Espejo en Estados Unidos México, D.F. miércoles 5 de diciembre de 2001
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Editorial
 
ARGENTINA: DRAMA ECONOMICO Y HUMANO

SOLLa ineptitud innata del gobierno que preside Fernando de la Rúa, con todos sus funcionarios económicos presentes y pasados, aunada a la reiteración a rajatabla de un modelo económico inviable y depredador, han colocado a la sociedad argentina en una situación mucho peor a la de los indicadores económicos de ese país, y las perspectivas a corto y mediano plazos auguran una profundización de la crisis y de sus costos sociales.

La decisión del gobierno de limitar los retiros bancarios a un máximo de 250 pesos --que todavía, nominalmente, equivalen a la misma cantidad de dólares--, por más que ayer haya sido declarada en suspensión por el fallo de un juez de lo contencioso administrativo, es un seguro catalizador para una fuga de capitales cuyas dimensiones y consecuencias habrán de ser demoledoras en el ya trágico escenario económico argentino.

 Ante esa falta total de esperanza, la población, depauperada y acosada por la carestía, el desempleo --que afecta a casi 20 por ciento de la población en edad laboral-- y la falta de servicios y prestaciones elementales, vive la depresión no sólo como un fenómeno económico, sino como una condición anímica personal. Ese estado de ánimo nacional fue expresado de manera terrible, anteayer, por un joven desempleado que se suicidó disparándose en la boca ante los reporteros convocados, episodio del que este diario dio testimonio gráfico en la primera plana de su edición de ayer.

El afán de complacer a los capitales especulativos mundiales y de entregarles en bandeja las conquistas laborales, la soberanía nacional y el nivel de vida de las personas --afán que sigue caracterizando el manejo económico de la mayor parte de los gobiernos latinoamericanos-- y que en Argentina debe sumarse a los garrafales errores acumulados por la administración de De la Rúa, no ha logrado detener la bancarrota de ese país. 

Por el contrario, después de años de dolarización de la moneda, de ajustes presupuestales y de sumisión a los mandatos de los organismos internacionales y de los intereses financieros globales, la nación sudamericana se ve casi obligada a una nueva devaluación y a hipotecarse a fondo en una renegociación de su deuda externa que le permita evitar la moratoria.

Los gobiernos de la región, en particular el nuestro, deben contemplarse en el espejo de la tragedia argentina y abandonar de una vez por todas la ortodoxia neoliberal que sólo posterga, a mediano y a largo plazos, el estallido de los problemas estructurales y que, a fin de cuentas, después de algunos años de espejismos y fantasías --y habría que recordar, en este punto, el sexenio de Carlos Salinas de Gortari-- deja a las sociedades sumidas en la desesperanza.
 

 

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