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ENTREVISTA
Eduardo Galeano
El diccionario también es gran víctima
de la reciente conflagración
Las palabras están significando nada; una de
las más sacrificadas es justicia, dice el escritor uruguayo, y recomienda:
''un desafío para todos los que trabajamos con ellas es rescatarlas
y cuidarlas''
ROSA MIRIAM ELIZALDE/ JUVENTUD REBELDE
La Habana. Al escritor Eduardo Galeano (Montevideo,
1940) le preocupan de la actual conflagración los afganos, los inocentes
que han quedado en la línea de fuego entre dos fundamentalismos:
el talibán y el militar. Pero también le preocupan las palabras,
como justicia... Causa Justa, Justicia Infinita... Nunca antes, dice, las
palabras habían sido tan ensuciadas, tan bombardeadas, tan asesinadas.
El autor de Las venas abiertas de América Latina
disecciona con su verbo filoso, crítico, los acontecimientos mundiales
recientes: el problema de la verdad y la mentira, la supremacía
estadunidense y el papel de la izquierda en el contexto internacional.
-Se ha tratado de culpar a la izquierda antiglobalizadora
del odio que inspiró el ataque del 11 de septiembre. ¿Por
qué?
-Siempre,
siempre la izquierda tiene la culpa, lo sabemos. Pero la culpa de la cara
no la tiene el espejo. Lamentablemente ocurrió esta tragedia de
las Torres Gemelas, pero no hay que perder de vista que es la primera vez
que alguien le asesta a los Estados Unidos, lo que éstos propinan
habitualmente al resto del mundo. Claro, como nadie los había bombardeado
desde 1812, cuando los ingleses quemaron la Casa Blanca, pues resulta que
es la izquierda la que ha predicado el odio que desembocó en este
acto de locura del atentado contra las Torres Gemelas. Si la izquierda
ha denunciado los crímenes que se han cometido -y ha sido en cantidades,
por todas partes, matando no 5 mil civiles como en Nueva York, sino centenares
de miles, millones de civiles en todas partes del mundo-, el problema está
en esos actos criminales, y no en la voz que los denunció. ¿O
acaso el termómetro tiene la culpa de la fiebre?
-Usted es un mago de las palabras, pero no tan bueno como
los jefes de la dictadura global. Estamos viendo sinónimos delirantes:
islamismo/terrorismo; libertad duradera/justicia infinita; Estados Unidos/civilización;
bombas de racimo/paquetes de alimentos... ¿Qué está
pasando con las palabras en esta nueva cruzada?
-No sólo se están matando inocentes, porque
¿qué tienen que ver esos campesinos afganos que murieron
en esta guerra absurda?, ¿qué tiene que ver eso con el atentado
que pudo haber cometido Bin Laden, o quien sea el energúmeno?, ¿por
qué tienen que pagar eso los pobres afganos que han muerto? A ver,
que alguien me lo explique. No sólo tuvieron que soportar la dictadura
talibán, sino, encima, los bombardeos que los castigaron, que castigaron
a los castigados. Esos fueron víctimas inocentes de esta suerte
de locura compartida en este mundo de hoy convertido en gran manicomio.
"Pero no son las únicas víctimas. También
el diccionario es una gran víctima, el lenguaje. Las palabras están
significando nada o poco más que nada, y una de las palabras más
sacrificadas es la palabra justicia. ¡Pobre palabra justicia! Esto
de justicia infinita no es nuevo. Cuando aniquilaron el barrio más
pobre de Panamá, en un bombardeo que el mundo ha olvidado, lamentablemente,
y que ocurrió poco antes de la guerra de Irak, cuando la aviación
norteamericana aniquiló al Chorrillo, con sus habitantes adentro,
aquel crimen se denominó Causa Justa. O sea, esto de usar la justicia
como coartada para hacer injusticias no es una novedad.
"Lo mismo ocurre con las demás palabras, lo que
implica un desafío para todos los que trabajamos con ellas, y en
ellas creemos y amamos, y siempre sabemos que a veces la mejor palabra
es el silencio, y que muchas veces la verdad se expresa callando. Pero
también sabemos que hay palabras que no pueden ser traicionadas
y que es necesario rescatarlas y cuidarlas para que puedan brotar limpiamente
en la boca de la gente que viene, de los tiempos que vienen. Este es un
desafío que hoy por hoy se multiplica, porque nunca las palabras
han sido tan ensuciadas, ellas también bombardeadas, ellas también
asesinadas."
Guardaespaldas de la verdad
-Tengo por aquí algo que dijo Winston Churchill,
el primer ministro británico durante la Segunda Guerra Mundial:
"En tiempos de guerra, la verdad es tan valiosa, que siempre debe ser custodiada
por mentiras como guardaespaldas". ¿Qué está pasando
con la verdad? ¿Dónde la guardaron sus guardaespaldas?
-(Sonríe.) Mejor que la frase de Churchill, que
era un cínico inteligentísimo, un vocero realmente brillante
del pensamiento conservador británico, es la vieja frase que se
atribuye a muchos, y vaya usted a saber quién la dijo porque son
muchos los padres posibles: "en toda guerra la primera víctima es
la verdad".
