EN DEFENSA DE LA UNIVERSIDAD
La
defensa de la Universidad Nacional Autónoma de México formulada
ayer por el rector de esa institución, Juan Ramón de la Fuente,
ante el secretario de Educación Pública, Reyes Tamez Guerra,
es un deslinde necesario ante el embate de sectores políticos y
mediáticos contra la máxima casa de estudios y, por extensión,
contra la educación superior pública.
Los señalamientos de De la Fuente sobre la necesidad
de preservar las universidades públicas, "espacios abiertos que
la sociedad ha venido construyendo a lo largo de muchos años", ocurren
en un momento caracterizado por el recrudecimiento de la evidente campaña
de acoso contra la UNAM por parte de intereses políticos, mediáticos
y económicos empeñados en una plena privatización
de la educación superior.
El pretexto para reavivar la hostilidad contra la máxima
casa de estudios ha sido, en esta ocasión, la pertenencia a la UNAM
de varios de los presuntos miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias
del Pueblo (FARP), recientemente capturados, contra quienes ayer se dictó
auto de formal prisión.
A raíz de esta circunstancia, voces de distintos
sectores, incluso algunas del sector público, han buscado describir
a la Universidad Nacional como un semillero de guerrilleros, como si tres
estudiantes de una población de cientos de miles bastaran para semejante
caracterización. Simultáneamente se han reavivado los cuestionamientos
a la utilidad de la institución en el marco de la educación,
la cultura y el desarrollo científico y tecnológico del país.
La orientación proempresarial y eficientista del
actual gobierno pareciera abonar el terreno para los detractores de la
UNAM, en la medida en que se repiten planteamientos sobre una supuesta
falta de rentabilidad de la institución. Tales planteamientos ignoran
que la inversión en educación y cultura, aunque no genere
rendimientos contables, es indispensable para la sobrevivencia de cualquier
país.
Adicionalmente las universidades públicas, la UNAM
en primer lugar, constituyen espacios irrenunciables para la libertad de
pensamiento, diálogo, cátedra e investigación, sin
los cuales difícilmente habría podido gestarse el proceso
de democratización nacional ni será posible consolidarlo
ni fortalecerlo.
Finalmente, los centros de educación superior pública
siguen representado, a pesar de todo, una esperanza de movilidad social
sin la cual los descontentos que recorren el país serían
más graves y más hondos.
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