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México, D.F. jueves 22 de marzo de 2001 
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Editorial
  
ARGENTINA: REGRESION A CAVALLO 

SOL Con el telón de fondo de un paro nacional en protesta por la política económica vigente, y sumido en una profunda crisis política, el gobierno de Fernando de la Rúa ha llegado, en sus quince meses de existencia, a la plena liquidación de las esperanzas que lo llevaron al poder y a la completa distorsión de su mandato. En esas circunstancias, la designación de Domingo Cavallo como nuevo ministro de Economía --el tercero en tres semanas-- difícilmente logrará acallar las aguas políticas y parlamentarias ni enderezar un manejo económico que hace agua desde el último año de gobierno de Carlos Menem, antecesor de De la Rúa y promotor del tecnócrata neoliberal que ahora vuelve al cargo que ocupó entre 1991 y 1996. 

Cabe considerar, en efecto, que el rechazo a la estrategia antipopular diseñada e implantada por Cavallo desde el Palacio de Hacienda de Buenos Aires durante los periodos menemistas fue un factor clave en el vuelco del sufragio popular hacia la coalición opositora encabezada por De la Rúa y apoyada por la formación centroizquierdista Frente País Solidario (Frepaso). El voto por el actual Presidente fue, en gran medida, una expresión de hartazgo social ante la arrogancia, la frivolidad y la corrupción de la era Menem, pero también ante las recetas económicas ortodoxas que ahondaron gravemente las desigualdades sociales y la pobreza en el país sudamericano y que dañaron gravemente su tejido social. 

Desde esa perspectiva, el regreso de Cavallo --llamado de urgencia por un Presidente desesperado, desgastado en forma prematura y sin rumbo-- constituye una claudicación a las promesas de De la Rúa de gobernar con sensibilidad social y de poner distancia, en lo económico y en lo político, con el gobierno que lo precedió. 

Es significativo que las organizaciones sindicales que convocaron al paro general de ayer, en protesta por el "ajuste" anunciado por Ricardo López Murphy, antecesor inmediato de Cavallo, hayan decidido realizar la medida pese al relevo en el Ministerio de Economía y a pesar de que la llegada del connotado neoliberal al cargo haya dejado sin efecto las disposiciones del funcionario anterior. Aunque la ministra del Trabajo interpretó el proceder de los huelguistas como una "actitud caprichosa", éstos dejaron en claro que sus medidas de protesta no son contra un miembro del gabinete en particular sino contra una orientación económica que, en el fondo, y pese a las promesas del grupo gobernante, no ha cambiado desde los tiempos de Menem. 

En otro sentido, es también ilustrativa de las actitudes tecnocráticas típicas la prepotencia con la que Cavallo busca hacerse de poderes especiales, no sólo para tratar de arreglar el severo desbarajuste económico --legado por él mismo y por su ex jefe, y que De la Rúa no ha podido revertir-- sino para emprender una "reformulación del Estado". 

Con estas consideraciones en mente, es lógico concluir la improbabilidad de que Domingo Cavallo desempeñe el papel de salvador de este gobierno y la posibilidad de que opere, en cambio, como su sepulturero.

 

 

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