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México, D.F. jueves 17 de mayo de 2001 
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Editorial
 
 EL INFORME SEMESTRAL DE FOX 

SOL El documento presentado ayer por el presidente Vicente Fox, denominado Presentación de Avances de Actividades del Primer Semestre, tiene la motivación explícita de buscar una comunicación más fluida y transparente del gobierno con la sociedad, un propósito sin duda apreciable después de muchas décadas de regímenes hieráticos y hasta autistas, como el propio Fox y otros políticos definieron sobre la pasada presidencia zedillista. La rendición de cuentas es, ciertamente, condición indispensable de un ejercicio democrático y republicano del poder público. 

Sin embargo, el mensaje de ayer presenta aspectos cuestionables que no deben dejarse de lado. Desde el punto de vista del contenido, lo dicho por Fox, a sólo seis meses de haber iniciado su gestión, incluye necesariamente una enunciación de propósitos de gobierno que resulta redundante con respecto a su discurso de toma de posesión y que, a diferencia de aquél, son recibidos por un entorno social más escéptico y menos dispuesto a otorgar al mandatario el beneficio de la duda. 

Por lo que hace al recuento de logros, y sin poner en tela de juicio la veracidad de los anunciados ayer, el mensaje presidencial recuerda los tonos triunfalistas y autocomplacientes con los que cada año los jefes de Estado priístas anunciaban la construcción del país a partir de la nada. Sería preocupante que esa evocación difícilmente eludible causara una temprana erosión en la credibilidad de la presidencia foxista. 

Es cierto que el titular del Ejecutivo federal ha renunciado, de palabra y hecho, a ejercer aquellas "facultades metaconstitucionales" que se arrogaron sus antecesores y que en este primer semestre del sexenio la Presidencia ha tenido actitudes plausibles de diálogo y tolerancia para con sus adversarios políticos. Pero en no pocas ocasiones se ha dado la impresión de que, privada de esas facultades, la institución presidencial no encuentra otro recurso que la alocución, e incluso que ha abusado de ella. 

Si en política el fondo es forma, esa apariencia --así sea sólo apariencia-- bastaría para generar un indeseable desgaste político de una administración pública que no debe darse el lujo de gastar en forma prematura su credibilidad y su autoridad moral. Es el caso concreto de la insistencia presidencial al Congreso de la Unión para que apruebe la reforma fiscal --a través de la "fórmula que sea"--, la cual se ha mostrado contraproducente y ha incrementado la renuencia de las bancadas opositoras a dar curso al examen, modificación y aprobación de las propuestas del Ejecutivo. 

Por último, la transparencia gubernamental no tendría por qué traducirse en un uso desmedido de la tribuna --y esa es la impresión que queda en diversos sectores sociales después del informe semestral de ayer--, sobre todo cuando ha pasado tan poco tiempo para aterrizar propósitos y concretizar logros. 
 

 

 

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