"Es cierto, cuando estalla una guerra siempre es más
lo que se miente. Nada más hay que ver lo que pasó con la
guerra de Irak. Al principio, las cifras oficiales norteamericanas de bajas
iraquíes fueron de 10 mil. Luego los muertos aumentaron a 15 mil,
después pasaron a 20 mil, más tarde reconocieron 100 mil
-por cierto en el anuario de la revista Time es esa la cifra que
dan-. Después pasaron a ser 186 mil, según los datos del
Departamento de Estadísticas. A lo largo de unos meses, de dos o
tres años, las cifras crecieron de 10 mil a 186 mil, en una batalla
que al principio se transmitió al mundo como una guerra inocua en
la que nadie moría. Sólo veíamos la belleza perversa
de las máquinas de matar que iban y venían por la pantalla
chica. Muy rara vez se veían las víctimas humanas, la gente
que estaba pagando con sus vidas el precio de esa guerra loca. Fíjate,
Estados Unidos bombardearon a Irak porque había invadido a Kuwait.
Pero Estados Unidos venían de invadir Panamá, entonces: ¿por
qué no se autobombardearon?"
-Hay otro hecho trágico: la opinión pública
en Estados Unidos. Supuestamente está a favor de lo que ocurre.
Hay algunos datos: 53 por ciento de los estadunidenses, ahora mismo, dice
que el gobierno tiene derecho a censurar las noticias. Más de 82
por ciento cree que su administración está dando a conocer
todo lo que puede sobre la guerra. ¿Cómo es posible que en
el país de la "libertad de prensa" millones de personas estén
en favor de la censura?
-El efecto rebote de la tragedia del 11 de septiembre
ha generado este tipo de cosas, que se corresponden sólo con los
ciclos victoriosos de la guerra. Esta es la primera etapa de la guerra.
Después la gente razona un poquito mejor. Hay una primera reacción
que es esta, ¿no? Lamentable reacción de la inmensa mayoría
de una sociedad determinada, pidiendo a grito pelado que le mientan: 'miéntannos,
miéntannos', dicen. Yo creo que eso no es definitivo, que eso después
va cambiando. Tal reacción tiene su lógica: me animaría
a decir que la opinión pública norteamericana, el ciudadano
medio, es bastante ingenuo. Lamentablemente este país que tiene
el nivel tecnológico más alto y que cuenta con la mayor capacidad
tecnológica para la comunicación y la información,
es también el país peor informado, donde la opinión
pública es la más ignorante de todo lo que ocurre más
allá de sus fronteras.
"Me impresiona muchísimo, cada vez que voy, que
los informativos no otorgan casi ningún espacio al mundo exterior.
El planeta fuera de sus fronteras es un gran abismo oscuro, desconocido,
donde acechan los demonios, una especie de nebulosa de la cual no se sabe
nada, pero que siempre es peligrosa. De ahí pueden surgir los enemigos,
movidos por el odio, pero sobre todo por la envidia: 'no soportan que los
estadunidenses seamos tan libres, tan felices'."
El mapa termina en EU
"Ellos ignoran casi completamente lo que ocurre fuera
de su propio mapa. Esto no lo digo por un delirio personal, como algo que
a uno le pasa por la cabeza en un mal momento. Lo dicen los propios dueños
de los medios de comunicación. Ted Turner lo dice en esos términos:
la opinión pública estadunidense es la más ignorante.
Y eso es grave: ese es el país que decide el destino de todos los
demás pueblos. George W. Bush es el presidente del planeta y gobierna
en un país que ignora a todos los demás, y que se entera
muy rara vez de algo que ocurre. Se entera, por ejemplo, cuando muere algún
norteamericano fuera. Sólo en ese momento, súbitamente, descubren
que otra gente vive en ese otro lugar.
"Recuerdo que una vez estaba dando unas clases en la Universidad
de Stanford, y de repente alguien me preguntó por Guatemala, porque
un norteamericano había muerto por allá. Ahí fue que
se enteraron mis alumnos que había una dictadura militar, y que
no había sido una sino varias, sucesivas, las dictaduras organizadas,
armadas y financiadas por los norteamericanos, y que habían asesinado
a 200 mil personas, la mayoría indígenas. Aquellos norteamericanos
comunes y corrientes no tenían ni la menor idea. Tengo una anécdota
que le he contado a mis amigos muchas veces. Allí había un
profesor de ciencias, del cual yo me había hecho compinche, un buen
tipo. Un día cenando con él y con su mujer, esta se quedó
atónita cuando empecé a hablar de América central.
Ella creía que en el centro de América sólo estaba
Kansas. No sabía que había una cosa que se llamaba América
central fuera de su país. Si eso llegara hasta ahí estaría
bien, pero el problema es que ellos son los que van a decidir qué
va a pasar con los 6 mil millones de habitantes de lo que queda del planeta."
