PRIMERO DE MAYO SIN EL PRI
La conmemoración del Día del Trabajo registrada
ayer ocurrió en el entorno novedoso de la ausencia en el poder del
otrora partido oficial y en el marco de y al margen, por tanto, de la "alianza
histórica" entre el sindicalismo corporativo priísta y la
Presidencia, alianza que significaba, en realidad, el uncimiento político,
electoral y organizativo de las instancias gremiales oficiales al poder
público.
Ese sometimiento no sólo no permitió a los
asalariados defender y extender sus conquistas laborales, sino que hizo
posible que, en los últimos 18 años, los tres últimos
gobiernos priístas efectuaran una sistemática ofensiva contra
todos los beneficios alcanzados por los obreros a lo largo del siglo.
En los sexenios de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas
y Ernesto Zedillo, gremios enteros fueron desarticulados; se llevó
a cabo una liberalización económica salvaje, catastrófica
para los asalariados y, si bien esos gobernantes no pudieron llevar a cabo
una reforma regresiva del artículo 123 constitucional ni de la Ley
Federal del Trabajo, la política económica de aliento al
desempleo, los topes salariales, el desmantelamiento y el achicamiento
de instituciones y programas de bienestar social, entre otras medidas gubernamentales,
causaron un profundo daño a los trabajadores y a sus familias.
Para bien y para mal, la simulación ha terminado.
Hoy, los asalariados y sus organizaciones --priístas e independientes--
se encuentran ante un gobierno con un fuerte sello de origen empresarial
y ante un secretario del Trabajo surgido de organismos patronales, y si
bien las autoridades actuales asumen con naturalidad las orientaciones
económicas que sus antecesores desarrollaron en forma un tanto vergonzante,
los trabajadores cuentan al menos con la certeza de un nuevo paradigma
en el que hay condiciones favorables para que sus centrales y sus sindicatos
dejen de ser mecanismos de control corporativo y se conviertan en instrumentos
de lucha para obtener mejores condiciones laborales y de vida.
En esta perspectiva, la patética perseverancia
de Leonardo Rodríguez Alcaine, presidente del Congreso del Trabajo,
en su servilismo institucional hacia el poder, es casi una anécdota
postmortem del charrismo priísta. Lo relevante es, en cambio, el
nuevo marco de autonomía de los organismos obreros ante el gobierno.
Significativamente, los actos del primero de mayo --en
ausencia y en presencia del titular del Ejecutivo-- fueron convertidos
en una protesta unánime contra una iniciativa de reforma fiscal
que, de aprobarse, dañaría a los asalariados, a pesar de
lo que argumente la publicidad oficial.
Ayer, los trabajadores de todas las tendencias sindicales
presentaron un frente unido contra los intentos por imponer el IVA a alimentos,
medicinas y otros bienes y servicios, y se manifestaron en circunstancias
de independencia y libertad sindical que hace un año resultaban
impensables.
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