IMPORTACIONES AGRICOLAS: MEDIDA CORRECTA
La
decisión gubernamental de limitar las importaciones de frijol estadunidense
a las necesidades de consumo que sobrepasen la producción nacional,
anunciada ayer en Zacatecas por el presidente Vicente Fox, es una medida
sin precedentes, ciertamente atinada, que debiera generalizarse al resto
de los productos agrícolas, como lo han pedido reiteradamente los
agricultores de todos los niveles desde la entrada en vigor del Tratado
de Libre Comercio (TLC), hace más de siete años.
La determinación podría parecer un asunto
menor, pero ha de considerarse que la apertura indiscriminada y súbita
de las fronteras a las importaciones agrícolas ha sido el factor
principal de la catastrófica situación en la que se debate
la mayor parte del campo mexicano y de sus habitantes y que, en esa medida,
constituye un paso en la dirección correcta: proteger a los campesinos
nacionales de una globalidad depredadora, inequitativa y destructora de
las cadenas económicas y del tejido social agrario.
La medida resulta particularmente meritoria habida cuenta
que se anuncia en un entorno internacional tenso y enrarecido por los ataques
terroristas en Estados Unidos y por las reacciones del gobierno de ese
país.
En diversas ocasiones se han señalado, en estas
páginas, las inconsecuencias y las incoherencias de la política
agraria del presente gobierno. En este momento ha de reconocerse que el
cierre de la frontera a importaciones de frijol que excedan las necesidades
del mercado nacional es un dato esperanzador en la perspectiva de corregir
tales políticas.
Sin duda, hacen falta más acciones en este terreno,
y en otros. Sería ilusorio suponer que los resultados de desastre
de más de una década de desprecio y apatía oficial
hacia el agro podrían revertirse limitando las importaciones agrícolas.
Se requiere, además, de la reconstrucción
de instrumentos de regulación y seguridad para los campesinos --como
los precios de garantía en algunos cultivos de importancia estratégica--
y del establecimiento de mecanismos redistributivos. Cabe recordar, a este
respecto, que el agro mexicano es el sector más desigual de una
nación que es, en conjunto, escandalosamente inequitativa.
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