Espejo en Estados Unidos
México, D.F. sábado 15 de septiembre de 2001
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Editorial
 

SOLIDARIDAD SENSATA

SOLPara el presidente George W. Bush, Estados Unidos y el mundo están ya en guerra "contra los que no comparten nuestros valores", y para empeorar las cosas, la senadora Hillary Clinton declara que "quien no está con nosotros está contra nosotros", eliminando de esta forma todo posible distingo de los aliados de Washington. 

Por supuesto, no faltaron tampoco voces imprudentes que, sin saber aún contra quién se lanzaba esa guerra y los medios con que se combatiría, se comprometieron sin más a no escatimar apoyo a todo lo que Estados Unidos decida. 

Algunos dirigentes políticos, en cambio, han sido más prudentes. Por ejemplo, el primer ministro japonés declaró secamente que su país ofrece solidaridad a Washington, pero no puede seguirlo en acciones militares porque, entre otros aspectos, su propia constitución lo impide. A diferencia del gobierno inglés o el italiano de Silvio Berlusconi --apoyado en la derecha y deseoso de ganar legitimidad internacional--, alineados incondicionalmente con Estados Unidos, Francia y Alemania adoptaron una actitud más cauta. 

El primer ministro francés Lionel Jospin declaró: "luchamos contra el terrorismo, pero no contra el mundo islámico, en el que tenemos amigos y socios"; el presidente Jacques Chirac dijo a su vez: "Elegimos la solidaridad, pero eso no significa que ahora firmemos un cheque en blanco". Igual frase se escuchó en boca de la viceprimera ministra de Dinamarca, que negó la posibilidad de girar "un cheque en blanco danés" para Estados Unidos. 

Simultáneamente, el ministro de Defensa alemán, Rudolf Scharping, dijo con más claridad, desmintiendo a los pregoneros de la guerra estadunidenses: "No estamos ante una guerra, estamos ante la pregunta de cuál es la respuesta adecuada, y la misma no debe ser en el sentido de la venganza y del desquite".

Las diferencias no vienen sólo de los distintos intereses, provienen también de la mayor complejidad y del mayor espesor de la sociedad civil y política europeas; de una cultura más firme y profunda y hasta de la experiencia negativa de la derrota de las ex potencias coloniales del viejo continente. 

El primitivismo belicoso inquieta y alerta a los gobiernos europeos que, aunque rechazan el terrorismo, temen ser nuevamente arrastrados a servir a la geopolítica de Estados Unidos mediante la OTAN, como sucedió en los Balcanes. 

Por eso, la mayoría europea ofrece solidaridad antiterrorista y, lógicamente, condolencias humanitarias, aunque no excluyen algún tipo de acción punitiva. Antes de actuar exigen "pruebas concluyentes" que permitan hacerlo. Mientras tanto, pregonan la cordura, como debería hacer todo gobierno celoso de la soberanía estatal.
 

 

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