DERECHOS HUMANOS: ASIGNATURA PENDIENTE
Ayer,
en el contexto de las reacciones tardías del gobierno mexicano ante
el asesinato de la defensora de derechos humanos Digna Ochoa, el presidente
Vicente Fox se reunió con representantes del Centro de Derechos
Humanos Miguel Agustín Pro Juárez --organismo al cual había
pertenecido la litigante ejecutada-- y de otras organizaciones no gubernamentales.
Tras el encuentro, en una conferencia de prensa conjunta con el presidente
de la ONG referida, Edgar Cortez, el secretario de Gobernación,
Santiago Creel, se comprometió a instalar una mesa de trabajo para
abordar el tema de las violaciones a los derechos humanos, uno de los puntos
críticos que, junto con el de los pueblos indígenas, no fueron
incluidos en las propuestas del Acuerdo Político firmado recientemente.
Cortez, por su parte, destacó que, en lo que va del presente sexenio,
los ataques a los derechos humanos y a sus defensores no se han detenido,
y destacó que otros ocho promotores de las garantías individuales
han sido amenazados durante la actual administración.
El encuentro es oportuno para recordar que, a casi un
año de la alternancia partidaria en el Poder Ejecutivo y de la llegada
de Fox a la Presidencia, la inobservancia y el incumplimiento de los derechos
humanos en el país siguen siendo una gravísima asignatura
pendiente para México. Además del agravio nacional que ha
sido el asesinato de Digna Ochoa, cabe recordar la circunstancia de los
dos campesinos ecologistas de Guerrero, quienes continúan presos
por defender el entorno --a pesar de las añejas promesas del propio
Fox en el sentido de que intervendría para liberarlos--, y el caso
del general Francisco Gallardo, quien sigue sujeto a proceso en el fuero
militar por haber propuesto la institución de un ombudsman castrense.
En la presente situación, la preocupación
por la persistente crisis en materia de derechos humanos no obedece a un
mero formulismo legalista, sino a la consideración de que, si esos
preceptos no son plenamente vigentes, difícilmente puede hablarse
de pacto social, de convivencia civilizada, de estado de derecho o de institucionalidad
democrática.
Ante los alarmantes datos sobre la persistencia de las
violaciones a los derechos humanos, el gobierno de Fox enfrenta un reto
histórico mucho mayor que la decisión sobre la ubicación
del aeropuerto, mucho más significativo que la recesión económica,
mucho más trascendente que la reforma hacendaria, y de mayor relevancia
para México que la guerra contra el terrorismo hipotético
lanzada por el gobierno estadunidense, y a la cual nuestro gobierno parece
haberse uncido, para colmo, por voluntad propia. Quienes siembran el terror
en México no son Osama Bin Laden y sus secuaces integristas, sino
los que asesinan a defensores de derechos humanos.
En suma, los fines primeros y últimos de la República
son garantizar la vida, la integridad física y moral y la libertad
de sus habitantes. Si tales propósitos no se cumplen, el país
deja de tener sentido, viabilidad y futuro.
Con esas consideraciones en mente, el asesinato de Digna
Ochoa es, además de un crimen brutal, cobarde e indignante, un llamado
de atención para las actuales autoridades: o empeñan toda
su voluntad y su capital político en el combate frontal a la impunidad
y a las violaciones a los derechos humanos, o se inscriben en el proceso
de disolución social que conduce al cinismo, proceso que ha sido
tolerado y hasta alentado por los últimos gobernantes de la era
priísta.
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