Espejo en Estados Unidos
México, D.F. jueves 21 de junio de 2001
Búsquedas en La Jornada
Números Anteriores
Primera y Contraportada
Editorial
Opinión
Correo Ilustrado
Política
Economía
Cultura
Espectáculos
Sociedad y Justicia
Estados
Capital
Mundo
Deportes
Lunes en la Ciencia
Suplementos
Perfiles
Fotografía
Cartones
La Jornada de Oriente
Correo electrónico

 

Editorial
 
CONTENCION NECESARIA

SOLEl jefe del gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, ha sido, desde el inicio de su gestión, un detractor frontal y sistemático del presidente Vicente Fox, y en lo que va del mandato de cada uno prácticamente no ha dejado pasar oportunidad para expresar sus divergencias con el titular del Poder Ejecutivo, el cual no se ha

 quedado callado ante las críticas y en no pocas ocasiones ha respondido a López Obrador en tonos análogos a los empleados por éste. Con esos antecedentes en mente, resulta particularmente significativa la exhortación formulada ayer por el gobernante capitalino a evitar el desgaste de la figura presidencial y a detener las críticas al primer mandatario.

Más allá de lo positivas que resultan la rectificación de actitudes por parte del político tabasqueño y su promesa de abstenerse de participar en nuevas escaramuzas verbales con el Presidente, ambas expresiones deben ser tomadas como un dato de alarma sobre la descomposición del ambiente político nacional. 

Hoy se ha vuelto difícil encontrar integrantes de la clase política que no sean objeto o sujeto de descalificaciones radicales, que no se encuentren enzarzados en agrias disputas con otro u otros personajes de la vida pública, que no estén sujetos a alguna suerte de sospecha o investigación --administrativa, fiscal, civil o penal-- y que no recurran a la diatriba como sucedáneo del intercambio de opiniones que se requiere en todo entorno democrático.

Es desalentador y preocupante constatar que, por momentos, la transición política del país parece diluirse en una sucesión de escándalos y de confrontaciones que no buscan tanto el convencimiento del adversario sino su descalificación ante la opinión pública. 

Al descrédito y el deterioro de las instituciones legados por el priísmo debe añadirse, ahora, el colapso de la imagen personal de una buena parte de líderes, representantes y funcionarios. Es claro que por ese camino el país no transitará a la consolidación de la democracia sino a la desintegración de su vida cívica.

En estos fenómenos indeseables los medios informativos han desempeñado una tarea tan central como lamentable. Ya sea en función de cercanías o fobias ideológicas, o en el afán inconfesable de ganar rating o circulación, el conjunto de los medios nacionales ha propiciado y agigantado los aspectos más execrables de la contienda política y ha presentado a la sociedad una imagen distorsionada en la que el desempeño de liderazgos y de cargos públicos pareciera estar indisolublemente ligado a intenciones o actos delictivos.

La tregua anunciada por López Obrador en la publicación de sus diferencias con Fox es un hecho que debiera mover a reflexión autocrítica a todos los actores de la plaza pública; partidos, representantes populares, funcionarios, dirigentes de la sociedad civil y sus organizaciones, congresos, medios informativos, informadores y líderes de opinión, debieran esforzarse en la contención y la moderación, y en centrar su atención más en los asuntos sustanciales de la vida nacional y menos en disputas que no tienen otro propósito que el de alimentar el ruido ensordecedor --y empobrecedor-- de los escándalos.
 

 

La Jornada, Coordinación de Sistemas Francisco Petrarca 118, Col. Chapultepec Morales, delegación Miguel Hidalgo México D.F. C.P. 11570 Teléfono (525) 262-43-00, FAX (525) 262-43-56 y 262-43-54