FOX ANTE CHIAPAS: TRASPIE O DESPRECIO
En
una entrevista publicada ayer por el rotativo salvadoreño La Prensa
Gráfica, el presidente Vicente Fox formuló preocupantes y
peligrosos juicios sobre la situación chiapaneca. Las expresiones
presidenciales reproducidas por el diario son, entre otras: "el tema zapatista
no es el tema de México"; "ya no hay conflicto, estamos en santa
paz"; "no hay que dar más espacio o situación de poder al
zapatismo... no tiene nada que ver con el Plan Puebla-Panamá", el
cual "es mil veces más que el zapatismo o una comunidad indígena
de Chiapas".
Las descalificaciones y las distorsiones implícitas
en las frases anteriores no pueden pasarse por alto porque, si no obedecieran
a un error de transcripción del entrevistador o a un mal momento
declaratorio por parte del mandatario -acaso inducido por los sectores
más arrogantes y frívolos de su equipo de trabajo-, indicarían
un giro de 180 grados en la actitud de Fox hacia el conflicto chiapaneco:
de un claro interés por resolverlo, como lo demostró desde
diciembre del año pasado hasta marzo del presente, a una determinación
de negarlo, como lo hizo su antecesor en el cargo a lo largo de casi todo
el sexenio pasado.
Pareciera innecesario, a estas alturas, recordar que entre
Puebla y Panamá se localiza Chiapas, y que en esa entidad hay un
levantamiento armado que dista de haber sido resuelto. Debiera ser evidente
la improcedencia de comparar valorativamente un proyecto gubernamental
con una comunidad indígena y concluir, para colmo, que el primero
es "mil veces más que" la segunda; es desolador que, después
de los tres primeros meses de este año, cuando la palabra "paz"
fue pronunciada en innumerables ocasiones por la gran mayoría de
la sociedad, en todo el territorio nacional, con buena y mala fe, y hasta
con un afán de lucro mediático, deba señalarse que
la paz con justicia y dignidad para los indígenas mexicanos sigue
siendo una aspiración, y que sin paz no sólo no podrá
realizarse el Plan Puebla-Panamá, sino que se pondrán en
juego la integridad y la viabilidad nacional.
La gravedad de las declaraciones mencionadas hace necesaria
y deseable, en suma, un desmentido o una rectificación por parte
del presidente Fox, porque sus palabras, o las que le fueron atribuidas,
constituyen casi una declaración de inexistencia de los indígenas
insurgentes y, por lo tanto, del proceso de diálogo, el cual requiere
de dos interlocutores, no sólo de uno. Finalmente, si el mandatario
realmente cree que el alzamiento chiapaneco ha concluido, condenará
al país a vivir con el conflicto, sus costos y sus peligros, durante
otros seis años.
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