Ť Exigen a las autoridades una investigación a fondo

Ex líderes estudiantiles expresan dudas sobre la muerte de El Pai

CLAUDIA HERRERA BELTRAN

La consigna se escuchó ante al féretro del ex dirigente estudiantil Florencio López Osuna. Treinta y tres años después, las gargantas de los sesentaiocheros se volvieron a ahogar con el mismo grito: "2 de octubre no se olvida".

Ahí estaban presentes una decena de ex líderes estudiantiles. No se encontraban los más conocidos del ámbito político, sino los cercanos a López Osuna, aquellos que convivieron con él cuando era estudiante y después profesor de la Escuela Superior de Economía (ESE) del Politécnico.

Al funeral de El Pai -así lo llamaban sus amigos como paisano de Sinaloa- acudieron sus compañeros de lucha de siempre, los que integraron el "comité de lucha" de la ESE en 1968, algunos de sus alumnos y quienes en el movimiento estudiantil se identificaron más con él.

Envuelto en una bandera blanca con el lema "Apertura a los archivos del 68", el féretro de madera salió de la agencia funeraria de la colonia San Rafael poco antes de las 2 de la tarde.

Hasta ese momento habían transcurrido 30 horas, llenas de confusión y desasosiego; horas que se hicieron más difíciles para hombres y mujeres que superan los 50 años y pertenecen a una generación marcada por la represión gubernamental, por los efectos de la desmemoria colectiva, por una demanda de justicia incumplida.

Por eso su reacción estuvo llena de desconfianza. Rosario Tamayo, quien fuera estudiante de la Escuela Superior de Economía en 1968, puso en duda la versión del procurador Bernardo Bátiz en el sentido de que había fallecido posiblemente por un abuso de alcohol, y que no había sido víctima de un crimen. "Es mucha casualidad que cuando El Pai se había convertido en un símbolo de los estudiantes reprimidos, se muriera de esa forma".

Luis del Arco, también profesor de economía, pidió una investigación a fondo porque existen "muchas dudas". Myrthocleia González Gallardo, maestra de ceremonias en el mitin de la Plaza de las Tres Culturas, también exigió una investigación a fondo.

En medio del dolor no faltaron las disputas por la memoria del 68. Algunos daban declaraciones en el sentido de que se iba a solicitar una segunda autopsia, mientras la familia pedía calma y esperar a la reunión que sostendrían con Bátiz el próximo lunes.

En las pláticas, los episodios de aquellos años se revivieron. Las interminables asambleas estudiantiles, los discursos, los mitines, la brutal violencia, los compañeros muertos, los días en las celdas del Palacio de Lecumberri, la militancia en las Juventudes Comunistas. Se habló poco del presente.

Durante menos de media hora el cortejo fúnebre avanzó a paso lento por la calzada México-Tacuba. Decenas de automóviles y un autobús que llevaba a la familia López Osuna formaban una gran hilera.

Al panteón Americano llegaron menos de los que estuvieron en el funeral. Rosario Tamayo decía que extrañaban a algunos compañeros como Raúl Alvarez Garín, que al parecer estaba de viaje; a Gilberto Guevara Niebla y a Salvador Martínez della Rocca, que estuvieron en la funeraria un día antes.

El sepelio comenzó con la oración del sacerdote y dos "vivas" para Florencio. Luego tomó la palabra su hermano Faustino, quien insistió en que sus ideales no morirán mientras haya jóvenes que crean en la justicia, en la democracia y en la libertad.

Mientras descendía el ataúd, la esposa de Florencio, Alma Rosa Hernández, y sus tres hijos, Vladimir, de 12 años; Eréndira, de 15, y Angélica, de 18, le lanzaban flores.

Ahí estaban también luchadores estudiantiles, como Efraín García Reyes, Víctor Montañez, Jaime Cuauhtémoc García Reyes, Carolina Verduzco, Félix Gamundi y César Tirado. Uno de los cuatro oradores, José David Vega Becerra, también de esa generación y actual director de la Vocacional 5, señaló que López Osuna fue congruente con sus ideas y pidió el esclarecimiento de su muerte.