LA PGJDF, FUERA DE CONTROL
La
sustracción de importantes pruebas y documentos periciales del expediente
del homicidio de los hermanos Carrola Gutiérrez y la desaparición
de cinco funcionarios de la agencia 30 del Ministerio Público, una
de ellas la titular de la agencia, Rosa María Díaz Beltrán,
son hechos que ilustran la descomposición y el descontrol que imperan
en la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal. Igualmente
grave y revelador es el hecho de que los presuntos responsables de la sustracción
proporcionaron a la institución domicilios falsos sin que hubiera
habido ningún mecanismo de verificación de los datos.
Aunque el subprocurador Alvaro Arceo Corcuera pretendió
minimizar la importancia de la desaparición de las pruebas, los
documentos y los funcionarios, el episodio deja al descubierto la injustificable
precariedad institucional con la que opera la procuraduría capitalina,
circunstancia que no es, ciertamente, privativa de la PGJDF, sino que se
repite en casi todas las oficinas estatales de procuración de justicia,
así como en la federal. Lo sucedido obliga a preguntarse si la información
referida no es sólo la punta del iceberg de un descontrol mucho
mayor, si el robo de pruebas y la destrucción de expedientes no
son prácticas frecuentes en investigaciones menos conocidas que
la abierta a raíz del asesinato de los ex policías y si la
falta de datos personales verídicos no se extiende a la mayor parte
de la nómina de la institución.
En última instancia, esta descomposición
es síntoma de la infiltración de los intereses delictivos
en la institución encargada de combatirlos y constituye, en esa
medida, un dato desalentador en torno a las perspectivas reales de combate
y disminución de los grupos que amenazan, desde la ilegalidad, la
seguridad y la integridad física, emocional y patrimonial de los
capitalinos.
Más allá de la necesaria localización
de los funcionarios prófugos, de la restitución de las pruebas
robadas y del castigo conforme a la ley de los responsables de la sustracción,
es preciso que las más altas autoridades de la PGJDF expliquen con
claridad a la ciudadanía los verdaderos alcances de la penetración
delictiva en la institución, así como las acciones que se
piensa emprender para limpiar y moralizar ?si no es que reconstruir-- los
ministerios públicos capitalinos. En el momento actual, el procurador
Bernardo Bátiz dispone todavía de un margen de comprensión
ciudadana para ese efecto; después puede ser demasiado tarde, porque
en la presente circunstancia nacional los ritmos del desgaste político
son vertiginosos.
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