho éxito su gigantesca área de
publicaciones; operó una sociedad financiera con el grupo español
Prisa, que se incorporó a la radio mexicana; tuvo que hacer continuos
recortes de personal, y frente a la restrucuración accionaria, incorporó
a María Asunción Aramburuzabala, quien, junto con Carlos
Slim, representa el nuevo polo de poder en la empresa televisiva más
grande del país. La dinámica familiar y casi patrimonialista
que predominó durante décadas en el quehacer de Televisa
se ha ido transformando sin que aún cuaje del todo un modelo nuevo,
más profesional y de mayor calidad.
Tv Azteca tuvo un año sin logros espectaculares,
pero con menos problemas de restructuración empresarial que Televisa.
La ruptura con CNI-Canal 40 y el proyecto de invertir 34 millones de dólares
en su expansión de Azteca América, en Estados Unidos, constituyen
quizá los dos hechos más importantes en materia de inversiones.
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