¿EL TURNO DE PAKISTAN?
Luego
de tres semanas de una guerra tan cruenta como inútil, lanzada por
la potencia bélica más poderosa del planeta contra un país
destruido, de-sarticulado y miserable, los resultados están a la
vista: al interior de Afganistán, Osama Bin Laden y su organización
Al Qaeda, señalada por Washington como responsable de los atentados
del 11 de septiembre, permanecen indemnes, en tanto que las bombas estadunidenses
han destruido, además de los edificios gubernamentales del talibán,
casas habitación, mezquitas, hospitales, autobuses, almacenes de
la Cruz Roja y aldeas enteras; ayer mismo murieron unos 15 civiles en Kabul
--nueve de ellos, niños-- cuando un avión estadunidense lanzó
bombas sobre un barrio residencial. Fuera de ese infortunado país,
nadie --salvo un puñado de accionistas de la industria militar--
ha visto los beneficios de este conflicto bélico; por el contrario,
el mundo entero ha entrado en una fase de recesión abierta, zozobra,
incertidumbre y fortalecimiento de las tendencias autoritarias, empezando
por las que están presentes en Estados Unidos y que han logrado
recortar en forma significativa las libertades civiles. Para colmo, la
confusión de la guerra parece resultar un caldo de cultivo propicio
para los grupos terroristas de ultraderecha de Estados Unidos, hacia los
cuales apuntan las pesquisas del FBI en torno al envío de sobres
contaminados con ántrax.
Uno de los aspectos más alarmantes en la actual
fase del conflicto es el conjunto de indicios que apuntan a la internacionalización
de la guerra. En territorio paquistaní, vecino de Afganistán,
el respaldo gubernamental hacia Washington se ha traducido en irritación
cada vez más violenta entre sectores de la población que
simpatizan con los gobernantes de Kabul. Ayer esta irritación se
expresó en un atentado criminal contra un templo cristiano ubicado
en Bahawalpur, donde presuntos fundamentalistas islámicos abrieron
fuego contra los feligreses de una iglesia, 18 de los cuales murieron.
En tanto, en la frontera entre ambos países, una decena de miles
de mujadines protalibán se aprestan a cruzar la frontera para unirse
a los acosados gobernantes afganos.
Estos hechos evocan obligadamente el empantanamiento en
el que se vio envuelto el gobierno de Estados Unidos en toda Indochina
cuando fracasaron sus empeños por destruir Vietnam del Norte, y
hacen pensar que la lógica de la internacionalización de
la guerra se ha hecho presente, ahora, en Asia Central.
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