CLONACION HUMANA; NO HAY ATAJOS
Severino
Antinori, un reconocido ginecólogo italiano que hace unos años
logró realizar con éxito la primera fecundación en
una mujer de 62 años, anunció que está dispuesto a
clonar seres humanos, así tenga que realizar los experimentos a
bordo de un barco en alta mar para evadir a la justicia. El especialista
en reproducción asistida asegura que dispone de medios ilimitados
y que tan sólo en Italia hay una lista de 50 candidatos a ser clonados,
y al menos otros 600 en Estados Unidos.
No es la primera vez que Antinori manifiesta su intención
de clonar humanos: desde la clonación de la oveja Dolly en 1997,
año en que se intensificó el debate sobre la legitimidad
de utilizar esta técnica para la reproducción humana, fue
él mismo quien junto con su grupo, ubicado entre los llamados científicos
renegados, declaró su intención de llevarla a cabo, igual
que el estadunidense Richard Seed.
El debate, moral y éticamente indispensable, ha
llamado la atención de dirigentes políticos como George W.
Bush, Tony Blair, Lionel Jospin y Gerhard Schröder. Hace unos días
la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó una
ley que penaliza la clonación con fines médicos (terapéuticos
o reproductivos), y a la fecha sólo Gran Bretaña ha admitido
esa técnica, mediante una ley que permite la investigación
con los embriones no utilizados en los procesos de fertilización
in vitro y admite la clonación de embriones humanos con fines curativos,
pero que prohíbe esa práctica con fines reproductivos.
Con los avances técnicos y científicos logrados
durante los últimos años, la clonación de seres humanos
es ya para científicos como Severino Antinori o el estadunidense
Panos Zavos, una posibilidad real. Sin embargo, el grueso de la comunidad
científica mundial ha manifestado su firme oposición, ya
que consideran que en estos momentos ni la ciencia médica ni --mucho
menos-- el debate ético en la sociedad han avanzado lo suficiente
como para considerar seriamente la clonación como técnica
reproductiva. Incluso, Ian Wilmut, el padre de la oveja Dolly, ha reconocido
que el clonado reproductivo humano sería "criminalmente irresponsable".
Al margen de las buenas intenciones de Antinori --"la
clonación se ha convertido en la última frontera para dar
al hombre la posibilidad de transmitir sus genes y ser padre"--, sus experimentos
abrirían una caja de Pandora, cuyas consecuencias son hoy impredecibles
para la misma ciencia.
La investigación biomédica, no cabe duda,
ha marcado el rumbo de la medicina moderna. Pero en un tema tan delicado
--y apasionado-- como la clonación humana, no existen atajos: los
avances científicos deben seguir su rumbo con el rigor que la ciencia
demanda.
El afán de grupos de científicos en clonar
humanos a corto plazo, además de polarizar el debate, está
ocasionando una cadena de desinformación en la sociedades, al confundir
el uso de la clonación terapéutica con el de la reproductiva.
Por ello, no es de sorprender que uno de los grupos que la promueven con
mayor fuerza sea una secta canadiense que asegura que los seres humanos
somos clones de extraterrestres.
En fin, antes de que el tema de la clonación desvaríe
por completo, es indispensable, por un lado, que la comunidad científica
mundial asuma una postura crítica ante quienes pretenden la fama
inmediata (mediática) o que buscan pasar a la historia como "los
primeros" a costa de riesgos de enorme trascendencia para la humanidad
que, sin duda, en un futuro cercano se podrán prevenir.
Ante la posibilidad de que se realicen estos experimentos
en aguas internacionales, resulta indispensable que se avance en una legislación
de ámbito universal. El asunto es tan delicado por sus posibilidades
--ya avistadas por la ciencia hace decenas de años--, que no puede
resolverse como competencia interna y soberana de cada nación. Está
en juego, desde luego, una concepción del futuro de la humanidad.
En paralelo, se tendrá que avanzar en la creación de un sistema
judicial, también universal, que prevenga los excesos y excentricidades.
|