CHIAPAS: SIGNOS ENCONTRADOS
En el contexto del nuevo empantanamiento del conflicto chiapaneco,
ayer tuvieron lugar hechos significativos relacionados con esta dolorosa
y pendiente asignatura de la transición nacional. Por una parte,
los legislativos estatales de Chiapas, Guerrero, Hidalgo y San Luis Potosí
rechazaron las reformas constitucionales en materia de derecho y cultura
indígenas que fueron aprobadas hace unos meses por el Congreso de
la Unión; por la otra, el comisionado para la Paz en Chiapas, Luis
H. Alvarez, fijó una nueva actitud oficial --dura e intransigente--
ante el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
El primero de esos hechos permite abrigar esperanzas de
que lo aprobado por los legisladores federales sea mayoritariamente rechazado
por los congresos estatales, regrese al Legislativo federal y se abra,
de esa manera, un margen para la necesaria "reforma de la reforma", es
decir, para restituir al actual engendro de ley indígena el espíritu
original de los acuerdos de San Andrés.
Ello es necesario no sólo para que la modificación
constitucional se convierta en un factor de paz y distensión entre
las comunidades indígenas chiapanecas y el gobierno federal, sino
también para reformular la relación entre el Estado mexicano
y los pueblos indígenas que habitan en el territorio nacional y
que padecen, desde la Conquista, falta de reconocimiento, discriminación,
racismo, marginación y opresión.
De las 32 entidades federativas, 21 votaron ya la reforma
mencionada; 12 la aprobaron y 9 la rechazaron; significativamente, las
entidades con mayor población indígena, como las cuatro mencionadas
arriba, la han encontrado inaceptable. Cabe esperar que en los 11 congresos
estatales que aún no la examinan prevalezca el sentido común,
se rechace la modificación constitucional y se logre, con ello,
abrir un nuevo tiempo y un nuevo espacio para que el Congreso de la Unión
subsane las mutilaciones y adulteraciones sufridas por el proyecto de ley
de la Cocopa.
En cuanto a las declaraciones formuladas ayer por Luis
H. Alvarez, destaca, además de su inopinada beligerancia antizapatista,
una ominosa y errática exhortación a la Cocopa a que revise
el marco legal del conflicto; esto es, cabe interpretar, la Ley de Concordia
y Pacificación de 1995, y de ser así, resulta por demás
extraño que el comisionado gubernamental para la paz, que en el
pasado reciente se desempeñó como miembro destacado de la
propia Cocopa, desconozca o pretenda desconocer que no es atribución
de esa comisión legislativa revisar la legislación mencionada,
la cual representa, hoy por hoy, y en ausencia de contactos regulares entre
el gobierno y los rebeldes, el único factor institucional de preservación
de una paz frágil.
Habida cuenta de la innegable y digna trayectoria de Alvarez
como coadyuvante en gestiones de pacificación, sería deseable
y reconfortante que las expresiones del comisionado fueran seguidas de
una oportuna aclaración de intenciones o, en su caso, de una rectificación.
Porque lo peor que podría hacer el Ejecutivo federal en el momento
presente sería adoptar, ante el irresuelto conflicto chiapaneco,
una línea dura como la que pareciera prefigurar en el discurso de
ayer de Luis H. Alvarez.
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