Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 13 de diciembre de 2001
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Mundo
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Marta Tawil

Hamas

El Movimiento de Resistencia Islámico, mejor conocido como Ha-mas, ha resurgido con gran fuerza y se ha convertido en un factor activo capaz de modificar el escenario político palestino y la dinámica de conflicto entre israelíes y palestinos. Así, en las últimas elecciones del consejo estudiantil de la Universidad de Al Najah, en Nablús, Hamas logró una victoria aplastante sobre Fatah (la formación de Arafat) y otros grupos palestinos nacionalistas y laicos. Su ímpetu coincide con la llegada al poder en Is-rael del gobierno de extrema derecha de Ariel Sharon y la segunda intifada que dio comienzo en octubre de 2000. En diversos momentos desde su fundación, Hamas ha recurrido al terrorismo como táctica para combatir la ocupación israelí, lo que le ha valido un lugar en la lista negra de los grupos calificados como "terroristas" por Es-tados Unidos.

Para comprender mejor la naturaleza y evolución de Hamas debe tomarse en cuenta el marco del desarrollo político pa-lestino, específicamente desde la firma de los acuerdos de Oslo en 1993 (aunque varios aspectos pueden trazarse desde la Guerra de los Seis Días en 1967). Dos factores principales caracterizan dicho marco: 1) la continuación de la ocupación israelí y sus devastadores efectos sociales y económicos para los palestinos, y 2) el fracaso del modelo estatista y la ideología nacionalista y secular de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).

Origen

Hasta antes de la primera intifada en 1987, la lucha por la liberación de Palestina se había mantenido en nombre del nacionalismo árabe. Sin embargo, a finales de los 70 apareció un nuevo tipo de activismo islámico en los territorios ocupados y, desde los 80, la corriente de oposición islámica en Palestina estuvo representada por dos grupos principales: el Jihad Islámico y el Movimiento de Resistencia Islámico, mejor conocido por su acrónimo Hamas. Hamas es la principal fuerza islámica en los territorios ocupados; forma parte de la Sociedad de la Hermandad Musulmana en Palestina, extensión del movimiento fundado en Egipto en 1928 por Sayid Qutb. Como sus contrapartes árabes, la rama de la Hermandad Musulmana en Palestina tomó fuerza luego de la derrota árabe en la guerra de 1967, que se interpretó como una señal del fracaso del socialismo y nacionalismo seculares.

Los Hermanos Musulmanes lograron es-tablecer una amplia red de asistencia social bajo la coordinación del jeque Ah-mad Yasin. También se infiltraron en la mayoría de las mezquitas de Gaza y ganaron el control de la Universidad Islámica. En 1986-1987 realizaron operaciones guerrilleras contra Israel; así, a pesar de su membresía reducida, fueron un factor que contribuyó a incitar la primera intifada. De esta forma el Islam recuperó su legitimidad política entre los palestinos por primera vez desde los años 30.

Hamas se creó formalmente en Gaza en diciembre de 1987 por iniciativa de Abdel Aziz al Rantisi, un profesor de física en la Universidad Islámica, y de Yasin. La reputación de Hamas en Gaza y Cisjordania creció en la coyuntura de la intifada, en la que se involucró activamente, si bien no se integró a la acción unificada que controlaba la OLP.

En su carta constitutiva, publicada en agosto de 1988, Hamas explica la oposición a Israel en términos de Jihad. El Estado de Israel, cuya existencia es ilegítima, busca destruir al Islam, y la única vía para liberar a Palestina es la lucha armada. Por lo que a su relación con la OLP respecta, Hamas la plantea en estos términos: "ƑPuede un musulmán abandonar a sus familiares y amigos? Nuestra patria es una, nuestro desastre es uno, nuestro destino es uno". No obstante, las tensiones con los nacionalistas nunca han desaparecido. Para Hamas "Palestina es un don religioso. Ni una sola de sus partes podrá cederse". En el nombre del Islam, por lo tanto, Ha-mas rechaza el programa político que la OLP adoptó en noviembre de 1988, en el que reconoció la legitimidad de la existencia del Estado de Israel, y convocó a una conferencia internacional bajo los auspicios de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para crear un Estado palestino independiente.

Evolución

Hamas mostró gran destreza en reorganizar a sus miembros y extender sus bases, en un momento en que la primera intifada estaba empezando a perder su carácter masivo. Sin duda, el hecho de contar con redes de organización en las mezquitas y otras instituciones islámicas ayuda a entender la fuerza de Hamas. Sin embargo, el capital religioso no es per se el factor decisivo que explica su apogeo. La habilidad de Hamas de infiltrarse entre los sectores y grupos más seculares y nacionalistas, particularmente entre el Fatah -grupo de Yaser Arafat-, se explica esencialmente por dos realidades.

