RACISMO Y CLASISMO EN COPARMEX
Lo
sucedido ayer en la 78 asamblea nacional de la Confederación Patronal
de la República Mexicana (Coparmex), puso en evidencia la intolerancia
y racismo de un grupo de empresarios, encarnada en su recién nombrado
presidente, Jorge Espina Reyes, quien lanzó toda clase de adjetivos
condenatorios al movimiento indígena que encabeza el EZLN.
La rabieta de Espina Reyes, plagada de comentarios desatinados
y negligentes, contó con el beneplácito de unos 500 empresarios,
quienes parecieron, por momentos, uno de esos grupos sectarios dispuestos
a linchar a los "ignorantes y perversos" indígenas que se atreven
a entrar por la puerta principal de la casa para encarar al patrón.
Resulta penoso que el presidente Vicente Fox, quien ha
comprendido la dimensión del problema indígena y ha demostrado
verdadera voluntad política para resolverlo, parezca estar solo
en esta batalla para alcanzar la paz y acuerdos dignos para los indígenas.
En los últimos días hemos observado cómo
ha crecido la ira de diversos analistas, politólogos y comentaristas
de los medios en contra del subcomandante Marcos y las causas del movimiento
zapatista, pero más aún, ha despertado el encono de algunos
de los sectores más conservadores, quienes, paradójicamente,
cargan con buena parte de la responsabilidad del atraso y desigualdad social
que impera en el país.
La marcha de los zapatistas se ha convertido en el blanco
de sus agresiones; la sola idea de que sean tratados como iguales parece
causarles tirria. Podría parecer que por primera vez se dan cuenta
de que los indígenas existen, que son millones y que representan
sólo una parte de los pobres de este país. Y eso por lo menos
debe inquietarlos y, en algunos casos, aterrorizarlos.
Estos grupos conservadores a ultranza se están
convirtiendo en el mayor obstáculo en el camino para la reanudación
del diálogo. Pero son también un problema para Vicente Fox,
porque muchos de ellos comulgan y hasta militan en el partido que lo llevó
a la Presidencia. Precisamente son estos sectores radicales los que le
están dando la espalda a la democracia, los que evidencian no comprender
la gravedad de la desigualdad social en México y el dramatismo de
sus perspectivas.
Los epítetos --"protagónicos", "chantajistas",
"utópicos", "demagogos irresponsables", "ignorantes supinos", "amenazantes
de violencia"...-- que lanzó ayer el presidente de la Coparmex en
contra de los zapatistas son en verdad lamentables. Expresan la limitada
visión de un líder sectorial que sólo conoce un México,
ese en el que los indígenas --y los pobres en general-- son un dato
estadístico con el que se puede vivir. Son el tipo de argumentos
que se pueden aplicar a quienes, año con año, han ofrecido
resolver los problemas del país, pero que en los hechos han ignorado
la existencia de por lo menos 44 millones de pobres.
Pero gran parte de la sociedad mexicana ya no cree en
este tipo de posturas y está expresando su apoyo al zapatismo porque
se trata de una lucha que atañe a todos. Un claro ejemplo de esto
es el respaldo de millones de ciudadanos en México y otras partes
del mundo a la aprobación en el Congreso de la iniciativa emanada
de los acuerdos de San Andrés.
|