ESCENARIOS DE TABASCO
De
acuerdo con los datos disponibles al cierre de esta edición, procedentes
tanto de encuestadoras privadas como del Instituto Electoral tabasqueño,
el candidato priísta a la gubernatura, Manuel Andrade, mantenía
una pequeña pero difícilmente reversible ventaja sobre su
más cercano contrincante, Raúl Ojeda, de la Alianza por Tabasco,
en los comicios realizados ayer en esa entidad. Con ello, el curso más
probable de los acontecimientos en las próximas horas es que los
resultados finales otorguen el triunfo de la elección extraordinaria
al aspirante tricolor.
Tras una campaña en la que el PRI local recurrió
de manera masiva a las artes clásicas del fraude, se impone la necesidad
de dilucidar si el margen de victoria de Andrade es producto de la voluntad
popular o de su distorsión. Parece poco probable que la oposición
logre convertir de nueva cuenta ese esclarecimiento en un trámite
judicial, y es aún más improbable que pudiera revertir, en
los tribunales electorales, el resultado de los comicios de ayer, como
sí lo hizo, en cambio, con la fraudulenta elección del 15
de octubre del año pasado.
De cualquier forma, la elección de este domingo
y sus resultados obligan a reconsiderar la capacidad de sobrevivencia de
los cacicazgos regionales priístas --el de Roberto Madrazo, en este
caso-- en el nuevo entorno de democracia federal y su aptitud para articularse
con procesos comiciales y ganarlos, no necesariamente en forma limpia,
pero sí inimputable. Es, en suma, una perspectiva inquietante para
el México de comienzos del siglo XXI.
Finalmente, para el PRI nacional, la presunta victoria
de ayer en Tabasco sería, paradójicamente, una derrota en
el largo plazo, en la medida en que anclaría la necesaria actualización
partidista y daría un considerable peso interno a sus sectores más
antidemocráticos y jurásicos.
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