TRANSPORTE: LA ARBITRARIEDAD DE EU
Ayer,
el Senado de Estados Unidos aprobó un proyecto de ley que, en la
práctica, haría imposible el ingreso de camiones de carga
mexicanos a aquel territorio. El mes antepasado la Cámara de Representantes
estableció reglas incluso más severas contra los transportistas
procedentes del sur del Río Bravo.
Las disposiciones de "seguridad" impuestas constituyen
una nueva modalidad del proteccionismo encubierto, como han sido en el
pasado los alegatos de supuesto contenido ecologista --en el caso del veto
al atún mexicano--, los falaces argumentos antidumping empleados
para detener la entrada al mercado estadunidense de acero y cemento, y
los pretextos fitosanitarios en contra del tomate y el aguacate de importación.
El veto a los camiones mexicanos de carga es la expresión
más evidente e injustificable de intereses proteccionistas y el
caso más flagrante de violación a lo estipulado en el Tratado
de Libre Comercio (TLC) firmado por nuestro país, Estados Unidos
y Canadá, hace casi ocho años.
Los transportistas de la nación vecina han logrado
que las autoridades de su país posterguen por años, de manera
unilateral, la apertura de fronteras en el sector, pese a los fallos en
su contra en el panel de solución de controversias, sin que el gobierno
mexicano reaccione de manera alguna en defensa de los empresarios nacionales
del ramo.
Así, en este diferendo no sólo se manifiesta
con particular crudeza el doble rasero de los poderes políticos
y económicos estadunidenses --los cuales pugnan por una completa
e incondicional apertura de los mercados mexicanos y por una preservación
de sus propias barreras comerciales, disfrazadas de regulaciones de seguridad,
ecología o protección sanitaria--, sino también la
desoladora inacción de las autoridades mexicanas en la materia durante
todo el sexenio de Ernesto Zedillo Ponce de León.
Frente a este juego perverso y desleal resulta plenamente
justificada la petición formulada ayer mismo por la Comisión
Permanente del Congreso de la Unión --con el respaldo unánime
de las fracciones partidistas ahí representadas-- al presidente
Vicente Fox para que impida el ingreso de camiones de carga estadunidenses
a territorio nacional.
No hay motivo para un respeto unilateral a un instrumento
internacional que nuestro socio comercial aplica de manera discrecional
y a su conveniencia, y no tiene sentido esperar a que el presidente George
W. Bush decida si veta o no las disposiciones parlamentarias de Washington
contra los transportistas mexicanos.
Finalmente, el asunto del transporte de carga es un indicador
de los límites y defectos del TLC, en la medida en que los paneles
de controversias carecen, en la práctica, de cualquier poder para
hacer respetar sus fallos.
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