Una primera se relaciona con la persistencia de la ocupación israelí y su rutina de represión. La política de asentamientos judíos en territorio palestino se aceleró a partir de 1977 y alcanzó un nivel crítico en los 80 con las amenazas al uso y la propiedad de la tierra y el agua que ello implicaba para los palestinos. La restricción de las oportunidades de empleo afectó severamente a la población palestina, de la cual casi 50 por ciento es menor de 15 años y 70 por ciento menor de 30. Debido a las condiciones económicas prevalecientes en los 80, miles de jóvenes palestinos graduados de las universidades, especialmente en Gaza, se vieron obligados a ir a trabajar diariamente a Israel. Otra situación que contribuyó a acumular ambiciones frustradas fue la ofensiva de Benjamin Netanyahu contra los acuerdos de Oslo, su negativa a evacuar Hebrón y las insistentes provocaciones de su política de confiscación de tierras palestinas y construcción de asentamientos ilegales.

La segunda situación tiene que ver con el desarrollo político e institucional palestino. Hacia 1988 era claro que dos modelos de organización política palestina se en-frentaban: por un lado, el activismo voluntario, espontáneo, descentralizado de las bases, que caracterizó a la intifada en su primer año, y por otro lado la burocratiza ción, el patronazgo, las redes clientelistas y la centralización de las instituciones me-diante las cuales la OLP (dominada por Fatah) extendió su control estatista en los territorios ocupados. En 1988, ante el Consejo Nacional Palestino Arafat pudo presentar su nuevo programa, en el cual su liderazgo formalmente aprobó las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de la ONU, condenó el terrorismo y aceptó la coexistencia con Israel del futuro Estado palestino. Sin embargo, la OLP en-frentaba un problema estructural profundo. El hecho de que estableciera patrones estatistas de incorporación política, en una situación en la que el competidor (Israel) ejercía un control social, económico y administrativo mucho más extenso, inevitablemente dejó sin canales de expresión y participación política a varios sectores de la sociedad palestina en los territorios ocupados. Como en otros países árabes, el fracaso de políticas de integración dio paso en Palestina al auge del Islam político.

Las acciones armadas de los islamitas que transformaron la escena política palestina básicamente comenzaron después de la masacre de Hebron, en febrero de 1994. La espiral de violencia que suscitó este hecho comenzó la primera crisis seria entre la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y los islamitas. En varias ocasiones la OLP se aprestó a reprimir a los militantes y simpatizantes de Hamas, su principal adversario, incluidos los dirigentes de las brigadas de Al Kassam (brazo militar del movimiento). Las represalias frecuentemente fueron sangrientas, se multiplicaron los arrestos y el periódico de Hamas, Al Watan, fue censurado por un tiempo. A mediados de mayo de 1995 Arafat desató una ofensiva contra los elementos moderados de la organización, que habían insistido en buscar compromisos con la ANP a cambio de que se les diera un lugar en el espectro político.

Resistencia armada

En su libro Armed Struggle and the Search for State (Oxford, 1997), Yezid Sayigh muestra cómo, desde 1948, el impulso de la movilización política de los palestinos fue la lucha armada. Esta ha tenido una función tanto política como militar.

Por un lado, ha servido de base para la creación de símbolos y mitos del imaginario colectivo. Así, por ejemplo, para Ha-mas y otros movimientos islamitas de diferentes tendencias la lucha armada dirigida contra el enemigo de fuera, Israel, y contra los colaboracionistas, dentro, es un deber religioso; es la jihad que no distingue entre dimensión política y religiosa; forma parte del mito del fida'i, el revolucionario que se levanta en armas y defiende su patria con los medios que tiene a su alcance. Por otro lado, la lucha armada en Palestina ha sido el marco en el que diversos grupos compiten por imponer su agenda, y determinar la dirección y el propósito del desarrollo institucional palestino. La recurrencia a prácticas terroristas, por ejemplo, muchas ve-ces ha resultado de la existencia de divisiones internas y luchas intestinas, entre la rama interna y externa (jordana y egipcia) de Hamas y entre los moderados y los extremistas, todo lo cual complica la definición de un objetivo estratégico coordinado. Como en el caso del Frente Popular pa-ra la Liberación de Palestina, el terrorismo ocasionalmente también ofrece a Hamas un medio para competir con Fatah.

En términos estrictamente militares, si bien Hamas es un movimiento que colorea sus reclamos y lucha con tintes religiosos, la táctica del terrorismo contra la ocupación israelí ha sido para este grupo un instrumento para conseguir objetivos políticos. El terrorismo del Hamas busca desgastar política y sicológicamente al ocupante, en este caso Israel. Cada una de sus acciones armadas y actos terroristas se justifica como respuesta a actos de violencia israelíes precisos, como las incursiones masivas del ejército israelí en las zonas autónomas y los asesinatos extrajudiciales de activistas palestinos (como el de Mahmoud Abu Hanoud, dirigente militar del Hamas, en noviembre pasado).

