Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 21 de diciembre de 2001
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Cultura
02an1cul ENTREVISTA

Eduardo Galeano

El diccionario también es gran víctima de la reciente conflagración

Las palabras están significando nada; una de las más sacrificadas es justicia, dice el escritor uruguayo, y recomienda: ''un desafío para todos los que trabajamos con ellas es rescatarlas y cuidarlas''

ROSA MIRIAM ELIZALDE/ JUVENTUD REBELDE

La Habana. Al escritor Eduardo Galeano (Montevideo, 1940) le preocupan de la actual conflagración los afganos, los inocentes que han quedado en la línea de fuego entre dos fundamentalismos: el talibán y el militar. Pero también le preocupan las palabras, como justicia... Causa Justa, Justicia Infinita... Nunca antes, dice, las palabras habían sido tan ensuciadas, tan bombardeadas, tan asesinadas.

El autor de Las venas abiertas de América Latina disecciona con su verbo filoso, crítico, los acontecimientos mundiales recientes: el problema de la verdad y la mentira, la supremacía estadunidense y el papel de la izquierda en el contexto internacional.

-Se ha tratado de culpar a la izquierda antiglobalizadora del odio que inspiró el ataque del 11 de septiembre. ¿Por qué?

galeano-eduardo-2-jpg-Siempre, siempre la izquierda tiene la culpa, lo sabemos. Pero la culpa de la cara no la tiene el espejo. Lamentablemente ocurrió esta tragedia de las Torres Gemelas, pero no hay que perder de vista que es la primera vez que alguien le asesta a los Estados Unidos, lo que éstos propinan habitualmente al resto del mundo. Claro, como nadie los había bombardeado desde 1812, cuando los ingleses quemaron la Casa Blanca, pues resulta que es la izquierda la que ha predicado el odio que desembocó en este acto de locura del atentado contra las Torres Gemelas. Si la izquierda ha denunciado los crímenes que se han cometido -y ha sido en cantidades, por todas partes, matando no 5 mil civiles como en Nueva York, sino centenares de miles, millones de civiles en todas partes del mundo-, el problema está en esos actos criminales, y no en la voz que los denunció. ¿O acaso el termómetro tiene la culpa de la fiebre?

-Usted es un mago de las palabras, pero no tan bueno como los jefes de la dictadura global. Estamos viendo sinónimos delirantes: islamismo/terrorismo; libertad duradera/justicia infinita; Estados Unidos/civilización; bombas de racimo/paquetes de alimentos... ¿Qué está pasando con las palabras en esta nueva cruzada?

-No sólo se están matando inocentes, porque ¿qué tienen que ver esos campesinos afganos que murieron en esta guerra absurda?, ¿qué tiene que ver eso con el atentado que pudo haber cometido Bin Laden, o quien sea el energúmeno?, ¿por qué tienen que pagar eso los pobres afganos que han muerto? A ver, que alguien me lo explique. No sólo tuvieron que soportar la dictadura talibán, sino, encima, los bombardeos que los castigaron, que castigaron a los castigados. Esos fueron víctimas inocentes de esta suerte de locura compartida en este mundo de hoy convertido en gran manicomio.

"Pero no son las únicas víctimas. También el diccionario es una gran víctima, el lenguaje. Las palabras están significando nada o poco más que nada, y una de las palabras más sacrificadas es la palabra justicia. ¡Pobre palabra justicia! Esto de justicia infinita no es nuevo. Cuando aniquilaron el barrio más pobre de Panamá, en un bombardeo que el mundo ha olvidado, lamentablemente, y que ocurrió poco antes de la guerra de Irak, cuando la aviación norteamericana aniquiló al Chorrillo, con sus habitantes adentro, aquel crimen se denominó Causa Justa. O sea, esto de usar la justicia como coartada para hacer injusticias no es una novedad.

"Lo mismo ocurre con las demás palabras, lo que implica un desafío para todos los que trabajamos con ellas, y en ellas creemos y amamos, y siempre sabemos que a veces la mejor palabra es el silencio, y que muchas veces la verdad se expresa callando. Pero también sabemos que hay palabras que no pueden ser traicionadas y que es necesario rescatarlas y cuidarlas para que puedan brotar limpiamente en la boca de la gente que viene, de los tiempos que vienen. Este es un desafío que hoy por hoy se multiplica, porque nunca las palabras han sido tan ensuciadas, ellas también bombardeadas, ellas también asesinadas."

Guardaespaldas de la verdad

-Tengo por aquí algo que dijo Winston Churchill, el primer ministro británico durante la Segunda Guerra Mundial: "En tiempos de guerra, la verdad es tan valiosa, que siempre debe ser custodiada por mentiras como guardaespaldas". ¿Qué está pasando con la verdad? ¿Dónde la guardaron sus guardaespaldas?

