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México, D.F. domingo  19 de agosto de 2001
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Editorial
 

CUMBRE DEL G-RIO: MUCHO HUMO, POCA CARNE

SOLLa enésima reunión del Grupo de Río no causó precisamente excitación a nadie, al extremo de que la prensa internacional prácticamente la pasó por alto o la trató como noticia secundaria, y la propia prensa latinoamericana no encontró mucho para elaborar noticias.

Lo más interesante fue la declaración formulada por el presidente chileno, según la cual la globalización no es una fuerza de la naturaleza que simplemente se deba sufrir o admirar y, por lo tanto, es posible oponerse a ella o modificarla, pues deriva de una voluntad política.

Igualmente interesante fue el angustioso aunque tímido llamado al G-8 para "aliviar" la deuda externa, que es injusta, inmoral e impagable porque América Latina exporta por servicio de la misma más capitales que los que ingresan a la región y ha pagado esa deuda varias veces.

También, todos los países presentes (en particular Chile, Brasil y México, del grupo de los "emergentes") expresaron su solidaridad con el gobierno de Argentina, que sostiene exactamente lo contrario de lo que dijo el presidente Lagos y, con el resultado que conocemos, ha aplicado al pie de la letra las recetas librecambistas que todos los mandatarios reiteraron compartir y recomendaron para el futuro.

Esta solidaridad, sin embargo, es sobre todo verbal, ya que nadie está en condiciones de dar un gran respaldo efectivo a una economía al borde del derrumbe y que requiere, por consiguiente, de por lo menos 10 mil millones de dólares para frenar la hemorragia de sus reservas.

Además, está dictada por el miedo, ya que si Argentina llega a la moratoria y no paga su deuda externa de casi 130 mil millones de dólares y devalúa su moneda, el efecto sería terrible para Brasil, su socio en el Mercosur, pero también para Chile y hasta para nuestro país y, en general, para todos los "emergentes", ya que el capital, como tímida gacela, huye con sólo oler el humo de los incendios más o menos cercanos.

Para colmo, el gobierno de Fernando de la Rúa fue a Chile en condición de enfermo con pronóstico reservado, pues el propio partido del primer mandatario argentino, por boca del ex presidente Raúl Alfonsín, exige la defenestración del superministro Domingo Cavallo y la constitución de un gobierno de unidad nacional que, inevitablemente, debería adoptar medidas políticas y económicas menos impopulares que las actuales, pero que contarían con la oposición del capital financiero internacional y de los importadores.

De modo que el pronóstico del tiempo económico anuncia tormentas, con rayos y centellas y fuertes aguaceros para toda la región.

En el plano político, la conferencia tuvo que enfrentar la oposición dura de los pueblos indios a todos los gobiernos de la región, y si bien aprobó una declaración sobre los derechos de aquéllos, la realidad de la vida política en cada uno de los países parece reducirla a mera retórica, ya que en todos hay un serio retroceso en el respeto de los derechos democráticos de los indígenas y en el nivel de vida de los campesinos y de la mayoría de la población, en general.

Eso, por otra parte, redujo aún más la posibilidad de aprobar la llamada Declaración sobre la Democracia, que tuvo que ser postergada hasta la próxima reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA) porque Venezuela hablaba de "democracia participativa" y los demás de "democracia representativa", precisamente en momentos en que la gran mayoría de los gobiernos deben enfrentar la crisis de legitimidad de los partidos, una enorme abstención y grandes movimientos sociales extraparlamentarios y cada vez más radicales, como en Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador.

Si hubiera que resumir los resultados de la Cumbre, se podría decir que fue ocasión para un asado a la parrilla pero con mucho humo y poca carne al fuego, a pesar de la tradicional hospitalidad chilena, presente hasta en la hora del café.
 

 

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