¿HACIA DONDE SE DIRIGE EL PRD?
El PRD nació como un partido de izquierda. Si bien
fue la más firme oposición política al régimen
priísta, su arraigo con la sociedad organizada y el masivo respaldo
popular lo convirtieron rápidamente en el partido que representaba
la posibilidad real de un México justo. En sus siglas definió
un proyecto de revolución democrática, en el que "revolución"
implicaba una vuelta de tuerca, un cambio de fondo ante las consecuencias
sociales de la política económica, que paso a paso dejaba
atrás conceptos como nacionalismo, soberanía y justicia.
En 1997 era la primera fuerza de oposición. El
triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas en la capital y la instalación
del primer Congreso sin mayoría del PRI anticipaban lo que podría
suceder el 2 de julio de 2000: la victoria de un proyecto moderno de izquierda.
Pero el PRD perdió el rumbo. Los ideales políticos, el compromiso
con la democracia y sus métodos, se fueron desvaneciendo entre las
pugnas internas y la división en grupos que parecen sólo
ambicionar poder. En el congreso previo a las elecciones del 2000, salió
a la luz la gravedad de su crisis al no poder realizar unas elecciones
internas por la vía democrática. Una de las consecuencias
fue el vacío de oferta electoral que, no obstante la sólida
congruencia de su candidato a la Presidencia de la República, nunca
pudieron llenar.
Tras la derrota del 2 de julio y al paso del sexto Congreso
Nacional, el PRD no parece corregir el rumbo. Acabamos de ver un partido
desorganizado, carente de fuerza institucional, inmóvil e inmerso
en un círculo vicioso del cual no quiere liberarse.
El país requiere de un partido de izquierda fuerte
y sólido, capaz de volver a generar confianza y esperanza en la
población; un partido con la imaginación sociológica
suficiente para -fortalecido- adecuar su estructura, lenguaje y organización
-lo que no significa abandonar sus principios- a los nuevos tiempos mexicanos,
en que influyentes y poderosos grupos conservadores ganan terreno día
con día. Precisamente el PRD necesita fortalecer los principios
que lo originaron, ya que la mayoría de ellos -igualdad, justicia,
equidad, educación laica y gratuita, seguridad, soberanía-
permanecen vigentes, quizá mucho más ahora que en tiempos
pasados.
El PRD tiene la oportunidad de reencontrarse con la sociedad,
de tapar ese hueco en el imaginario de millones de mexicanos que creen
en otro proyecto de nación. Pero el partido parece mirar demasiado
hacia adentro de sí mismo, mientras la realidad nacional está
afuera de sus filas. En lugar de grillas y descalificaciones vanas, los
perredistas deberían regresar la mirada a la sociedad, que les demanda
con urgencia un proyecto.
El PRD nació como un partido con ideales políticos
firmes, comprometido con la democracia y la justicia social. Ojalá
que en las reformas modernizadoras que quieren impulsar no se olviden del
origen que le dio vida a este partido.
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