DURBAN: BALANCE DEPLORABLE
La
Conferencia Mundial contra el Racismo y la Discriminación realizada
en Durban, Sudáfrica, arroja un balance lamentable. Ni siquiera
por haberse realizado en el país que fue el bastión del apartheid
sirvió para recordar al mundo que la opresión colonial o
racial y la idea de la superioridad de pueblos o razas es insoportable
para la conciencia humana y que, cualquiera que sea el poderío de
quienes las practiquen y defiendan, a mediano plazo son derrotadas por
son insostenibles.
Los grandes países industrializados que --vaya
casualidad-- son también ex potencias coloniales (o continúan
siéndolo, como EU, país ocupante de Puerto Rico) y dan fuertes
y cotidianas muestras de racismo con los inmigrantes y sus minorías
nacionales, trataron en todo momento de disminuir la importancia de esta
conferencia mundial y el alcance de sus resoluciones.
Una muestra clara de ese intento de boicot fue la ausencia
de representantes de alto nivel de los países en cuestión
y, desgraciadamente, también de aquellos países llamados
"emergentes", que no quisieron disgustar a quienes tienen en sus manos
los cordones de la bolsa y prefieron, en cambio, indignar a las víctimas
de siempre y mantener la injusticia.
De los 15 primeros mandatarios presentes en Durban 12
eran de países africanos y la asistencia de Cuba fue la honrosa
excepción de América Latina, pues todos nuestros países
estuvieron presentes con delegaciones de muy bajo nivel respecto de la
importancia del tema. Mientras tanto, la esclavitud subsiste en todos los
continentes junto al trabajo semiesclavo de centenares de millones de niños
y mujeres.
Y, a nivel mundial, los 300 millones de indígenas,
más los 120 millones de migrantes maltratados y carentes de todo
derecho, más los 260 millones de dalits (parias) en el subcontinente
indio, son un constante oprobio en este mundo que dice ser civilizado y
hasta posmoderno.
Sin embargo, las naciones europeos, que en Durban fueron
tardíamente obligados a pedir perdón por su pasado esclavista,
se negaron a extraer todas las conclusiones de ese reconocimiento y, por
lo tanto, a cambiar siquiera un ápice su política económica
y social frente a sus ex esclavos y a reparar los daños causados
al desarrollo de los países de éstos con una mayor ayuda
oficial y con la anulación real de la deuda exterior africana.
Por su parte, Estados Unidos, que es el país industrializado
que menor ayuda oficial otorga al desarrollo, tomó como pretexto
para retirarse de la conferencia --junto con Israel-- un documento que
retomaba una vieja resolución de la Asamblea General de la ONU y
sostenía que el sionismo era racista. De ese modo hipócrita
evitó discutir el racismo que permea la vida cotidiana estadunidense
Los representantes de las ONG, en cambio, salvaron el
honor de la humanidad y condenaron el racismo y la opresión: rabinos
y pacifistas judíos condenaron así la política de
Ariel Sharon contra los palestinos; dirigentes religiosos y sociales negros
estadunidenses criticaron violentamente la política del Departamento
de Estado; líderes ecuménicos marcharon juntos contra la
xenofobia, el racismo, la discriminación racial, sexual, étnica,
cultural, religiosa, de todo tipo. Eso ayudará a madurar la oposición
creciente entre los gobiernos y los pueblos y, quizás, a que algunos
de aquéllos recapaciten ante las exigencias de la historia.
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