-(Sonríe.) Mejor que la frase de Churchill, que era un cínico inteligentísimo, un vocero realmente brillante del pensamiento conservador británico, es la vieja frase que se atribuye a muchos, y vaya usted a saber quién la dijo porque son muchos los padres posibles: "en toda guerra la primera víctima es la verdad".

"Es cierto, cuando estalla una guerra siempre es más lo que se miente. Nada más hay que ver lo que pasó con la guerra de Irak. Al principio, las cifras oficiales norteamericanas de bajas iraquíes fueron de 10 mil. Luego los muertos aumentaron a 15 mil, después pasaron a 20 mil, más tarde reconocieron 100 mil -por cierto en el anuario de la revista Time es esa la cifra que dan-. Después pasaron a ser 186 mil, según los datos del Departamento de Estadísticas. A lo largo de unos meses, de dos o tres años, las cifras crecieron de 10 mil a 186 mil, en una batalla que al principio se transmitió al mundo como una guerra inocua en la que nadie moría. Sólo veíamos la belleza perversa de las máquinas de matar que iban y venían por la pantalla chica. Muy rara vez se veían las víctimas humanas, la gente que estaba pagando con sus vidas el precio de esa guerra loca. Fíjate, Estados Unidos bombardearon a Irak porque había invadido a Kuwait. Pero Estados Unidos venían de invadir Panamá, entonces: ¿por qué no se autobombardearon?"

-Hay otro hecho trágico: la opinión pública en Estados Unidos. Supuestamente está a favor de lo que ocurre. Hay algunos datos: 53 por ciento de los estadunidenses, ahora mismo, dice que el gobierno tiene derecho a censurar las noticias. Más de 82 por ciento cree que su administración está dando a conocer todo lo que puede sobre la guerra. ¿Cómo es posible que en el país de la "libertad de prensa" millones de personas estén en favor de la censura?

-El efecto rebote de la tragedia del 11 de septiembre ha generado este tipo de cosas, que se corresponden sólo con los ciclos victoriosos de la guerra. Esta es la primera etapa de la guerra. Después la gente razona un poquito mejor. Hay una primera reacción que es esta, ¿no? Lamentable reacción de la inmensa mayoría de una sociedad determinada, pidiendo a grito pelado que le mientan: 'miéntannos, miéntannos', dicen. Yo creo que eso no es definitivo, que eso después va cambiando. Tal reacción tiene su lógica: me animaría a decir que la opinión pública norteamericana, el ciudadano medio, es bastante ingenuo. Lamentablemente este país que tiene el nivel tecnológico más alto y que cuenta con la mayor capacidad tecnológica para la comunicación y la información, es también el país peor informado, donde la opinión pública es la más ignorante de todo lo que ocurre más allá de sus fronteras.

"Me impresiona muchísimo, cada vez que voy, que los informativos no otorgan casi ningún espacio al mundo exterior. El planeta fuera de sus fronteras es un gran abismo oscuro, desconocido, donde acechan los demonios, una especie de nebulosa de la cual no se sabe nada, pero que siempre es peligrosa. De ahí pueden surgir los enemigos, movidos por el odio, pero sobre todo por la envidia: 'no soportan que los estadunidenses seamos tan libres, tan felices'."

El mapa termina en EU

"Ellos ignoran casi completamente lo que ocurre fuera de su propio mapa. Esto no lo digo por un delirio personal, como algo que a uno le pasa por la cabeza en un mal momento. Lo dicen los propios dueños de los medios de comunicación. Ted Turner lo dice en esos términos: la opinión pública estadunidense es la más ignorante. Y eso es grave: ese es el país que decide el destino de todos los demás pueblos. George W. Bush es el presidente del planeta y gobierna en un país que ignora a todos los demás, y que se entera muy rara vez de algo que ocurre. Se entera, por ejemplo, cuando muere algún norteamericano fuera. Sólo en ese momento, súbitamente, descubren que otra gente vive en ese otro lugar.

"Recuerdo que una vez estaba dando unas clases en la Universidad de Stanford, y de repente alguien me preguntó por Guatemala, porque un norteamericano había muerto por allá. Ahí fue que se enteraron mis alumnos que había una dictadura militar, y que no había sido una sino varias, sucesivas, las dictaduras organizadas, armadas y financiadas por los norteamericanos, y que habían asesinado a 200 mil personas, la mayoría indígenas. Aquellos norteamericanos comunes y corrientes no tenían ni la menor idea. Tengo una anécdota que le he contado a mis amigos muchas veces. Allí había un profesor de ciencias, del cual yo me había hecho compinche, un buen tipo. Un día cenando con él y con su mujer, esta se quedó atónita cuando empecé a hablar de América central. Ella creía que en el centro de América sólo estaba Kansas. No sabía que había una cosa que se llamaba América central fuera de su país. Si eso llegara hasta ahí estaría bien, pero el problema es que ellos son los que van a decidir qué va a pasar con los 6 mil millones de habitantes de lo que queda del planeta."

