CONTENCION NECESARIA
El
jefe del gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador,
ha sido, desde el inicio de su gestión, un detractor frontal y sistemático
del presidente Vicente Fox, y en lo que va del mandato de cada uno prácticamente
no ha dejado pasar oportunidad para expresar sus divergencias con el titular
del Poder Ejecutivo, el cual no se ha
quedado callado ante las críticas y en no
pocas ocasiones ha respondido a López Obrador en tonos análogos
a los empleados por éste. Con esos antecedentes en mente, resulta
particularmente significativa la exhortación formulada ayer por
el gobernante capitalino a evitar el desgaste de la figura presidencial
y a detener las críticas al primer mandatario.
Más allá de lo positivas que resultan la
rectificación de actitudes por parte del político tabasqueño
y su promesa de abstenerse de participar en nuevas escaramuzas verbales
con el Presidente, ambas expresiones deben ser tomadas como un dato de
alarma sobre la descomposición del ambiente político nacional.
Hoy se ha vuelto difícil encontrar integrantes
de la clase política que no sean objeto o sujeto de descalificaciones
radicales, que no se encuentren enzarzados en agrias disputas con otro
u otros personajes de la vida pública, que no estén sujetos
a alguna suerte de sospecha o investigación --administrativa, fiscal,
civil o penal-- y que no recurran a la diatriba como sucedáneo del
intercambio de opiniones que se requiere en todo entorno democrático.
Es desalentador y preocupante constatar que, por momentos,
la transición política del país parece diluirse en
una sucesión de escándalos y de confrontaciones que no buscan
tanto el convencimiento del adversario sino su descalificación ante
la opinión pública.
Al descrédito y el deterioro de las instituciones
legados por el priísmo debe añadirse, ahora, el colapso de
la imagen personal de una buena parte de líderes, representantes
y funcionarios. Es claro que por ese camino el país no transitará
a la consolidación de la democracia sino a la desintegración
de su vida cívica.
En estos fenómenos indeseables los medios informativos
han desempeñado una tarea tan central como lamentable. Ya sea en
función de cercanías o fobias ideológicas, o en el
afán inconfesable de ganar rating o circulación, el conjunto
de los medios nacionales ha propiciado y agigantado los aspectos más
execrables de la contienda política y ha presentado a la sociedad
una imagen distorsionada en la que el desempeño de liderazgos y
de cargos públicos pareciera estar indisolublemente ligado a intenciones
o actos delictivos.
La tregua anunciada por López Obrador en la publicación
de sus diferencias con Fox es un hecho que debiera mover a reflexión
autocrítica a todos los actores de la plaza pública; partidos,
representantes populares, funcionarios, dirigentes de la sociedad civil
y sus organizaciones, congresos, medios informativos, informadores y líderes
de opinión, debieran esforzarse en la contención y la moderación,
y en centrar su atención más en los asuntos sustanciales
de la vida nacional y menos en disputas que no tienen otro propósito
que el de alimentar el ruido ensordecedor --y empobrecedor-- de los escándalos.
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