EL EMPRESARIO MENEM
Carlos
Saúl Menem, hoy detenido y procesado, inaugura una lista bastante
larga que, por ahora, incluye en lo inmediato a Alberto Fujimori, su par
peruano, pero que podría ampliarse por lo menos con un par de ex
presidentes ecuatorianos y probablemente con otros ex jefes de Estado latinoamericanos
que en su momento fueron elegidos y fueron famosos o que están a
punto de perder su libertad apenas dejen el gobierno.
Lo importante del fallo judicial contra Menem por "asociación
o banda de tres o más personas con el fin de delinquir" y por "falsedad
ideológica" (pues firmó documentos donde se falseaba la verdad)
es que se acaba la impunidad para los poderosos, o sea, el sistema de dos
pesos y dos medidas que premiaba a los hijos y castigaba sólo a
los entenados. Eso sienta un importante precedente judicial y va en la
misma línea que el proceso seguido a Augusto Pinochet o a los dictadores
argentinos y a sus verdugos, como el torturador Cavallo, actualmente preso
en México.
Menem ha sido condenado a prisión domiciliaria,
que no puede cumplir en la casa de su propiedad --que le niega su hija,
que lo repudia--, sino que transcurrirá, con su reciente esposa,
una ex Miss Universo, en la enorme mansión campestre en una zona
residencial que es propiedad del empresario armenio-argentino Armando Gostarián,
miembro de su corte y beneficiario de su gobierno.
En su omnipotencia había nombrado jefe de aduanas
a su cuñado, Emir Yoma, que era un coronel sirio ni siquiera nacionalizado
argentino que dejaba entrar o salir del país lo que convenía
a su clan. Además, se había rodeado de corruptos también
procesados judicialmente (como la ex ministro de Medio Ambiente, María
Julia Alsogaray, que con los fondos de su ministerio compró inmuebles
en Nueva York, o Víctor Alderete, responsable del PAMI, instituto
para las jubilaciones, al que dejó en la ruina) y aparentemente
fue el organizador del envío de armas fabricadas en Argentina a
Croacia (en guerra con Serbia y Bosnia y sometida a un bloqueo internacional)
y a Ecuador, que estaba en guerra con Perú, firmando decretos presidenciales
que destinaban falsamente dichas armas a Panamá y a Venezuela.
Su ministro de Defensa, Antonio Erman González,
y el ex comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de entonces, general
Martín Balza, habrían sido sus cómplices y por consiguiente
están coprocesados como Menem y también detenidos.
Menem fue y sigue siendo socio en importantes negocios
internacionales con el ex presidente norteamericano George Bush, cuya mediación
ha solicitado con palabras que huelen a chantaje, ya que declaró
en su defensa que era imposible que Estados Unidos no supiese qué
contenían los barcos que allí llevaban armas, implicando
así a su socio y a la CIA como cómplices.
Fujimori, otro aventurero y demagogo que ascendió
al poder con un programa opuesto al neoliberalismo y que enseguida aplicó
a rajatabla, para mantener el apoyo de Menem cerró los ojos ante
el hecho de que éste exportaba armas al país que el ejército
peruano enfrentaba en los campos de batalla.
Fujimori y Menem, por supuesto, hablaban de valores nacionales
y de ética mientras mentían, desvalijaban, arruinaban sus
países respectivos y ambos enfrentan ahora a la justicia.
Lo malo es que hoy muchos gobernantes se curan en salud
defendiendo a Menem. Por ejemplo, el grupo que gobierna Chile lo alaba
(para no tener que ajustar cuentas con el pinochetismo) y el presidente
uruguayo, en vez de alegrarse por la recobrada credibilidad de la justicia
argentina, dice que "Argentina pierde credibilidad" como si ésta
residiera en los gobernantes y no en el sistema democrático.
Así, la prisión de Menem y de importantes
políticos, militares y funcionarios, refuerza las instituciones
pero provoca dos reacciones opuestas: la de los potentes hasta ahora a
salvo de la justicia y la de quienes siempre reclamaron justicia en vano.
Pero de eso hay que alegrarse porque estamos ante una lección sobre
qué puede ser el Estado y sobre el papel de la sociedad ante los
poderes del mismo, como el Judicial, que recobra en Argentina autonomía
y dignidad.
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