ESPERANZA Y PROVOCACION
Es preocupante y revelador que, a unas horas de la entrega
de las bases militares que el régimen de Ernesto Zedillo implantó
en Río Euseba y Guadalupe Tepeyac, Chiapas, a la Secretaría
de Desarrollo Social --dependencia que, a su vez, habrá de constituir
en ellas centros de servicios comunitarios--, haya tenido lugar en el municipio
chiapaneco de Venustiano Carranza, una matanza de comuneros a manos de
un presunto grupo paramilitar. Este crimen evoca obligadamente la lógica
perversa que imperó a lo largo de todo el sexenio anterior, cuando
todos los escenarios propicios al encuentro fueron rápidamente desarticulados
por provocaciones oficiales y actos de violencia paramilitar. Es significativo,
además, que el asesinato de los ocho campesinos haya sido perpetrado
apenas unas horas después de que once miembros del grupo paramilitar
Paz y Justicia, los cuales se encontraban presos en el penal de Cerro Hueco,
fueron puestos en libertad bajo fianza.
Es claro que las esperanzas suscitadas por los buenos
resultados de la pasada marcha zapatista al DF, esperanzas compartidas
por la sociedad civil, las autoridades y los propios rebeldes, se enfrentan
a una diversidad de factores y agentes de tensión y hostilidad que
están lejos de haber sido despejados.
Ha de considerarse que el anterior gobierno federal, con
su mezcla de torpeza política y mala fe, escaló, complicó
y ahondó el conflicto hasta niveles dramáticos, y dejó
sembrados múltiples elementos perniciosos para la paz y la reconciliación:
bandas paramilitares, rencores y desconfianzas entre comunidades, así
como un perceptible encono entre los pueblos rebeldes y las autoridades
locales. Este último factor ha empezado a ser despejado por la administración
estatal que encabeza Pablo Salazar Mendiguchía. Los otros, en cambio,
permanecen, como lo evidencia la dolorosa matanza perpetrada ayer en Venustiano
Carranza.
Sería ingenuo suponer que los actores opuestos
a la paz con justicia y dignidad se han resignado a aceptar la actual circunstancia
de distensión entre los alzados y el gobierno federal. Lo que se
ha avanzado de cara a la solución del conflicto --y que es mucho--
no implica que los adversarios de la paz hayan sido derrotados.
En el momento actual es imperativo que las autoridades
locales y federales investiguen el crimen perpetrado ayer y localicen y
consignen a los responsables, y que extremen las medidas de seguridad para
impedir que nuevos actos de provocación clausuren las actuales perspectivas
de paz en Chiapas.
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