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México, D.F. miércoles 2 de mayo de 2001 
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Editorial
  
PRIMERO DE MAYO SIN EL PRI 

SOL La conmemoración del Día del Trabajo registrada ayer ocurrió en el entorno novedoso de la ausencia en el poder del otrora partido oficial y en el marco de y al margen, por tanto, de la "alianza histórica" entre el sindicalismo corporativo priísta y la Presidencia, alianza que significaba, en realidad, el uncimiento político, electoral y organizativo de las instancias gremiales oficiales al poder público. 

Ese sometimiento no sólo no permitió a los asalariados defender y extender sus conquistas laborales, sino que hizo posible que, en los últimos 18 años, los tres últimos gobiernos priístas efectuaran una sistemática ofensiva contra todos los beneficios alcanzados por los obreros a lo largo del siglo. 

En los sexenios de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, gremios enteros fueron desarticulados; se llevó a cabo una liberalización económica salvaje, catastrófica para los asalariados y, si bien esos gobernantes no pudieron llevar a cabo una reforma regresiva del artículo 123 constitucional ni de la Ley Federal del Trabajo, la política económica de aliento al desempleo, los topes salariales, el desmantelamiento y el achicamiento de instituciones y programas de bienestar social, entre otras medidas gubernamentales, causaron un profundo daño a los trabajadores y a sus familias. 

Para bien y para mal, la simulación ha terminado. Hoy, los asalariados y sus organizaciones --priístas e independientes-- se encuentran ante un gobierno con un fuerte sello de origen empresarial y ante un secretario del Trabajo surgido de organismos patronales, y si bien las autoridades actuales asumen con naturalidad las orientaciones económicas que sus antecesores desarrollaron en forma un tanto vergonzante, los trabajadores cuentan al menos con la certeza de un nuevo paradigma en el que hay condiciones favorables para que sus centrales y sus sindicatos dejen de ser mecanismos de control corporativo y se conviertan en instrumentos de lucha para obtener mejores condiciones laborales y de vida. 

En esta perspectiva, la patética perseverancia de Leonardo Rodríguez Alcaine, presidente del Congreso del Trabajo, en su servilismo institucional hacia el poder, es casi una anécdota postmortem del charrismo priísta. Lo relevante es, en cambio, el nuevo marco de autonomía de los organismos obreros ante el gobierno. 

Significativamente, los actos del primero de mayo --en ausencia y en presencia del titular del Ejecutivo-- fueron convertidos en una protesta unánime contra una iniciativa de reforma fiscal que, de aprobarse, dañaría a los asalariados, a pesar de lo que argumente la publicidad oficial. 

Ayer, los trabajadores de todas las tendencias sindicales presentaron un frente unido contra los intentos por imponer el IVA a alimentos, medicinas y otros bienes y servicios, y se manifestaron en circunstancias de independencia y libertad sindical que hace un año resultaban impensables. 

  
 

 

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