-¿Por qué cree que en unos medios donde
tanto se ha fastidiado con la libertad de expresión, los periodistas
huyen de la explicación del contexto como si fuera de la peste?
-Es una indiferencia política, también.
La política es una cosa que hace el gobierno, pero no es cosa mía,
dice el norteamericano medio. Eso es todo lo contrario a lo que pasa en
los países latinoamericanos. No importa el contexto, el porqué.
Esa cultura se está convirtiendo en cultura universal a pasos agigantados,
y se ha globalizado -lo que significa que todos pensamos, sentimos de la
misma manera, o eso es lo que se intenta- aceptar como natural que la información
nos desinforme.
"Tú hablabas de la guerra. Dime, ¿por qué
nadie se pregunta quién vende las armas? Eso jamás lo escucha
uno. Ni en los informativos, ni en los artículos de los periódicos,
ni en los noticieros de la tele. Nunca nadie me ha dicho ahí
quién está vendiendo las armas para esa guerra que está
ocurriendo. Esos silencios no son inocentes, porque ocurre que los pocos
países que manejan al mundo son también los proveedores de
las armas para las guerras. Los miembros del Consejo de Seguridad que tienen
derecho de veto, son los fabricantes de armas que hacen el negocio de la
guerra. O lo que es lo mismo, los que velan por la paz son los que se ocupan
de hacer las armas que matan al prójimo. No tiene nada de inocente
ese silencio. Te lo pongo como ejemplo. Hay muchos más. A mí
siempre me llamó la atención: en la guerra, ¿quién
vende las armas? Nadie lo dice. Hay un negocio del cual todos participan.
La industria militar necesita guerra, como los pulmones necesitan el aire,
como los fabricantes de abrigos necesitan el invierno. Si no, ¿qué
sería de ellos, pobrecitos?"
La esperanza no es vulnerable
-En medio de este contexto, ¿por dónde anda
la izquierda?
-Ha cambiado bastante. El marco en el que se concentraban
las fuerzas alternativas ha sido desbordado por algunos fenómenos
muy interesantes, y que son la contracara de otros fenómenos muy
deprimentes, que desalentaban a cualquiera. Es asombroso que en medio de
todo esto se están abriendo espacios para multiplicar la esperanza,
en tiempos donde más que nunca cobra vigencia aquel grafitti que
vi una vez en la pared, en Bogotá, creo, que decía: 'dejemos
el pesimismo para tiempos mejores'.
"Hay una multiplicación de movimientos, que no
están encuadrados en lo que serían las estructuras tradicionales
de los partidos y los sindicatos obreros -que siguen en pie, y que a menudo
dan respuestas estimulantes a los desafíos de la realidad-. Pero
ahora hay otros movimientos alternativos que han brotado como hongos por
todas partes, y que son una fuente de esperanza para los que creemos que
mañana no es otro nombre de hoy."
-Hablando de esperanza, hay una frase en su novela que
a mí me consterna: ¿siente de verdad que "la esperanza es
una puta estéril de tanto asesinarse personitas en el vientre"?
-(Ríe.) Estaría yo medio deprimido cuando
escribí eso. Es muy fuerte... Lo que pasa es que a veces uno se
cae, y eso es legítimo. No creo en esa especie de invulnerabilidad
de la esperanza. Ella es humana. Se parece a nosotros porque de nosotros
brota, y por eso a veces se cae, y a veces se levanta, como nos levantamos
nosotros; se lastima, y a veces se cura y a veces no se cura...
-¿Por qué cree que la esperanza de Cuba
no se cayó?
-Eso tiene diversas implicaciones. Tiene que ver con la
capacidad de resistencia del pueblo cubano, con la solidaridad internacional,
pero como suele ocurrir con la realidad, también tiene sus misterios.
¿Por qué a Cuba no se la almorzaron con cuchillo y tenedor,
habiéndolo intentado tantas veces? ¿Por qué se atravesó
este bocado en la garganta del poder? ¿Y por qué sobrevivió
con todos los contras que la realidad cubana hoy puede tener? Yo he tratado
de ser siempre honesto, diciendo lo que me gusta y lo que no de esta Revolución.
Pero el hecho irrebatible es que está viva, se diga lo que se diga,
está ahí, viva y coleando. Yo creo que es por eso que te
decía antes, y también por otros misterios que habrá
que consultar en la santería.
-Usted, que fundó o participó en revistas
que son paradigmas del periodismo de resistencia, se ha quejado bastante
de la incapacidad patética que tiene la izquierda para comunicar
sus ideas. ¿Sigue pensando lo mismo?
-Ha mejorado, es un poquito más flexible... La
aparición de fenómenos interesantísimos, como el movimiento
zapatista y de su vocero, el subcomandante Marcos, ha contribuido
a descongelar el lenguaje de la izquierda, y le ha incorporado mucho humor
al asunto. Esto ha venido a demostrar que tenía razón aquel
viejo amigo mío brasileño que un día me dijo: "Eduardo,
no te tomes en serio nada que no te haga reír".
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