-¿Por qué cree que en unos medios donde tanto se ha fastidiado con la libertad de expresión, los periodistas huyen de la explicación del contexto como si fuera de la peste?

-Es una indiferencia política, también. La política es una cosa que hace el gobierno, pero no es cosa mía, dice el norteamericano medio. Eso es todo lo contrario a lo que pasa en los países latinoamericanos. No importa el contexto, el porqué. Esa cultura se está convirtiendo en cultura universal a pasos agigantados, y se ha globalizado -lo que significa que todos pensamos, sentimos de la misma manera, o eso es lo que se intenta- aceptar como natural que la información nos desinforme.

"Tú hablabas de la guerra. Dime, ¿por qué nadie se pregunta quién vende las armas? Eso jamás lo escucha uno. Ni en los informativos, ni en los artículos de los periódicos, ni en los noticieros de la tele. Nunca nadie me ha dicho ahí quién está vendiendo las armas para esa guerra que está ocurriendo. Esos silencios no son inocentes, porque ocurre que los pocos países que manejan al mundo son también los proveedores de las armas para las guerras. Los miembros del Consejo de Seguridad que tienen derecho de veto, son los fabricantes de armas que hacen el negocio de la guerra. O lo que es lo mismo, los que velan por la paz son los que se ocupan de hacer las armas que matan al prójimo. No tiene nada de inocente ese silencio. Te lo pongo como ejemplo. Hay muchos más. A mí siempre me llamó la atención: en la guerra, ¿quién vende las armas? Nadie lo dice. Hay un negocio del cual todos participan. La industria militar necesita guerra, como los pulmones necesitan el aire, como los fabricantes de abrigos necesitan el invierno. Si no, ¿qué sería de ellos, pobrecitos?"

La esperanza no es vulnerable

-En medio de este contexto, ¿por dónde anda la izquierda?

-Ha cambiado bastante. El marco en el que se concentraban las fuerzas alternativas ha sido desbordado por algunos fenómenos muy interesantes, y que son la contracara de otros fenómenos muy deprimentes, que desalentaban a cualquiera. Es asombroso que en medio de todo esto se están abriendo espacios para multiplicar la esperanza, en tiempos donde más que nunca cobra vigencia aquel grafitti que vi una vez en la pared, en Bogotá, creo, que decía: 'dejemos el pesimismo para tiempos mejores'.

"Hay una multiplicación de movimientos, que no están encuadrados en lo que serían las estructuras tradicionales de los partidos y los sindicatos obreros -que siguen en pie, y que a menudo dan respuestas estimulantes a los desafíos de la realidad-. Pero ahora hay otros movimientos alternativos que han brotado como hongos por todas partes, y que son una fuente de esperanza para los que creemos que mañana no es otro nombre de hoy."

-Hablando de esperanza, hay una frase en su novela que a mí me consterna: ¿siente de verdad que "la esperanza es una puta estéril de tanto asesinarse personitas en el vientre"?

-(Ríe.) Estaría yo medio deprimido cuando escribí eso. Es muy fuerte... Lo que pasa es que a veces uno se cae, y eso es legítimo. No creo en esa especie de invulnerabilidad de la esperanza. Ella es humana. Se parece a nosotros porque de nosotros brota, y por eso a veces se cae, y a veces se levanta, como nos levantamos nosotros; se lastima, y a veces se cura y a veces no se cura...

-¿Por qué cree que la esperanza de Cuba no se cayó?

-Eso tiene diversas implicaciones. Tiene que ver con la capacidad de resistencia del pueblo cubano, con la solidaridad internacional, pero como suele ocurrir con la realidad, también tiene sus misterios. ¿Por qué a Cuba no se la almorzaron con cuchillo y tenedor, habiéndolo intentado tantas veces? ¿Por qué se atravesó este bocado en la garganta del poder? ¿Y por qué sobrevivió con todos los contras que la realidad cubana hoy puede tener? Yo he tratado de ser siempre honesto, diciendo lo que me gusta y lo que no de esta Revolución. Pero el hecho irrebatible es que está viva, se diga lo que se diga, está ahí, viva y coleando. Yo creo que es por eso que te decía antes, y también por otros misterios que habrá que consultar en la santería.

-Usted, que fundó o participó en revistas que son paradigmas del periodismo de resistencia, se ha quejado bastante de la incapacidad patética que tiene la izquierda para comunicar sus ideas. ¿Sigue pensando lo mismo?

-Ha mejorado, es un poquito más flexible... La aparición de fenómenos interesantísimos, como el movimiento zapatista y de su vocero, el subcomandante Marcos, ha contribuido a descongelar el lenguaje de la izquierda, y le ha incorporado mucho humor al asunto. Esto ha venido a demostrar que tenía razón aquel viejo amigo mío brasileño que un día me dijo: "Eduardo, no te tomes en serio nada que no te haga reír". 

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