El Islam definitivamente influye en la simbología y la percepción de la lucha de un grupo como Hamas. En última instancia la asimetría de nueva guerra contra el terrorismo mundial, encabezada por Estados Unidos, también surge de factores culturales. Los grupos terroristas que los "aliados" pretenden eliminar con bombardeos están lejos de plantearse la guerra en los términos en que los países occidentales la plantean. Morir es algo a lo que están dispuestos muchos de ellos; la muerte es la fuente de su invencibilidad. Esto es especialmente cierto en el caso de comunidades religiosas como la islámica, cuyo imaginario cultural otorga un lugar central al sacrificio colectivo como fuente de identidad y cohesión social.

Sin embargo, la cultura no es fuente de guerra per se, sino un factor que interactúa con una determinada coyuntura social, económica, de seguridad, geográfica y política específica. Así pues, es importante recordar cómo, cuándo y por qué surgen estos grupos. Hamas surgió en Gaza en una coyuntura local y regional específica. La prosecución del robo de tierras a los palestinos, la extensión de asentamientos judíos, el naufragio de la economía palestina, la existencia de retenes que mantienen en asedio a ciudades palestinas y re-fuerzan el sentimiento de castigo colectivo, la muerte de niños, jóvenes y ancianos a manos del ejército israelí, el carácter autoritario y populista del liderazgo político de la OLP, la complicidad estadunidense, la pasividad europea y la apatía árabe. Todas éstas son realidades que contribuyen a "deshumanizar" al enemigo; en ese contexto, numerosos jóvenes están listos para transformarse en bombas humanas.

Hamas y las contradicciones de la guerra contra el terrorismo

Los estadunidenses parecen olvidar que, con el fin de debilitar a los grupos "extremistas" su país fomentó las actividades de la Hermandad Musulmana y otras formaciones islámicas (con ayuda de Arabia Saudita, Jordania y el Egipto de Anwar el Sadat), no obstante eso significaba asestar un duro golpe a los prospectos de democracia en el mundo árabe. Similarmente, luego de ocupar Gaza y Cisjordania, Israel instrumentalizó por dos décadas a la Hermandad Musulmana en Gaza para debilitar a la OLP e incitó a los islamitas a intimidar a sus simpatizantes. El interés israelí en agudizar las tensiones y divisiones en el seno de la sociedad palestina se vieron favorecidas también por las actividades políticas de la Hermandad Musulmana (con ayuda de Jordania) dirigidas contra los grupos de izquierda palestinos. Posteriormente, la Hermandad Musulmana en-vió a jóvenes palestinos a pelear en Afganistán contra la ocupación soviética en 1979, con el argumento de que ese era el camino a la "verdadera" jihad. Otra ironía de esos años, el hombre que Osama Bin Laden describía como su "guía" a principios de los 80 es el palestino radical Abdullah Azzam, quien contribuyó a estimular el flujo de jóvenes palestinos de Gaza y Cisjordania hacia los campos de batalla en Afganistán.

Así pues, las actividades de Hamas se insertan dentro de un esquema general mucho más complejo de lo que se quiere ver. A medida que escala la violencia en los territorios ocupados, el activismo de Hamas revela en buena medida el fracaso de los acuerdos de Oslo y las dificultades que enfrenta el liderazgo político palestino encabezado por Yaser Arafat. Paralelamente, Tel Aviv y Washington continúan orillando a Arafat a derribar el edificio de Hamas. Si bien algunos analistas descartan la posibilidad de que Hamas tenga intenciones de enfrentarse directa y abiertamente con la ANP y causar una guerra civil, lo cierto es que las exigencias estadunidenses e israelíes corren el riesgo de reducir al silencio a las fuerzas moderadas y dejar el campo libre a los extremistas, sobre todo en la eventualidad de que Hamas pierda el control de su brazo armado. Presionar a Arafat a erradicar el tronco y las raíces del movimiento de resistencia (su ala militar, así como sus organizaciones religiosas, so-ciales y políticas) no es sólo una tarea im-posible sino peligrosa mientras Israel no se retire de los territorios ocupados. Cualquier política sensata que busque erradicar el flagelo de los ataques suicidas y otros atentados sangrientos deberá incluir la condición de que Israel detenga su política de represión y ocupación, en respeto del derecho internacional (en última instancia, el rechazo de los acuerdos de Oslo y la protesta contra la ocupación extranjera no es exclusiva del campo islámico), así co-mo la perspectiva de que toda solución a largo plazo requiere necesariamente de un acuerdo entre Arafat y los islamitas.

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