La metamorfosis de Titide

En un lapso de 15 años el haitiano Jean Bertrand Aristide ha sufrido una pasmosa metamorfosis. Del carismático héroe que logró la caída de la dictadura duvalierista, a mediados de los 80, hoy sólo quedan la figura enjuta y un marcado estrabismo. Ni los trajes de lujo, ni la rica heredera de la oligarquía haitiana que hoy tiene como esposa recuerdan a aquel hombrecillo que, fiel a la teología de la liberación, en pleno reinado de Baby Doc encabezó, descalzo y cubierto de lodo, una de las primeras marchas del movimiento campesino Papaye hacia la capital, para demandar libertad. Eran los principios de los años 80. La gente, entonces, lo llamaba Titide.

Hijo de madre soltera, nacido en la supermarginal Cité Soleil, en Puerto Príncipe, criado en un orfanatorio de hermanos salesianos, Aristide se colocó a la cabeza del Movimiento Lavalás. En creole, lavalás da nombre a los torrentes de lluvia de primavera que bajan de los montes haitianos para limpiar los campos y las calles.

Fue el primer presidente electo en el periodo democrático de Haití. Poco después fue derrocado por el coronel Raoul Cedrás, en una acción en la que la mano de Washington no fue ajena. El presidente Bill Clinton lo acogió en calidad de héroe en desgracia, lo mimó y año y medio después lo repuso en la silla presidencial, envuelto en un operativo militar de desembarco de ma-rines, tanques y tropas del Pentágono.

En mayo del 2000 regresó al palacio presidencial por tercera ocasión, esta vez fruto de un fraude electoral. Como en los mejores tiempos de Papa Doc y Baby Doc Duvalier, se aseguró de que todos los escaños del parlamento sean ocupados por incondicionales suyos. Y creó su propio Consejo Electoral ad hoc.

Cuando las cosas le salen mal recurre al dechoucaj, término que en los días de las limpias antiduvalieristas fue acuñado por las multitudes sin control que "desenraizaban la mala raíz" atacando a conocidos policías de la dictadura -tonton macoutes- y funcionarios del viejo régimen. Pronto este método de venganza popular se volteó en contra del movimiento social. Los incendios y saqueos de turbas aparentemente sin control fueron utilizados por Cedrás para aterrorizar a sus opositores. Hoy son grupos claramente identificados con la casa presidencial los que cometen dechoucaj contra las voces que se alzan para denunciar los atropellos y excesos del nuevo Aristide, Baby Clinton. (BLANCHE PETRICH)