ESCLARECER LAS ATROCIDADES DEL PASADO
Una
investigación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos
(CNDH) revela que los nombres de 250 personas, de las 531 que han sido
reportadas como desaparecidas por sus familiares y testigos presenciales
de sus detenciones, figuran en las listas oficiales bajo el adusto título
de "muertos en enfrentamiento" o, para decirlo con precisión, como
ejecutadas.
Si bien algunas de las investigaciones hechas por la CNDH
no gozan de la mejor reputación en el ámbito internacional
--recordemos que el International Council on Human Rights Policy aseguró
el año pasado que son superficiales--, los resultados del informe
de desaparecidos en nuestro país merecen la mayor atención
de parte del gobierno de Vicente Fox, ya que representan una oportunidad
sin precedente para esclarecer las infamias del pasado y sentar las bases
de justicia que garanticen que no volverán a ocurrir jamás.
En principio, es plausible que un órgano del Estado
como la CNDH acepte --a poco más de 11 años de su creación--
que grupos creados y protegidos desde el poder desaparecieron y ejecutaron
a ciudadanos por sus convicciones políticas o por su compromiso
social, no obstante que la CNDH carezca de facultades legales para proceder
en las investigaciones.
Sin embargo, el informe referido es apenas un primer paso
que, a la luz de las difusas señales que el actual gobierno ha dado
para resolver los crímenes perpetrados por sus predecesores, corre
el riesgo de empantanarse en las turbias aguas del olvido y los compromisos
políticos, mismos que durante años han protegido a policías,
funcionarios de seguridad nacional, políticos y altos mandos del
Ejército.
En este sentido, llama la atención que el presidente
Fox tendrá que turnar la lista de "presuntos responsables" al procurador
general de la República, un militar del más alto rango, para
que realice las investigaciones correspondientes.
Es por ello importante la decisión de la CNDH de
entregar los resultados de la investigación, además del Ejecutivo,
a diversas organizaciones internacionales como el Grupo de Trabajo de Desapariciones
Forzosas de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas
y a la corte y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Las atrocidades del pasado no deben quedar impunes. Es
el momento de revisar la historia y hacer justicia a miles de mexicanos
que fueron víctimas de los excesos de poder de un régimen
que no escatimó en el uso de la violencia.
Las desapariciones forzadas, la tortura y las ejecuciones
extraoficiales son heridas abiertas en la memoria de miles de mexicanos
que sólo podrán ser curadas por la mano de la justicia, y
esclarecerlas debe ser un imperativo para cualquier gobierno que se diga
democrático.
No es factible hablar de normalidad democrática
si antes no se paga esta deuda moral con el país, lo que no debe
ser entendido, en ningún momento, como un afán de venganza
o un efímero ajuste de cuentas, sino como una necesaria reconciliación
con un doloroso pasado a través de la justicia.
Es necesario agregar que, al margen de los loables --aunque
tímidos-- logros de la CNDH, los verdaderos avances en la materia
se deben, en gran medida, a la incansable y ejemplar lucha de los familiares
de los desaparecidos a lo largo de más de 25 años, quienes,
como la señora Rosario Ibarra de Piedra y los integrantes del Comité
Eureka, no han dejado de insistir un solo día en la búsqueda
de la justicia.
|